viernes, 18 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 54

—A mí sí. Si tienes un poco de sentido común, Paula, o dignidad, desaparecerías de su vida. Si desapareces de su vista es como desaparecer de su cabeza para Pepe.

—En ese caso será mejor que te vuelvas a Manhattan, ¿No crees? —dijo Paula, poniéndose de pie, con la frente alta, como si ella también estuviera usando un traje de diseño en lugar de su chándal y su sudadera con conejitos bordados en el cuello.

Pamela se puso de pie. Parecía furiosa.
—No hace falta que me acompañes a la puerta —dijo—. No te aferres a Pedro, Paula. No te quiere.

—Fue a mí a quien llevó a la cama después de la boda de mi madre, y del cumpleaños de Horacio… No a tí —dijo Paula—. Adiós, Pamela.

Los pasos de Pamela sonaron en el suelo de madera. Cerró la puerta de entrada con notable fuerza, y solo entonces paula se dió cuenta de que Pamela había dejado las fotos en la mesa baja. Las volvió a mirar, una por una. Recordó que Pedro no la había querido llevar a Singapur, ni a Manhattan, ni a Texas. Por razones de negocios, le había dicho.

Ella lo único que le había pedido como condición para el matrimonio era que le fuera fiel. Hacía apenas un mes que se habían casado, y él ya había roto su promesa. Recordaba lo rápido que había aceptado esa condición. No la habría considerado seriamente. Le había mentido desde el principio. No podía confiar en él. Lo había sabido desde aquella noche en Nueva York. Entonces, ¿Por qué lo había creído, y había dado por supuesto que Pamela y él ya no eran amantes? ¿Y por qué se había enamorado de él? ¡Qué tonta había sido! Devon se levantó, temiendo que entrase Sara y la encontrase llorando. Se arregló la cara en el cuarto de baño del dormitorio. Sintió el impulso de reservar el primer vuelo a Nueva York e ir a ver a Pedro. Pero, ¿Qué sentido tenía?

Si era Pamela a quien quería él, Paula no solucionaría nada gritándole. O llorando a gritos. De todos modos Pedro estaba en Texas, y cuanto antes aceptase que ella había sido una diversión en su vida, mejor. Santiago, Lucas, y ahora Pedro. Se puso una chaqueta y salió a dar un paseo. Cuando volvió había un mensaje de él en el contestador. Dijo que tenía que volar a San Francisco y que volvería a Vancouver al final de la semana. Tomás podía ir a recogerlo al aeropuerto.

Su voz no expresaba emoción alguna. Paula se sentó al borde de la cama. No iba a llorar. Lo que tenía que hacer era planear algo. Seguiría el consejo de Pamela. Desaparecería de la vida de Pedro. Aunque no creía que él fuera a seguir sus huellas,  decidió borrarlas. Una vez había investigado datos sobre su vida, así que podría hacerlo otra vez. Lo primero que haría sería dar dos días libres a Sara y a Tomás.

—Pedro y yo hemos tenido tan poco tiempo juntos, que nos gustaría estar solos unos días… Puedo arreglar un viaje para ustedes, si quieren ir a algún sitio.

Sara sonrió.

—Podríamos ir a ver a nuestros nietos a Calgary, ¿No, Tom? —

¿Está segura de hacer esto, señora Alfonso? El señor Alfonso no me ha dicho nada —dijo Tomás dudando.

—Yo asumo toda la responsabilidad —dijo Paula—. Les reservaré billetes para mañana.

Al día siguiente a mediodía Sara y Tomás se habían marchado. Paula escribió una carta a Pedro y llamó por teléfono al correo privado para que fuera a recogerla.

"Pedro:
Pamela  ha venido a verme, y me ha traído las fotos que te adjunto. Se explican por sí mismas. Ahora comprendo por qué no has querido llevarme a Singapur, ni a Manhattan. Me hubiera gustado que me hubieras dicho la verdad. Te dejo, Pedro. Ya ves. He hecho algo muy estúpido en la luna de miel: enamorarme de ti. En consecuencia, no puedo soportar compartirte con otra mujer. Por favor, no vengas detrás de mí ni trates de encontrarme".

Firmó simplemente «Paula». Y la dirigió a su departamento. También les escribió a Horacio y a Alejandra diciéndoles que se marcharía un tiempo fuera y que no se preocupasen. Envió aquella carta por correo ordinario.

Después de ir el correo privado a enviar la carta para Pedro,  tomó un taxi a la estación de tren. Se cambió la ropa en el aseo de la estación. Salió con un aspecto diferente. Y tomó un autocar al ferry de la isla de Vancouver. No habló con nadie durante el crucero. Cuando llegó a Victoria encontró un hotel con desayuno al lado del puerto. Se registró con nombre falso. Tenía que tomar todas las precauciones. Su habitación era privada. Cerró la puerta y se echó en la cama. Había estado reprimiendo las lágrimas todo el día. Ya no tenía por qué seguir haciéndolo. Pero ahora que estaba sola, no podía llorar. Se sintió más sola que nunca. Pedro le había sido infiel. No la amaba.

2 comentarios:

  1. Ay! No! Quiero creer que fue todo un invento de Pamela! Muy buenos capítulos! Me quedé con ganas de leer más!

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  2. Noo!! Que bruja Pamela, yo también me quede con ganas de más capítulos

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