miércoles, 9 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 27

Había faltado otra paciente y a las cinco y cuarto estaba de vuelta del médico. No tenía un virus tropical. Estaba embarazada. De siete semanas. El padre, por supuesto, era Pedro. Debía de haber quedado embarazada la primera noche que habían hecho el amor. Su DIU no estaba en su sitio, le había dicho el médico, y entonces recordó los dolores menstruales terribles que había tenido en Borneo hacía cuatro meses. Debía de haber sido cuando se había movido de su sitio. Había estado demasiado ocupada en unas negociaciones para prestarle atención a su cuerpo. Y el control de la natalidad no había sido un problema que la preocupase. Embarazada. De pedro. ¡No podía ser cierto! ¿Qué diablos iba a hacer?

Paula se levantó. Caminó de un lado a otro. Hizo una colada, intentó comer algo y lo echó una hora más tarde. El matrimonio no era siquiera una opción. Ella odiaba a Pedro y él la despreciaba. Él la había traicionado en Nueva York. Había ultrajado su cuerpo con aquel apasionado deseo y había tratado su alma como si fuera una basura. ¿Cómo iba a confiar otra vez en él? No, no podía casarse con Pedro. No obstante no podía pensar en abortar. En los primeros tiempos de su carrera profesional, en Ottawa, su amiga Julia había abortado y luego se había arrepentido. Paula recordaba su llanto, y la depresión que la había embargado.

Además, a pesar de su situación, se sentía ferozmente protectora con su hijo no nacido, una reacción que la había tomado por sorpresa. ¿Era aquello el instinto maternal? No lo sabía. Pero ella estaba segura de que el aborto habría sido una violación a su conciencia del mismo modo en que la venganza de Pedro había violado su alma. Pero si ella tenía al niño, no podía ocultarlo. Pedro sabría de quién era haciendo cálculos. Si el niño se parecía a su padre, lo que era posible, su madre y Horacio también lo sabrían.

Tal vez pudiera dar al niño en adopción. Pero, ¿Cómo podía ocultar su embarazo  durante siete meses más? Ella vería a su madre y a Horacio durante ese tiempo. Luego, de pronto,  pensó en lo obvio. Ella iba a tener al nieto que Horacio y Alejandra tanto querían, era ajustar más la soga que se ceñía alrededor de ella. ¿Cómo iba a decirles a su madre y a su padrastro que ella iba a dar al niño en adopción? No había salida. Se sentía atrapada. Sonó el teléfono. Convencida de que debía de ser Pedro,  miró el aparato con horror. Lo dejó sonar cuatro veces y luego lo atendió con aprensión.

—¿Sí?

—Querida, ¿eres tú?

—Hola, madre.

—¿Cuándo has llegado a casa?

—Esta mañana.

—Cariño, da la impresión de que estás mal… ¿Te he despertado?

Paula hizo un esfuerzo por poner algo de energía en su voz.

—Me he contagiado un virus mientras estaba fuera —mintió—. No me siento muy bien.

Alejandra habló un rato acerca del trabajo de Paula y de que tendría que dejarlo. Luego dijo:

—La semana que viene celebraremos una cena de cumpleaños para Horacio. Estarás mejor para entonces, cariño, ¿Verdad? He pensado hacerla en la ciudad, de forma que tú pudieras estar. No creo que Pedro pueda venir, me parece que está en el sur, así que dependo de tí,  aunque Marcos, ¿Te acuerdas de él? Estará en la ciudad también.

—No lo sé, madre. Veré cómo me siento.

—Tienes que venir, Pau. Es tan importante para mí que mi familia y la de Horacio estrechen sus lazos… Que paséis más tiempo juntos… Estoy tan contenta, cariño, que me da miedo.

Paula reprimió una risa histérica. La familia estaba estrechando lazos, efectivamente, allí, en su mismo cuerpo.

—Veré cómo me siento. De todos modos, puedes traer las fotos de la luna de miel.

Cinco minutos más tarde, colgó, sin comprometerse a ir a la cena. Pero no podía evitar a su madre indefinidamente. Tenía que tomar al toro por los cuernos. Ir a la cena. Al fin y al cabo, era pronto para que se le notara el bebé. Y Pedro no estaría allí.

1 comentario:

  1. Ay! Que capítulos! Como va a arrepentirse Pedro de lo que le hizo! Pobre Pau!

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