viernes, 14 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 54

Pedro encogió sus anchos hombros.

—A veces es solo una cuestión de sentido común. Un estómago revuelto necesita algo que lo asiente. La tónica es buena para eso. Y las galletas saladas son suaves —se puso de pie—. Iré a la tienda y te compraré algunas cosas.

Paula se levantó también.

—No, yo me ocuparé de eso. Tus pacientes te necesitan.

—No hay ninguna urgencia, nada que no pueda esperar. Volveré enseguida. Tú siéntate —Se detuvo con la mano en el picaporte, la clásica postura de un hombre que estaba deseando huir—. ¿Necesitas algo más?

—No.

—Estupendo. Ahora mismo vuelvo.

 Cuando se hubo marchado, Paula susurró en el vacío que la rodeaba:

—Lo único que necesito no me lo puedes comprar en el supermercado ni en ningún otro sitio.

Lo necesitaba a él.  Su amor.


Parecía que la boda de Nicolás y Zaira se hubiera celebrado hacía mucho tiempo, pero ella la recordaba como si hubiera sido el día anterior. Pedro le había dicho a Zaira que estaba preciosa, que todas las novias deberían casarse embarazadas. Y ahora Paula iba a tener un hijo suyo. Y además estaba enamorada de él. Hubiera sido perfecto si le hubiera pedido que se casara con él cuando la doctora les confirmó que iban a tener un bebé, pero Pedro solo le había ofrecido galletas y tónica. Lo peor de todo era que no la había tocado. Ni una sola vez. Ni un abrazo. No era más que una obligación para él, como un paciente que le necesitara.


Era casi medianoche del mismo día que Pedro supo con seguridad que iba a ser padre. Estaba sentado al lado de la piscina escuchando el tranquilizador sonido de la cascada que caía sobre las rocas en el extremo de su enorme jardín. Federico estaba en una silla a su lado, listo para mudarse a Montana y cambiar radicalmente de vida. Era lo que quería, así que se alegraba por él. No podía dejar de pensar en lo pálida y cansada que había encontrado a Paula cuando tuvo que dejarla a primera hora de aquella tarde. Iba a ser padre y no podía culpar a nadie más que a él. Lo único que tenía en mente era hacerla suya, tenerla en la cama entre sus brazos. Nunca había sido su intención hacerle daño, pero la idea de protegerla de un embarazo no había atravesado la barrera de su deseo. Había sido un estúpido error de principiante. Se había comportado como un crío. Y ahora iba a ser padre. Era un concepto que todavía estaba tratando de asimilar.

—Me alegro de que Matías te esté cubriendo —Federico le dió un sorbo a su cerveza y se quedó mirando hacia el valle situado en la distancia.

—Sí, así puedo tomar un par de cervezas.

—Hasta el momento no has tomado suficiente alcohol como para contarme qué te pasa. Hablar te vendría bien.

Federico solía ser sarcástico con frecuencia, pero no lo estaba siendo ahora. Tal vez funcionara si trataba de distraerle.



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