lunes, 17 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 55

—¿Qué te hace creer que tengo algo de qué hablar?

 La expresión de su hermano daba a entender claramente que no le serviría de nada tratar de despistarle.

—Vamos, Pepe. He visto las señales antes que tú. No es culpa tuya no haberlo visto al instante. Introducir dispositivos a través de arterias casi tan estrechas como un hilo requiere un alto grado de concentración. Pero tienes que equilibrar ese trabajo tan importante con una vida personal satisfactoria. Serás mucho más feliz cuando el amor y el trabajo vayan de la mano.

Pedro miró a su hermano de reojo y bebió lo que le quedaba de cerveza.

—¿Quién eres tú, un gurú de la vida espiritual?

—Tal vez —Federico sonrió sin asomo de susceptibilidad—. Escucha, tienes que hablar con alguien.

—No, no tengo que hacerlo.

—La obstinación puede ser un arma de doble filo cuando se trata de alguien arrogante e inteligente. ¿Una mala experiencia en el amor y ya no vuelves a pasar por ahí? Si hicieras eso con tu trabajo, muchos pacientes no habrían sobrevivido porque no contaría con el beneficio de tu habilidad.

—De acuerdo. Eres un gurú. Avísame cuando vayas a sacar los cristales y las cartas astrológicas para que me vaya.

—No lo critiques, Pepe. Las estrellas y los planetas podrían guiar tu vida seguramente mejor que tú ahora mismo.

—¿Quién lo dice? —Pedro apretó su botella de cerveza con tanta fuerza que pensó que iba a romperla.

—Mira, no tengo paciencia para esto —la voz de Federico sonó irritado—. Estoy seguro de que Paula va a tener un hijo tuyo. Dime que estoy equivocado y no volveré a sacar el tema nunca más.

—Ojalá pudiera, pero eres demasiado inteligente para tu propio bien —gruñó Pedro—. Y muy perspicaz. En lo que a mí se refiere, no es una de tus mejores cualidades.

—Nadie es perfecto. Ni siquiera tú, aunque nadie puede negar que no lo hayas intentado.

—Paula va a tener un hijo mío —ya estaba, ya lo había dicho en voz alta—. Hoy nos lo han confirmado en la consulta.

—¿Quién es el médico?

—Leticia Hernandez. Fue mi primera elección porque tiene muy buena fama.

 Federico entornó los ojos.

—¿Y cómo se lo ha tomado Paula?

—También fue decisión suya. Su mejor amiga está embarazada y también es paciente de Leticia.

—Así que hay consenso y armonía —Federico sonrió—. Esta noche voy a convertirme en un gurú.

—Basta.

—La grandeza del gurú no puede silenciarse cuando las estrellas y los planetas se alinean…

—Tal vez, si te tiro a la piscina, esa grandeza hará cortocircuito.

—Seguramente —Federico se puso serio—. Pero primero quiero hablarte de lo que vas a hacer.

-¿Te refieres al bebé? —Pedro se reclinó en la silla y entrelazó los dedos sobre el abdomen—. No hay mucho que pensar. Ya he tomado una decisión y voy a ser padre.

—En realidad me refería a Paula, la madre del bebé.

—¿Qué pasa con ella?

—¿Vas a casarte con ella?

Pedro se veía ahora ante un escenario al que juró no volver a enfrentarse nunca. El matrimonio. Una apuesta arriesgada. Un riesgo que no quería correr porque tenía muchas posibilidades de fracaso. El riesgo era algo inherente a su trabajo, pero solo cuando no había otra opción para salvar una vida. En esos casos no era él quien tomaba la decisión final. Tras ser informado de cualquier posible complicación, el paciente o algún miembro de su familia firmaban un consentimiento. Pero eso era una cuestión profesional, y esto era personal.

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