miércoles, 9 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 26

Cinco semanas más tarde Paula volvía de Australia. Había pasado un mes muy productivo en Sydney y  Nueva Guinea, y su departamento nunca había estado tan bien.Se había contagiado de algún virus mientras estaba de viaje. Probablemente en Nueva Guinea, a pesar de que ella había seguido los cuidados habituales. Se sentía fatal.

Lo primero que hizo antes de deshacer las maletas fue llamar por teléfono a su médico para ir a su consulta. Afortunadamente alguien había cancelado la visita y podía ir aquella misma tarde al final de la consulta. Tenía que deshacer las maletas, darse una ducha, comprar fruta, comprar flores para su salón. Generalmente le encantaba la rutina de volver a casa. Y esa vez estaría en casa un tiempo. Una vez que escribiera su informe, tendría tres semanas de vacaciones bien merecidas. Pero cuando abrió el frigorífico vacío, con un lápiz y una hoja de papel en la mano para hacer una lista de lo que tenía que comprar, sintió náuseas. Corrió al cuarto de baño, y por segunda vez aquel día vomitó. Antes lo había hecho en el jumbo. Los servicios de los aviones no estaban preparados para mujeres con aquellos problemas. Después se lavó la cara con agua fría. Se miró al espejo. Tenía ojeras, y su piel estaba blanquecina. No se parecía en nada a la resplandeciente criatura que había ido a un concierto en Nueva York con un hombre que la había atraído como una llama a una luciérnaga. Tal vez Pedro fuera el motivo por el que se sentía tan mal. Y no tuviera nada que ver con un virus de un país tropical. Aunque lo hubiera intentado, aquella vez ella no había podido olvidarse de él. La asaltaba su recuerdo, despierta o dormida. Su cuerpo deseaba tocarlo a pesar del daño y la crueldad con que él se había comportado. La peor parte de toda la situación era lo equivocada que había estado. Se había equivocado al interpretar aquella pasión de Pedro, su ternura, el cuidado hacia ella. Y solo había sido venganza. Se había equivocado con Santiago y con Lucas. Y ahora con Pedro. Era una estúpida.

¿Cómo podía ser tan inteligente cuando se trataba de las leyes de las minas y tan tonta con la mitad de la raza humana? Pero al menos no estaba enamorada de él. Obsesionada con él, sí. Pero no enamorada. Obsesión. ¡Qué palabra tan horrible! Volvió a la cocina y empezó a hacer la lista de la compra. Cuando recuperase el sueño y se metiera en su vida diaria, se sentiría mejor. Con suerte estaría de vuelta del médico a las cinco y media. Después, tendría la tarde para ella, para hacer lo que quisiera. Vería la televisión y luego se iría a la cama temprano. Lo que no haría sería pensar en Pedro.

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