domingo, 23 de abril de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 7

Sentado en el deportivo al que había bautizado como «Princesa», Pedro vió el pequeño utilitario de Paula doblar la esquina y entrar en la zona de estacionamiento del edificio. Él, que estaba al otro lado de la calle, salió del coche. Mientras se acercaba a Paula, la vió abrir la puerta de atrás, sacar a Olivia de la silla y dirigirse al maletero para sacar una bolsa de la compra. Cuanto más se acercaba, más bolsas veía.

—Hola.

Ella se dió la vuelta y apretó a la niña contra su pecho.

—Cielos, me has asustado.

—Creí que me habías visto. Estaba ahí estacionado—dijo señalando su coche con el pulgar.

 —¿Por qué? —preguntó Paula frunciendo el ceño—. ¿Me estás acosando?

Pedro se colocó las gafas en la parte superior de la cabeza.

—¿Siempre te pones en lo peor?

—Normalmente no —dijo ella con escasa convicción—, pero es que ésta no es una situación normal.

—Seguramente sucede más veces de las que piensas —aseguró él.

—En mi mundo no —insistió Paula soltando un poco a Olivia, que lo miraba con desconfianza.

—¿Tu mundo sigue incluyendo el trabajo social en los hospitales?

—Sí. Además de en el programa de madres solteras, trabajo de freelance en la mayoría de los hospitales del valle. Al no tener un horario fijo de nueve a cinco puedo pasar más tiempo con Oli.

En ocasiones, algún paciente de urgencias necesitaba la ayuda de los servicios sociales para que le orientaran sobre programas gratuitos y otras ayudas. Pedro la había conocido cuando trataba a un niño enfermo de leucemia que no tenía seguro social.

Avisaron a Paula para que aconsejara a los padres sobre algún tratamiento que pudiera financiarse. Pedro estaba deseando pasarle el caso a otra persona cuando Paula Chaves entró en la sala. Bastó una mirada a su rostro, especialmente a su boca, para desear lanzarse encima de ella. Y lo hizo, hasta que ella le dejó sin ninguna razón aparente. El hecho de que fueran a ser padres nunca se le había pasado por la cabeza.

—¿Y dónde te toca trabajar hoy? —preguntó con naturalidad—. ¿Y dónde se queda Olivia cuando no puedes estar con ella?

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Esta vez no mucho.

—¿Esta vez? —preguntó Paula entornando los ojos con desconfianza.

—He venido antes y he hablado con Laura, la compañera de piso de Camila. Iba de camino a clase y me dijo cuándo volverías a casa.

Paula tenía un par de bolsas de la compra en un brazo y a Olivia en la otra, y se cambió el peso.

Pedro estaba contento de ver que parecía una niña sana. El día anterior, después de verla, se dio cuenta de que tendría que haber hecho un millón de preguntas. ¿Cómo fue el parto? ¿Hubo complicaciones? ¿Quién era su pediatra? Podía conseguirle al mejor del valle. Pero ninguna de aquellas preguntas había salido de su boca porque estaba demasiado impactado ante el hecho de que Paula le hubiera dicho la verdad. Esta vez su intención era conseguir un frotis bucal para hacer la prueba de ADN.

Observó como Paula luchaba por sujetar las bolsas de la compra y a la niña al mismo tiempo y finalmente decidió que podría hacer algo al respecto.

—Deja que te ayude —dijo quitándole las bolsas.

—Agarra a Oli —Paula le puso a la niña en brazos—. Yo llevaré un par de bolsas y abriré la puerta.

La niña comenzó a llorar al instante y estiró los bracitos hacia su madre. Paula ya corría hacia la puerta de entrada con la llave en la mano.

—Oli está llorando —gritó Pedro—. Haz algo.

—Es bueno para los pulmones —respondió ella por encima de su hombro—. Tú eres médico. Sabrás lo que hay que hacer.

—De acuerdo, pequeña. Vamos allá.

Pedro agarró todas las bolsas que pudo sin poner en peligro a la niña. Por suerte, el departamento de Paula estaba justo doblando la esquina del estacionamiento. La siguió y entró. La cocina se encontraba al lado del salón. Paula estaba metiendo cosas en la nevera.

—¿Qué hago con ella? —gritó Pedro por encima de los gritos de la niña.

—Déjala en el suelo —contestó Paula mirándolo.

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