domingo, 2 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 15

—Horacio tiene razón —la madre de Pedro la tomó del brazo y la llevó hacia la salita—. Prepararé unos cócteles y luego pensaremos qué vamos a cenar. Tú siéntate y ponte cómoda. No vemos a Pedro tanto como nos gustaría.

Dardo. Pero estaban siendo muy simpáticos y amables con Paula y se lo agradecía.

—Gracias, papá. Gracias, mamá.

Ana se detuvo cuando iba camino de la cocina.

—Como sabes, Carolina, Daniel y los gemelos van a venir a Houston este fin de semana.  Así que Federico tiene pensado venir también. Es una reunión familiar no oficial. Lástima que tu abuela no esté en la ciudad. Se encuentra de crucero en Grecia.

Cuando estuvieron a solas, Paula se dejó caer en el sofá y le miró fijamente.

—¿Quiénes son Carolina, Daniel y los gemelos?

—Mi hermana, su marido y mis sobrinos. Y ya te había hablado de mi hermano Federico. Vive aquí en Dallas.

—Así que esto sí es una reunión familiar.

—Oficialmente no. La abuela no está. Y dale gracias a tu buena estrella por ello. Es muy dominante.

—Vaya, me siento mucho mejor ahora —Paula no logró disimular la ansiedad en su tono de voz—. Tienes un problema, doctor.

—¿Por qué? Mis padres están encantados de conocerte. Mis amigos son sus…

—Nosotros no somos amigos.

—¿Ah, no? —Pedro  tomó asiento a su lado—. Eso duele. Encima que he desnudado mi alma en el avión para que no pensaras en el despegue…

—Ya —Paula suspiró—. Lo único que me dijiste fue que tu motivación para convertirte en médico fueron las mujeres y el sexo.

Pedro le cubrió las frías manos con una de las suyas.

—No tienes por qué estar nerviosa.

—Para tí es fácil decirlo.

 No era del todo cierto. Estaba a punto de pasar por un interrogatorio privado para comprobar si lo que había hecho recientemente valía la pena. Premios. Menciones de honor. Artículos publicados en la revista de la Asociación Médica Americana. Así eran sus padres, y Pedro confiaba en poder aguantar el tipo.

—Te dejaré que me hagas más preguntas personales para distraerte y que dejes de estar nerviosa.

El rostro de Paula dibujó una expresión de gruñona gratitud.

—Ya estás otra vez siendo amable. Déjalo. No va contigo. Y me estás dando miedo.

Pedro se rió y le pasó el brazo por los hombros en un rápido abrazo.

—Esa es mi chica.

 Las palabras le surgieron con naturalidad, pero no era su chica y aquella certeza le provocó una punzada de aprensión. Para que alguien fuera su chica tendría que cruzar una línea que no quería cruzar. Ya era bastante malo que Paula le tuviera coqueteando con aquella línea, pero un hombre inteligente como él no volvería a pasar por ahí.

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