domingo, 9 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 33

Paula estaba cenando con Pedro en la terraza del hotel. Era una amplia zona de estar con chimenea en la que se servía comida del restaurante. Estaban sentados en ángulo tomando una ensalada. Pedro bebía cerveza porque ella había declinado la oferta de compartir una botella de vino. Esta vez estaba decidida a mantener la cabeza fría. Masticó un trocito de lechuga mezclada con delicioso queso y nueces. No habían podido comparar notas tras salir del hospital para volver al hotel porque o uno u otro habían estado recibiendo llamadas del trabajo.

—Bueno, dime cómo te ha ido hoy con el doctor Hackett —Paula se estremeció al darse cuenta de que sonaba a pregunta conyugal. Era una pregunta de trabajo, y en el trabajo pensaba concentrarse el resto del viaje.

—Primero quiero saber qué te han dicho los señores del dinero —Pedro pinchó un poco de ensalada y la observó expectante mientras comía.

—El reembolso del procedimiento es generoso y rápido. Las aseguradoras médicas están entusiasmadas con la idea y la apoyan porque el tiempo de hospitalización es menor, y por tanto el coste también.

—Entonces, ¿Estás de acuerdo con comprar el robot?

Paula le miró a los ojos.

—Si los demás hospitales que vamos a visitar me dan la misma información, recomendaré la adquisición del sistema quirúrgico.

—No sabes lo felíz que me hace escucharte decir eso —la voz de Pedro rezumaba emoción.

—¿Por qué? ¿Qué has visto?

—Agustín ha confirmado toda la investigación que yo había hecho, pero verlo en acción ha sido… —sacudió la cabeza tratando de encontrar las palabras—. Alucinante.

Paula no pudo evitar sonreír ante su entusiasmo.

 —¿Esa es la terminología médica oficial? —No hay palabras. Esa cosa prácticamente te da de comer en la boca y te limpia las migas.

—Cuéntamelo todo.

La pasión que Pedro mostraba por su trabajo era un inconveniente. Paula había culpado al vino por su pérdida de fuerza de voluntad, pero no tenía nada que ver. Verle así neutralizaba completamente su resistencia.

—Lo importante es recordar que se trata de un robot asistido. Es el cirujano quien manipula las manos de metal.

—¿Manos de metal? —Paula frunció el ceño—. Suena a película de miedo.

—En absoluto. Es una máquina ayudando a un médico. La incisión es exactamente igual todas las veces. Perfecta. Estamos hablando de unos dedos robóticos muy pequeños que se mueven con precisión alrededor del corazón desde el final de un tubo —Pedro apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia delante— . Es una intervención poco invasiva. No hay necesidad de romper el pecho ni de cortar el hueso.

—Ay —Paula se llevó involuntariamente la mano al pecho—. Qué descripción tan clara.

—Lo siento. Pero es necesaria para explicar por qué la recuperación, y por tanto la estancia en el hospital, se hacen más cortas. El paciente vuelve a su vida normal en cuestión de semanas, no de meses. Hay menos dolor y menos cicatrices. No más incisiones desde el esternón hasta el vientre.

—Parece un milagro para los enfermos de corazón.

—Y para los médicos —añadió Pedro dando un sorbo a su botellín de cerveza antes de extender una mano firme como una roca—. Hasta los cirujanos más dotados tienen una vibración menor en las manos. El sistema elimina eso. Corrige los temblores y permite una precisión imposible humanamente, lo que hace que esa parte de la operación sea perfecta.

Paula se dió cuenta de que se presionaba mucho para no cometer ningún error. Eso resultaba extraordinariamente admirable, pero sentía lástima por él también. El robot no era humano y no tenía capacidad para amar, pero Pedro era un hombre que no se daba la oportunidad de hacerlo.

—¿Eres consciente de la cantidad de veces que utilizas la palabra «perfecto»? — le preguntó.

Él sonrió.

—Agus me ha dicho lo mismo. Me ha llamado perfeccionista incurable.

Paula sabía que Pedro estaba hablando de medicina, pero su tendencia a la perfección se extendía al dormitorio. La noche anterior le había hecho el amor a la perfección. Se estremeció. El recuerdo de sus manos sobre su cuerpo le provocaba sensaciones poderosas y un profundo anhelo de algo más.

—¿Te pasa algo, Pau?

—¿Mm? —El sonido de su nombre la devolvió al momento—. No. Supongo que el diagnóstico del doctor Hackett es correcto. Ser perfecto es muy importante para tí.

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