lunes, 10 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 42

Pedro no contestó, continuó sacudiendo la cabeza. Paula nunca había visto a un hombre que necesitara tan desesperadamente un abrazo.

—Estoy aquí —le atrajo hacia sí y apoyó la mejilla contra su pecho.

—Paula —su nombre sonó como un suspiro—. Te he echado de menos.

La intensidad se reflejaba en cada ángulo de su rostro. Pedro inclinó la boca hacia la suya y el contacto la hizo arder en llamas. El deseo surgió al instante cuando los recuerdos de aquella noche en Dallas le bulleron en la sangre. Cuando se apartó, ambos jadeaban.

—Es hora de que te enseñe mi dormitorio —susurró ella. —Es la mejor oferta que he tenido hoy.

Le guio por el pasillo hacia su habitación, que tenía una colcha de flores y cojines a juego. Las paredes eran verde oliva con molduras blancas. Todo resultaba muy femenino, pero Pedro no estaba fuera de lugar allí. Era uno de aquellos hombres masculinos que  dominaban los espacios independientemente de la decoración. Paula quitó los cojines y abrió la cama, dejando las sábanas rosas al descubierto. Entonces él sacó la cartera y puso un preservativo sobre la mesilla de noche. Ella se acercó por detrás y le puso la mejilla en la espalda. Pedro se giró y le levantó la camiseta por la cabeza.

—No llevas sujetador —una sonrisa traviesa se le asomó a los labios cuando le cubrió los senos desnudos con las manos y le acarició los pezones hasta que estuvieron duros como guijarros.

El contacto le provocó una descarga eléctrica entre las piernas. Paula gimió y echó la cabeza hacia atrás dejando el cuello expuesto. Pedro la besó y la acarició hasta que las piernas le temblaron y se dejó caer sobre la cama. Él tardó solo unos segundos en quitarse el pijama de quirófano. Enseguida estuvo desnudo a su lado sobre las sábanas rosas. Con la mano izquierda le quitó los pantalones cortos y las braguitas y luego la abrazó. Piel desnuda contra piel desnuda.

—Te necesito. Ahora —gimió Paula con apremio.

—No tanto como te necesito yo —Pedro se apartó un instante para protegerse con el preservativo.

Y después se colocó encima de ella y la embistió. La tensión que Paula tenía acumulada en aquel punto hizo explosión y el placer se apoderó completamente de ella. Pedro se unió poco después al éxtasis y  ella sintió sus espasmos como si fueran suyos. Se abrazaron hasta que sus cuerpos se quedaron inmóviles, y entonces él la estrechó contra sí.

Un poco después volvió a hacerle el amor. Y otra vez después de aquella, durante toda la noche. Paula tenía el cuerpo cansado y satisfecho, pero no podía dejar de darle vueltas a la cabeza porque se había dado cuenta de una cosa. Zaira tenía razón al advertirle que no fuera en serio con Pedro. Si fuera lista, cuando apareció aquella noche en su puerta tendría que haberle dicho que no. Se consideraba una chica inteligente, pero no consiguió decirle que no al tentador doctor Alfonso. Le había visto arrogante, decidido y encantador, pero nunca le había visto vulnerable. Y eso la hacía vulnerable a ella. No podía volver a ser así.

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