lunes, 10 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 43

Por primera vez en su vida Pedro no se sentía solo, y no tenía nada que ver con que su hermano Federico estuviera sentado a su lado en el coche. Había llegado aquel día para hacer la entrevista en el Centro Médico Mercy para el puesto de Blackwater Lake. Dijo que le había salido bien, y ahora los dos se dirigían a casa de Paula a cenar. Ella era la razón por la que no se sentía solo, y eso le hacía estar incómodo. Le habían educado para ser independiente y nunca había necesitado a nadie. Solo tuvo aquel pequeño desliz en la universidad, cuando le dieron con la puerta en las narices. Pero había aprendido la lección. No había vuelto a permitir que nadie se acercara tanto. Hasta que llegó ella. Algo dentro de él había cambiado la noche en que perdió a aquel paciente. Una compulsión demasiado fuerte como para luchar contra ella le había llevado a su puerta. Y desde entonces la había visto todas las noches a menos que se lo impidiera alguna urgencia.

Ahora Federico estaba en Las Vegas y ella les había invitado a cenar asegurando que estaba deseando volver a ver a su hermano.

—Con Paula eres distinto —el comentario de Federico salió de la nada.

Pedro se tomó su tiempo para pensar en qué decir mientras se dirigía a casa de Paula. Su hermano estaba en lo cierto, y por eso mismo decidió tomarse el comentario a la ligera.

—¿A qué te refieres?

 —La llevaste a casa para conocer a papá y a mamá.

—No —Pedro le miró de reojo—. Tuvimos un problema con el viaje de trabajo.

—Podrías haberlo resuelto buscando otro hotel —señaló Federico—. Pero creo que buscabas la aprobación familiar.

—En primer lugar, no necesito aprobación. En segundo lugar, no hay nada que aprobar. Y por cierto, ¿Eres también psicólogo aparte de médico de familia?

Federico se rió.

—Justo la reacción que esperaba.

—¿Qué demonios quiere decir eso? —preguntó Pedro irritado.

—Esta es mi opinión profesional como sanitario especializado en la persona como un todo, no solo en el cuerpo —Federico hizo una pausa dramática—. Solo tienes ojos para ella cuando está en una habitación llena de gente.

—Paula es una mujer muy guapa. ¿Qué hombre no se la quedaría mirando?

—Sabes tan bien como yo que es muy distinto mirar a una mujer apreciando su belleza a mirarla sin poder apartar los ojos de su boca.

Pedro estaba acostumbrado a ser el más listo de la sala, y le molestaba que su hermano pequeño le superara. Pero no admitiría ni bajo tortura que la boca de Paula le había fascinado desde que la conoció, y que le gustaba todavía más desde que conocía lo bien que sabía.

—No es que quiera cambiar de tema, pero voy a hacerlo —anunció—. ¿Estás seguro sobre lo del puesto en Blackwater Lake?

—Completamente.

—Es un lugar muy pequeño comparado con Fort Worth en Dallas.

—Por eso estoy tan seguro.

—No estarás huyendo, ¿Verdad? —Pedro le miró de reojo. —Viniendo de tí, es como la sartén diciéndole algo al cazo, por utilizar un cliché —Federico tenía una expresión irónica—. Al menos yo le dí una oportunidad al matrimonio.

—Y resultó un desastre.

 Federico ignoró el comentario y siguió hablando.

—No has vuelto a salir con nadie en serio desde aquella estudiante de Arte.

—Eso se llama precaución, no huida.

—Eso se llama andar deprisa y sin parar hacia el lado opuesto a cualquier cosa que huela a compromiso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario