viernes, 18 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 50

Pedro se demoró en el Lejano Oriente. Llevaba dos semanas fuera cuando la llamó Marcos. Estaba de camino y pararía en Vancouver cuatro horas. Paula fue a encontrarse con él y almorzaron juntos. Pasaron un rato agradable. Marcos era divertido y estuvo tentada de contarle lo infeliz que era, pero no lo hizo. Le debía lealtad a Pedro. Al día siguiente  voló a Londres para asistir a las últimas dos conferencias de su contrato, y después de eso voló a la isla Baffin, que era el último compromiso antes de que dejara su trabajo oficialmente. Su vuelo de Iqaluit a Montreal tuvo tres horas de demora debido a las tormentas. Y cuando bajó del avión estaba agotada. Fue a buscar el equipaje. Se quedaría una noche en Montreal antes de salir para Vancouver. Tendría que ir a ver a Alejandra y a Horacio ya que estaba tan cerca. Pero no tenía ganas. ¿Cómo iba a hacer para actuar como una feliz esposa si no lo era? No podía engañarlos. Sería mejor no ir a Los Robles. Cuando fue a buscar el equipaje, vió a un hombre moreno debajo de un cartel. Era Pedro. Ella se sobresaltó. Hacía tres semanas que no lo veía.

—Mi madre y Horacio… ¿Ocurre algo?

Pedro agitó la cabeza.

—Recojamos las maletas —dijo.

—¿Por qué estás aquí?

—He sabido que tu vuelo tenía demora. Yo iba de camino a Nueva York, así que me he desviado solo un poco.

—Eso no contesta mi pregunta —dijo ella.

—He reservado hotel para nosotros. Hablaremos allí.

Tres cuartos de hora más tarde, entraban en una suite de un lujoso hotel de Montreal. Le recordaba tanto la casa de Vancouver, que de pronto sintió una nostalgia terrible de su antiguo apartamento.

—¿En qué estás pensando? —preguntó él bruscamente.

—En nada.

—Pau, se te ve mal. Tienes que cuidarte más. Sé que ya has pasado la fase con más riesgo de aborto, pero no deberías excederte de este modo.

—Vete al infierno, Pedro —dijo ella con rabia, pero serena.

—¿Qué clase de respuesta es esa? Mírate. Tienes ojeras, y si no te sientas pronto, vas a perder el conocimiento.

 Ella lo miró.

—¿Lo único que te importa es el bebé?

 —¿A tí no? —dijo él.

Era lo más cruel que podría haberle dicho.

—Llevo con esta ropa dos días. Voy a darme un baño. Pide algo liviano para cenar, ¿Quieres? —dijo Paula, y se marchó al cuarto de baño.

Pedro no había negado que lo único que le importaba era el bebé. Paula llenó la bañera y se metió. No debía de haberse enfadado. No servía de nada. Al contrario. Intentaría controlarse en adelante. Salió de la bañera y se envolvió en una toalla. Encendió el secador y se secó el pelo. A los pocos minutos Pedro llamó a la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario