viernes, 4 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 9

Horacio le dió un beso en la mejilla y dijo:

—Paula… Es un placer. Eres casi tan hermosa como tu madre.

 Alejandra soltó una risita de adolescente.

—Tienes mejor aspecto que tu hijo —respondió ella cordialmente—. Les deseo que sean felices.

Alejandra abrazó nuevamente a su hija, más relajada después de haber pasado la ceremonia, y en ese momento Horacio se apartó un momento con su hijo y le dijo en un tono jovial:

—Necesitas gafas, hijo. ¿Desaliñada? ¡La chica es muy atractiva!

—¡Deberías haberla visto! —murmuró Pedro.

—Gafas bifocales… —insistió Horacio, tocando a Pedro en el brazo. Él se mordió la lengua. Ya era bastante con que Paula lo hubiera puesto en ridículo como para que su padre insistiera en ello. Pero se desquitaría… Paula había usado su sexualidad… Y ese vestido azul, para llamar su atención. Él podría usar su propia sexualidad para vengarse. Demostraría a Paula Chaves que no tenía que jugar con fuego.

—Estás muy callado, Pedro—dijo Alejandra provocativamente.

Pedro se sacudió mentalmente, sonrió y, con buenos modales, felicitó a su madrastra y a su padre por su boda. Cualquiera que lo hubiera visto no se habría imaginado sus reservas hacia aquello, pero Paula se dió cuenta de su rigidez. Estaba fingiendo para el público. Y no sentía nada de lo que había dicho. Los cuatro se colocaron para saludar a los invitados. Pedro presentó incansablemente a Paula.

La tía Blanca apareció entre la gente. Llevaba un vestido naranja y un sombrero verde lima, y unas manos tan llenas de diamantes que Paula no podía imaginarse que hubiera podido tocar ninguna nota con ellas, ni mal ni bien. La mujer besó a su sobrino y le dijo:

—Es hora de que seas tú quien caiga en el anzuelo. No eres tan joven…

—Te has casado con tío Leonardo en lugar de esperarme —dijo Pedro—. Eso me ha roto el corazón.

Tía Blanca chasqueó la lengua, mirando alternativamente a Pedro y a Paula.

—Me parece que esta jovencita te irá mejor. Tú debes de ser la hija de Alejandra.

—Soy Paula, sí —contestó ella.

—No dejes que Pedro te engañe con esa representación de gran hombre de negocios. Tiene un corazón de oro —se rio—y también los bolsillos.

—No voy detrás de su dinero en absoluto —dijo Paula un poco molesta.

—Eso es lo que necesitas, Pepe, una mujer que se defienda sola —la tía de Pedro se inclinó hacia Paula—. Ha habido muchas que se han dejado atropellar. No es bueno para él.

—Tía Blanca, tienes gente esperando detrás.

—Hablaré contigo más tarde, querida —dijo tía Blanca, apretándole los dedos a Paula. Luego, con decisión, se acercó a la bandeja de champán más cercana.

Paula sonrió al siguiente invitado, cuyo nombre se le olvidó totalmente. Luego una voz femenina dijo afectuosamente:

—Querido, siento tanto no haberte encontrado antes de la boda…

Paula se sorprendió al ver a la mujer que tiraba de la cabeza de Pedro y le daba un beso en los labios.

Aquella era la dueña, pensó Paula. Y quería demostrarlo públicamente con aquel beso. Entonces, ¿Por qué no se alegraba de que fuera así?

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