domingo, 20 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 61

Ella estaba de pie, inmóvil, escuchando la desesperación en su voz.

—Te amo, Pau. Quiero que compartas mi vida conmigo. Y eso incluye todo, hasta las crisis en Singapur y la reunión de Texas —tomó aliento—. Voy a inaugurar un hotel en Australia dentro de unos meses… ¿Vendrás conmigo? —preguntó con temor a su negativa.

—¿Realmente me amas? —preguntó ella.

—Eso es lo que intentaba decirte cada vez que nos íbamos a la cama… Aunque ni yo mismo lo sabía. Pero mi cuerpo lo sabía. Estábamos haciendo el amor, Pau, tú tenías razón —le sonrió—. Sí, te amo. Más de lo que pueden expresar las palabras…

Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas.

 —¿No estoy soñando? —preguntó.

Y entonces Pedro la tomó en brazos.

—Soy real. Querida Pau, te quiero tanto…

Hicieron el amor lenta y apasionadamente. Cada caricia, cada contacto lleno de sentimiento. Y cuando terminaron Paula volvió a sollozar de felicidad. Pedro tenía tal nudo en la garganta que no pudo más que abrazarla fuerte.

—Te quiero —susurró Pedro.

Ahora que lo había dicho una vez, estaba convencido de que podría decirlo siempre.

—Me siento tan bien al sentirme amada, tan segura. ¿Sabes? En cierto modo Pamela nos ha hecho un favor.

Él se rió.

—Supongo. ¿La invitaremos al bautizo?

—¿Por qué no? —Paula se tocó el vientre—. Pepe, nuestro bebé será un niño con mucha suerte. Porque sus padres se aman.

—Sabía lo que hacía cuando insistí en que nos casáramos… Solo que equivoqué el modo de hacerlo. Ahora que miro atrás, creo que te amé desde que te ví. Cuando te dirigiste a mí de ese modo con ese traje verde.

—Creí que eras el mayordomo.

—¿Sabes qué cosa es maravillosa? Que tú me amas por mí mismo… y no por mi dinero.

—Te amo porque eres tan sexy y tan cabezón…

—¿Sexy? —preguntó él inocentemente, acariciando su cuerpo hasta anidar su mano entre sus piernas.

—¡También insaciable! ¡Pepe, para!

Él se rio.

—¿Realmente quieres que pare?

Ella balanceó sus caderas seductoramente.

—Supongo que tendremos que recuperar el tiempo perdido. ¿Sabes por qué te amo también? Porque has venido a buscarme.

—Tú también lo has hecho. Necesitabas confiar en mí, y has vuelto a casa — hizo una pausa—. Quiero vender la casa de Vancouver, Pau. Compremos algo en el campo, fuera de Nueva York. Un hogar de verdad. Uno que elijamos juntos.

—Con miras a los niños… —dijo ella, rodeándole el cuello.

—Me parece bien… ¿Cuántos? —preguntó él.

—Al menos, dos. Después de todo, tenemos el deber de darles nietos a mi madre y a tu padre.

—Tu primer deber —bromeó Pedro, besando sus pechos—. Es prestar atención a lo que estoy haciendo.

—¡Oh, eso no es un deber! ¡Eso es un placer! Créeme —dijo Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario