miércoles, 19 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 64

—Me alegro de volver a verle, doctor Alfonso—Diego se puso de pie y le tendió la mano.

Él se la estrechó de mala gana.

—Pedro —dijo Paula—, ahora mismo estoy ocupada, pero cuando Diego y yo hayamos terminado estaré encantada de hablar contigo.

Era mentira. Sabía que quería terminar con ella y escucharlo directamente de sus labios iba a ser horrible. Diego se acercó a la puerta.

—Podemos hablar más tarde, Paula. Le diré a mi secretaria que busque un hueco.

Salió de allí antes de que pudiera suplicarle que no se fuera. Pedro ya le había roto el corazón y ahora se lo iba a pisar.

—Situación normal —dijo—. Eres el niño mimado del hospital y siempre consigues lo que quieres. Así que date prisa. Tengo mucho trabajo.

Pedro se acercó más.

—Tienes todo el derecho del mundo a no confiar en mí. No he estado ahí para tí de verdad desde que volvimos de Dallas, así que quiero dejar las cosas claras. Decirte lo que siento…

—Déjalo. Acabamos con esta persecución.

Qué elección de palabras tan apropiada. La había perseguido hasta que ella se rindió. Y ahora había perdido el interés, tal y como ella esperaba. Era culpa suya por no haber sido capaz de resistirse a él.

—Mira, Pedro, ya has conseguido tu robot. Misión cumplida. Tienes todo lo que querías.

—Todavía no —estaba tan cerca que ahora solo les separaba el escritorio—. Pero lo tendré todo si aceptas casarte conmigo.

Paula estaba convencida de que no había oído bien.

—¿Perdona?

—Es una pregunta muy simple —aseguró él—. ¿Quieres casarte conmigo?

Eso era lo que había creído oír.

—No.

—¿Qué?

—Entiendo que no estés acostumbrado a escuchar esa palabra, así que te la voy a repetir. No.

—¿Por qué?

—No tendría por qué darte una razón —las piernas le temblaban, pero tenía que ser más fuerte que nunca—. Pero te la voy a dar. Tú no quieres casarte conmigo en realidad.

—Claro que sí —aseguró Pedro.

—Crees que tienes que ser perfecto y hacer lo correcto porque estoy embarazada de tí. Pero eso no es lo correcto para mí. Así que la respuesta es no —se encogió de hombros—. Yo quiero algo más.

—¿Quieres algo más? Entonces te daré algo más —se la quedó mirando con los ojos brillantes de emoción—. Estoy enamorado de tí. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Quiero a nuestro hijo y quiero que sepas antes de decir que sí que deseo tener más. Te conozco y las palabras no bastan. Así que te lo demostraré todos los días hasta que atraviese esa cabeza obstinada que tienes que no voy a desaparecer. Nunca los abandonaría ni a tí ni a nuestro hijo. No podría dejarte aunque no hubiera niño. Te amo más que a nada. Si me conoces tan bien como crees, sabrás que yo nunca miento.

Paula le creía. El Doctor Perfecto nunca diría una mentira. Para su completo horror y humillación, empezó a llorar y hundió el rostro en las manos. Pedro rodeó el escritorio y la abrazó.

—Pensé que ibas a negar todos mis argumentos, pero no esperaba esto. Por favor, Campanilla, no llores.

—Malditas hormonas —susurró ella apoyando la mejilla en su pecho.

—Vas a tener que ayudarme. ¿Lloras de alegría o de tristeza?

 El corazón de Pedro latía con fuerza bajo su mejilla, y Paula sonrió a través de las lágrimas.

 —Y dicen que eres el más listo de la sala.

—No cuando tú estás en esa sala. He sido el más idiota del planeta, pero tienes que entender que esto es un territorio nuevo para mí. Nunca antes había estado enamorado. Dime que te casarás conmigo.

—De acuerdo —Paula se apartó—. Me casaré contigo.

Pedro le secó las lágrimas de las mejillas con los pulgares.

 —¿Por qué? —le preguntó él con una sonrisa.

—Porque te amo —contestó ella simplemente—. Pero me casaré contigo con una condición.

—Lo que quieras.

—No esperes que sea perfecta.

—La perfección está sobrevalorada —Pedro sonrió todavía más—. Y es aburrida. Lo único que quiero es a tí. Tal como eres.

El doctor Alfonso arreglaba corazones rotos, y saber que la amaba había obrado un milagro en el suyo. Amarle y ser amada por él hacía que valiera la pena apostar por el Doctor Perfecto.




FIN

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