domingo, 23 de abril de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 10

—De acuerdo —ella se puso de pie con Oli en brazos y le dio un beso a su hija en la mejilla. Luego miró a Pedro—. También te toca a tí.

Él asintió y estiró los brazos. Paula le pasó a la niña y se preparó para el grito de protesta que llegó al instante.

—Saldré en cuanto pueda —le dijo Gabriela cerrando la puerta.

Paula fue hasta la sala de observación, donde le pidieron que se desnudara de cintura para arriba y se pusiera una bata. Mientras lo hacía, deseó que el llanto de su hija disminuyera, pero no tuvo esa suerte. Escuchó cómo la puerta de entrada se abría y se cerraba. Pedro estaba siguiendo sus indicaciones y había salido con Olivia. Se sentía como la peor madre del planeta. Todo era culpa suya. No sería tan traumático si la niña conociera a Pedro y aquello era algo que lamentaría toda su vida. Abrió la puerta que daba a la sala de observación y se topó con Gabriela.

—Olivia está muy enfadada.

—Ya lo oigo —contestó la otra mujer pesarosa.

—¿No podría entrar en la sala de observación? Creo que, si puede verme, se calmará.

—De acuerdo, iré a buscarles.

Paula se sentó en la camilla con las piernas colgando. Unos instantes más tarde escuchó a Olivia llorar más fuerte que antes justo cuando Pedro entraba con ella.

—Lo siento —dijo tendiéndole a la niña—. ¿Quieres que me vaya?

—No —no quería quedarse sola, y Olivia ya no contaba. Se había quedado dormida cuando su madre la acunó suavemente—. ¿Puedes tenerla ahora? No pasará nada. Cuando se duerme no hay quien la despierte.

Pedro asintió y tomó a la niña, que efectivamente no se inmutó. Unos instantes más tarde entró una doctora. Leticia Hamilton era una mujer rubia de ojos marrones de veintitantos años.

—Hola, Paula —dijo colocándose las gafas con más firmeza en la pecosa naríz.

 —Te presento a Pedro Alfonso—dijo Paula—. Él también es médico.

—Le conozco por su buena reputación profesional, doctor —dijo la joven asintiendo antes de mirar a Paula—. ¿Así que te has traído apoyo moral?

—Algo así. Es el padre de Olivia.

—Ya veo —Leticia no dió señales de sorprenderse—. Bueno, vamos allá. Hizo la exploración habitual con el estetoscopio y luego le tomó el pulso y la tensión. Después se colocó entre Paula y Pedro mientras le abría la bata para examinarle el pecho izquierdo.

—Aquí está —dijo frunciendo el ceño.

—¿Es cáncer? —preguntó Paula aspirando con fuerza el aire.

—No vayas por ahí —le advirtió Leticia—. No tenemos ningún motivo para creerlo. Podría ser un quiste, o un tumor benigno.

—¿Mamografía? —preguntó Pedro.

Leticia lo miró de reojo antes de volver a centrarse en Paula.

—Como eres tan joven, me gustaría empezar con un ultrasonido. No es tan invasivo, no duele y no produce radiación. Con eso debería bastar para saber si el bulto es una masa o un quiste. En ese caso ya no habría que hacer más pruebas ni habría nada que temer.

Paula miró a Pedro, que seguía sujetando a Olivia, plácidamente dormida. Sintió una oleada de emoción.

—¿Tú qué opinas?

—La doctora Hamilton tiene razón. Vayamos paso a paso.

—Me parece bien.

—Entonces me encargaré de todo —asintió la doctora—. Le diré a Gabriela que te pida cita en el departamento de diagnóstico por imágenes del hospital. Ése es el primer paso. No tienes de qué preocuparte —Leticia le pasó el brazo por los hombros—. Todo va a salir bien.

Cuando estuvieron a solas, Pedro dejó escapar un suspiro. Parecía como si hubiera hecho doble guardia en urgencias con resfriado y fiebre.

—¿Cómo estás?

—Seguramente mejor que tú —dijo mirándole—. Quiero irme a casa.

—Saldré con Oli a la sala de espera para que puedas vestirte.

—Gracias, Pedro.

Y no lo decía sólo porque la dejara a solas. Se alegraba mucho de que la hubiera acompañado. Demasiado. Y alegrarse demasiado significaba que tenía sentimientos persistentes dentro de ella. Cuando tomó la decisión de contarle lo de la niña, estaba convencida de que no era así. Pero ahora sabía que se había equivocado. Los sentimientos dormidos eran como las brasas que quedaban tras un incendio forestal, podían volver a prenderse con suma facilidad.



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