domingo, 9 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 38

—Kyle Reese —aseguró Paula mirándole—. En el futuro se enamora de una foto. Por eso viaja al pasado para salvar la vida de la mujer que dará a luz al hombre que salvará a la humanidad de las máquinas —suspiró—. Apuesto a que cualquier mujer se desmayaría al escuchar las palabras: «He atravesado el tiempo por tí, Sarah».

—Creo que en esa parte me quedé dormido —bromeó él.

—¿Por qué no me sorprende? —Paula sacudió la cabeza—. Pero piénsalo. Si no fuera por el amor, no habría habido historia.

Pedro asintió lentamente con la cabeza.

—Tu teoría tiene su mérito.

—Gracias —Paula miró por la ventanilla justo cuando el avión daba un bote.

 El estómago se le subió a la boca.

 —¿Y cuál es tu segunda película favorita? —le preguntó él.

—La guerra de las galaxias. Las seis. Y todas las de Indiana Jones.

—Una chica a la que le gusta la acción.

—Sí. Siempre que no tenga que verla subida en un avión.

—Ya casi hemos llegado —la tranquilizó Pedro.

El avión descendió hasta llegar a tocar tierra dando varios rebotes antes de que el comandante apretara los frenos.

—Ahora es como ir en un autobús muy grande y muy caro —le dijo Pedro.

—Gracias por aterrizarme. Literalmente —murmuró ella aliviada—. Eres un hombre muy amable. Él abrió los ojos de par en par.

—¿Acabas de retractarte?

—Así es. Estaba equivocada respecto a tí.

—Entonces, ¿Lo único que necesitaba para que reconocieras la verdad era un viaje en avión con turbulencias?

Paula sonrió.

—Puedo llegar a ser un poco obstinada.

—No, ¿De verdad? —bromeó él—. No me había dado cuenta.

Paula se rió, pero se le cortó la risa cuando el avión se detuvo en la pasarela de acceso a la terminal. De pronto fue consciente de que estaba en casa y tenía que enfrentarse al hecho de que la vida volvería a ser como antes de que Pedro empezara a perseguirla. Ya tenía su sistema quirúrgico y no había razón para que la buscara en el trabajo. Así que todo había terminado. Sintió un bajón en el estómago parecido al que había experimentado en el avión.

Cuando se abrieron las puertas del avión, Pedro salió al pasillo para que Paula pasara delante de él. Cuando entraron en la terminal, el olor azucarado de un quiosco de caramelos y el sonido de las máquinas tragaperras le hicieron saber que estaba de regreso en Las Vegas.

—Ya estamos en casa.

Paula alzó la vista ante su tono y le sorprendió ver que no parecía tampoco especialmente contento de estar allí. Seguramente porque estaba deseando que pasara ya la incómoda despedida. Sin duda ahora lamentaba no haber ido cada uno en su coche al aeropuerto para poder cortar de un modo limpio. Ahora sería imposible evitar la tensión de camino a su casa. Sí, se había acostado con él. Vaya cosa. Bueno, para ella sí era mucho, pero no se hacía ilusiones respecto a que pasara algo más. Pedro quería su robot y sexo. Sin duda sus expectativas se habían cumplido. Caminaron juntos por el aeropuerto hasta llegar a la cinta de equipajes. Esperaron a que salieran sus maletas y luego subieron en ascensor al estacionamiento. El último paso antes de irse fue pagar el tique. Luego Pedro se concentró en la conducción por la autopista hacia Henderson. No habían cruzado palabra desde que ella le dijo que era un hombre amable. Paula estaba deseando quedarse a solas y enfrentarse a solas a aquella tristeza. Finalmente Pedro detuvo el coche delante de su casa.

—Gracias por traerme —Paula sonrió con la mayor alegría que pudo—. Si me abres el maletero, sacaré mi equipaje y podrás seguir tu camino.

—Yo lo saco.

Paula quería gritar. Por mucho que quisiera que aquello terminara, también quería que el momento durara para siempre. Menudo conflicto interno. Pedro le llevó la maleta hasta la puerta de entrada mientras ella buscaba las llaves en el bolso.

—Bueno, pues ya está —dijo.

Pedro se pasó el dorso de la mano por el cuello.

—No sé cómo decir esto…

—Sé lo que vas a decir —Paula le interrumpió porque no podía soportar escuchar alguna excusa de por qué era mejor que no se volvieran a ver—. Y no te preocupes. Bien está lo que bien acaba. El viaje empezó con cierta tirantez pero ha sido un éxito. Has sido un gran compañero de viaje, así que dejémoslo así. Ahora todo vuelve a ser como era antes de que nos fuéramos.

Pedro parecía sorprendido.

—¿Estás diciendo que no quieres volver a verme?

—No —Paula se le quedó mirando fijamente pensando que había oído mal—. Quiero decir… ¿Qué?

—Me estaba preguntando si te gustaría salir a cenar conmigo.

¿Quería volver a verla? ¿Allí, en el mundo real? Un escalofrío de emoción le recorrió la espalda.

—Me gustaría llamarte —continuó Pedro.

—Vale.

—De acuerdo entonces —él sonrió, se dió la vuelta y regresó al coche.

Paula entró en su casa y apoyó la espalda contra la puerta tras cerrar. El Doctor Perfecto no se la había quitado de encima. No se lo podía creer, sentía como si estuviera volando. El problema de subir estaba en que tarde o temprano había que bajar. Y en contraste entre lo desgraciada que se había sentido en el aeropuerto y lo feliz que estaba ahora le indicaba que no iba a ser un aterrizaje controlado. Seguramente se estrellaría. Pero su nuevo lema era vivir el momento. Disfrutaría aquello hasta el final. Y tendría final, porque así era como funcionaba Pedro Alfonso.

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