lunes, 14 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 41

Cuatro días sola con él? Los temía. Llamaron a la puerta.

—Cariño, ¿Estás despierta?

—Entra, madre —respondió, forzándose a sonreír.

—Te he traído el desayuno —le dijo Alejandra. La bandeja tenía un mantel bordado y una rosa blanca en un vaso.

—¡Eres muy dulce! —exclamó Paula, conmovida.

—Pau, espero que seas feliz. Espero que seas tan feliz con el hijo de Horacio como lo soy yo con él.

Paula intentó no llorar.

—Gracias, madre. Estoy segura de que lo seré.

—Pedro se ha disculpado. Por tratar de comprarme para que no me casara con su padre. Me dijo que no debería haberlo hecho, que lo sentía mucho, y que se daba cuenta de lo bien que estábamos juntos su padre y yo. Me lo dijo después de que te marchases, el Día de Acción de Gracias.

—¿Sí? —preguntó Paula.

—No fue efusivo… Pero no creo que Pedro esté acostumbrado a disculparse. Pero realmente lo sintió. Estoy segura. No creo que haga nada que no quiera.

«Excepto casarse conmigo», pensó Paula.

—Horacio me ha contado lo de Beatríz —continuó Alejandra—. Una bruja, cariño, una celosa patológica. Odiaba a Pedro por dos cosas: porque era el hijo de otra mujer, y porque Horacio  lo quería. Estoy convencida de que por eso él quiere un nieto. Para poder hacerlo mejor que la vez anterior.

—Me alegro de que Pedro se haya disculpado —dijo Paula.

—Eres exactamente lo que él necesita, cariño.

Después del desayuno, Paula terminó de hacer las maletas para la luna de miel, se dió un baño y se vistió. Llevaba puesto un traje de seda, de falda y blusa. Era blanco. No era virgen, pero se sentía como una virgen.

A las doce y media, Martín, el mayordomo, llevó una caja pequeña.

—La han traído para usted esta mañana, señorita —dijo.

La caja tenía una sola orquídea. La tarjeta era muy sencilla: Pedro, ponía. Pero aquel matrimonio no era por amor. Paula se puso la flor en el pelo, intentando reprimir el dolor en su corazón. Luego bajó a la planta baja. Alejandra había puesto flores en el salón. La chimenea estaba encendida. Había seis personas alrededor de él: Tío Leonardo, tía Blanca, Horacio, Alejandra, el sacerdote que  los había casado a ellos y Pedro.

Pedro llevaba un traje sobrio. No parecía un novio feliz, y los temores de Paula se intensificaron. Tenía que haber comprado una flor para su solapa. Él se había molestado en enviarle una orquídea… Sin que nadie lo notase, ella se dió la vuelta y, de un ramo de flores que había fuera de la puerta, extrajo un capullo de rosa. Caminó de puntillas hasta la cocina, le pidió a Martín un cuchillo y cortó el tallo.

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