domingo, 6 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 11

—Para tí es solo un juego, ¿Verdad? —dijo ella. «Un juego llamado venganza», pensó él.

—Como lo ha sido ese vestido —contestó.

Ella no podía negarlo. Se lo había puesto para llamar su atención.

—Ahora estamos empatados —dijo ella—. Te he pillado y me has pillado. Pero no quiero seguir jugando, Pedro. El juego se ha terminado.

—Para tí.

 —Tú no estás libre, Pamela lo ha dejado muy claro.

—Yo no pertenezco a ninguna mujer —dijo Pedro con peligroso énfasis.

—Dile eso a Pamela. No a mí. No estoy interesada.

—Podrías engañarme.

—Pedro, la mitad de los invitados nos están mirando y la otra mitad está intentando oír lo que estamos diciendo. Y necesito… al menos tres copas de champán.

—En ese caso… tendremos que continuar con esto más tarde.

—¡No hay nada que continuar!

Pedro llamó al camarero más cercano. Tomó dos copas de la bandeja de plata y le dió una a ella.

—Bienvenida a la familia, Paula—dijo.

El champán estaba frío. Después de echar una mirada alrededor, Paula alzó la copa y dijo amablemente:

—Vete al diablo, Pedro.

 Él se rio.

 —Tienes algo a favor. Tus tácticas son diferentes a las de las demás.

—Vas por mal camino si confundes la verdad con las tácticas.

—La verdad y el sexo débil no están en la misma categoría.

—¡La verdad y la integridad, sí!

—La integridad de la mujer, mi querida Paula, está ligada a la cuenta bancaria de un hombre.

—¿Todas las mujeres buscan la riqueza de un hombre? ¡Qué cliché! Creía que el dueño de Alfonso Incorporated tendría ideas más originales.

—Si sabías que era el dueño de Alfonso Incorporated, ¿Por qué me preguntaste si trabajaba en los establos?

—Por la sencilla razón de que entonces no lo sabía.

—¿Cuándo te has enterado?

—Mi madre me lo ha dicho cuando te has marchado de mi habitación.

—Que es por lo que te has puesto ese vestido.

—Me he puesto este vestido porque pensé que eras el hombre más rudo que había conocido y quería bajarte los humos. Tu ego es impenetrable.

—Tal vez tía Blanca tenga razón. He encontrado mi pareja.

Paula tomó un largo sorbo de champán.

—Mi ego es un grano de arena comparado con el tuyo. Y ahora, ¿Me disculpas? Tengo cosas más importantes que hacer en esta boda que intercambiar insultos contigo —dijo ella.

Lamentablemente ella puso el pie encima de su ramo de flores en aquel momento.

—En una cosa tenías razón, pedro Alfonso, debí perder el avión que me trajo de Yemen.

Paula se agachó a recoger las orquídeas y fue en dirección a su madre. Pero se dió cuenta de que él se había quedado mirándola.

Ella conversó con mucha gente. Después vió que el maestro de ceremonia llamaba a los invitados a una tienda decorada con flores, donde se serviría la cena. Una orquesta estaba tocando música de Mozart. Paula estaba en la mesa principal, por supuesto. Horrorizada, vió que la habían colocado entre Horacio y su hijo. El marido de tía Blanca, el de la operación, estaba a un lado de su madre. Era demasiado tarde para cambiar los nombres. Sonrió a Horacio y se sentó. Le sirvieron canapés. Deseó no haber bebido tanto champán, y se preguntó cuánto hacía que no comía una comida de verdad. Mucho tiempo. Paula se agachó a dejar el ramo de orquídeas estropeadas debajo de la mesa. En ese momento Pedro le sujetó el codo y la hizo levantar.

—¿Estás bien?

—Estoy bien… Yo… Simplemente no recuerdo cuándo, he comido una buena comida por última vez.

Pedro llamó al camarero y este le puso un caldo caliente.

—Prueba esto. Te hará bien.

Ella miró el cuenco de porcelana y dijo:

—Siempre consigues lo que quieres.

—Toma la sopa.

—No quieras nunca que… ¿De acuerdo?

—Toma el caldo, Paula.

—No escuchas nada que no te convenga, ¿Verdad? —contestó ella, tomó la cuchara y probó la sopa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario