miércoles, 26 de abril de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 20

—Es un poco tímida al principio —dijo Pedro—. Yo tuve que sobornarla. Mi hija tiene una vena materialista.

Paula miró a su alrededor, a los carísimos muebles del salón.

—¿Y a quién crees que habrá salido?

—Ahí te ha pillado, hermano —se rió Federico.

Ana le tendió los brazos a su nieta y sonrió con cariño.

—Hola, bonita. ¿Vas a dejar que tu abuela te abrace? —Olivia se fue con la señora sin vacilar, y ésta la estrechó entre sus brazos—. Es adorable.

Pedro parecía desconcertado.

—¿Y por qué contigo no ha llorado?

—Creo que es porque eres hombre —dijo Paula.

—¿Crees que le gustaría ir a la piscina? —preguntó Ana.

—Le encanta el baño —respondió Paula notando que todo el mundo llevaba bañador—. Le he traído su traje de baño, crema protectora y un sombrero.

—Adelante, mamá —Pedro le pasó a su madre la bolsa de pañales.

—¿Te parece bien, Paula?

—Por supuesto.

Tras preparar a Olivia, Ana la llevó a la piscina seguida de Pedro y su hermano. Desde donde estaba, Paula podía ver la piscina transparente, la verja de hierro y el campo de golf con el lago que quedaba más atrás. Ella los siguió a cierta distancia para darles su espacio y tomó asiento en una silla acolchada del patio. Horacio le ofreció un refresco y se sentó a su lado.

—¿Cómo te ha ido, Paula?

—Muy bien, ¿Y a tí?

—Bien. Ana va detrás de mí para que me tome las cosas con calma. Quiere viajar.

Paula sabía que era especialista en medicina interna. Sus dos hijos también eran médicos, pero cada uno había escogido un campo diferente.

—¿Tienen  algún viaje planeado?

—Vamos a hacer un crucero por Alaska en septiembre. Para compensar el calor de Las Vegas.

Horacio estaba mirando a su esposa jugar en la piscina con Olivia, que se reía a carcajadas mientras Pedro y Federico permanecían de pie como vigilantes guardianes.

—Tiene pinta de ser un viaje maravilloso.

—No tan maravilloso como descubrir que tenemos una nieta —Paula lo miró pero no encontró hostilidad en él.

—Respecto a eso, me gustaría explicarte que…

—Pepe nos lo ha contado todo. Dijo que sacaste el tema de los niños y que él te cortó con un discurso sobre las ventajas de estar solo.

—Esa es la verdad.

—Pareces sorprendida.

—Supongo que lo estoy.  No lo  culparía si hubiera tratado de hacerme parecer la mala de la película.

—Pepe es una persona muy sincera, aunque en este caso no se haya ganado muchas simpatías.

—Tenía mis razones para no contarle a tu hijo que iba a ser padre —aseguró mirándolo—. En mi pasado hubo cosas de las que preferiría no hablar.

—Lo comprendo —asintió Horacio—. Y tú tienes que entender que Pepe también tiene un pasado.

Paula sujetó con fuerza la lata de refresco que tenía en la mano.

—¿No lo tiene todo el mundo?

—Algunos más que otros —Horacio la miró a los ojos—. ¿No te habló nunca de su matrimonio?

¿Pedro casado? ¿El donjuán del Centro Médico Misericordia se había lanzado alguna vez a la piscina? Lo único que le había dicho a ella era que no estaba casado, y Paula asumió que no lo había estado nunca.

—No. Jamás lo mencionó.

—No me sorprende —murmuró Horacio dándole un sorbo a su refresco—. Como no sigue casado, comprenderás que no salió bien.

—¿Qué ocurrió? —quería preguntar qué le había hecho aquella mujer para llevarle a evitar el compromiso como si fuera una bomba radioactiva. Eso explicaría muchas cosas.

—El hecho de que no te haya contado nada implica que todavía le resulta muy doloroso hablar de ello —Horacio la miró a los ojos—. Seguramente ya he hablado demasiado. Es la historia de Pepe, y él debe decidir si te la cuenta o no.

Paula asintió, aunque la curiosidad la estaba estrangulando. Miró a Pedro, que había agarrado a Olivia y la levantaba por los aires, haciéndola reír antes de bajarla al agua para que chapoteara.

—En cualquier caso, debería habérselo contado —dijo Paula con voz suave—. No era mi intención hacerle daño. Ni a tí. Ni a Ana.

—Nos sorprendió mucho. Y nos dolió habernos perdido sus primeros meses — la expresión de Horacio era de suave reproche—. Pero por el bien de Oli, debemos dejar todo eso atrás y seguir.

—¿Podrán  hacerlo? —preguntó Paula.

—El tiempo lo dirá.

—Me parece justo.

Y lo decía en serio. Paula había esperado acusación y rechazo, pero la familia de Pedro lo estaba intentando. Y podía decir, a juzgar por su expresión cuando miraban a Olivia, que aquello había sido amor a primera vista con la niña. La niña de Pedro. La hija de su hijo. Una sensación de paz la inundó por primera vez desde que se había descubierto el bulto. Si algo llegara a ocurrirle, sabía que su hija tenía gente que la querría y cuidaría de ella. Pasara lo que pasara, su niña tendría la familia con la que siempre había soñado. Otro de sus sueños había sido volver a besar a Pedro aunque ondeara la bandera roja de peligro. Contarle la verdad había eliminado la preocupación por el futuro de Olivia. Por desgracia, había sido sustituida por la preocupación por su propio futuro y por cómo iba a manejar la situación de que él estuviera de nuevo en su vida.

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