lunes, 24 de abril de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 17

Paula  había terminado su trabajo diario en el hospital en el que trabajaba Pedro inmediatamente después de la desastrosa conversación en la que había tratado de decirle que estaba embarazada. En aquel momento le pareció que era lo mejor que podía hacer, aunque le encantaba aquel hospital. Ahora que él sabía lo de Olivia, no había razón para andar evitándolo y podría volver a su trabajo allí. Aquella mañana temprano, cuando entró en el Centro Médico Misericordia, se dió cuenta de cuánto había echado de menos aquel lugar. Dentro de sus paredes, el personal estaba centrado en trabajar al unísono para curar la mente, el cuerpo y el alma de los pacientes. También se dio cuenta de lo mucho que había echado de menos ver a Pedro en el trabajo. Como representante de los servicios sociales, la llamaban si había sospechas de maltrato infantil o necesidad económica. Ahora mismo iba camino de urgencias porque él había pedido a una trabajadora social para que viera a uno de sus pacientes. Debería estar centrada en su trabajo, pero el mero hecho de pensar en Pedro  provocaba que la boca le temblara con el recuerdo de su último beso. Una combinación de buenas noches y gracias, le había dicho. Era más fácil creérselo, pero sus bocas se conocían demasiado, y estaban demasiado impacientes por recibir más. Se le formó un nudo en el estómago. Cuando se abrieron las puertas automáticas de urgencias,  las cruzó y lo vió en el mostrador de información, hablando con al enfermera jefe. Mariana.

—Hola, Mariana. Hola, Pedro —dijo Paula deteniéndose al lado del mostrador. La rubia de ojos marrones asintió.

—La identificación que llevas indica que estás trabajando.

—Sí. Los servicios sociales están en cuadro por las vacaciones y me han pedido que venga.

—Ya veo —Mariana le dirigió una mirada fría.

—¿Dónde está Olivia? —preguntó Pedro—. ¿Con Camila? ¿Con Laura?

—No, tenían trabajo. Está en la guardería con Benjamín  y Franco. Adriana Davis, la directora, lleva un programa que permite que estudiantes de educación preescolar hagan allí prácticas y así no cobra a las madres que no pueden permitírselo.

Pedro no dijo nada, pero a juzgar por su expresión, no parecía muy contento.

—¿No ibas a ir a comer, Mariana? —preguntó mirándola de reojo—. Te recomiendo que lo hagas ahora que las cosas están calmadas. No hay nadie en la sala de espera, y no creo que eso dure mucho.

—De acuerdo. Enseguida vuelvo —dijo Mariana levantándose de la silla.

Paula sintió su tensión y echó de menos la relación cálida que tenía antes con la mano derecha de Pedro.


—Que disfrutes de la comida, Mariana.

Su única respuesta fue asentir con la cabeza mientras se iba. Paula miró a Pedro. Aquel hombre conseguía, no se sabía cómo, que la bata azul pareciera una armadura de caballero andante en lugar de un pijama.

—¿Qué puedo hacer por tí? —le preguntó.

La mirada de Pedro se oscureció durante un instante, como le había sucedido después de que se besaran.

—Es la tercera vez en diez días que viene un chico a urgencias con asma. Esta vez no le hemos ingresado.

—¿Cómo puedo ayudar?

—El problema es que, cuando llega aquí, el ataque es tan grave que necesita intervención inmediata porque no ha utilizado medicinas con anterioridad. La familia ha perdido hace poco el seguro médico cuando echaron al padre de su trabajo en la construcción.

—¿Y qué necesita el niño?

—Aprender a manejar la situación. La familia ha comprendido que el mantenimiento médico es necesario para detener un episodio que puede terminar en hospitalización, lo que es muy traumático aparte de caro. El objetivo es minimizar o prevenir el riesgo de una lesión pulmonar permanente.

Paula se dió un golpecito en el labio con el dedo.

—Hay un programa de educación sobre el asma en la clínica a la que van Franco y Benjamín. Lo dirige un pediatra especializado en pulmón.

Pedro  asintió.

—¿Cómo se llama?

—Leandro Damien.

 —He trabajado con él. Es bueno —Pedro se quedó pensativo un instante—. ¿Tiene algún coste?

El trabajo de Paula consistía en conocer los programas y servicios que había en la comunidad para cubrir las necesidades de los pacientes cuando salían del hospital.

—Tanto el médico como el resto del personal donan su tiempo libre, y la clínica es gratis. Lo investigaré más a fondo y hablaré con los padres.

—Bien.

—De acuerdo entonces. Me pondré a ello —Paula se dió la vuelta, pero entonces sintió la mano de él en su brazo.

—Espera, Paula—le apartó la mano—. Ya que estás aquí, hay algo más que me gustaría que hicieras.

—Claro —parecía una colegiala nerviosa.

Demasiado ansiosa. Como un cachorrillo deseando agradar. Había sido aquel maldito beso. La buena noticia eraque no se había metido en la cama con él, como la primera vez que la besó. La mala noticia era que deseaba desesperadamente hacerlo.

2 comentarios:

  1. Esta historia cada vez me atrapa más!!

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  2. Muy buenos capítulos! Los 2 están mucho más ansiosos por repetir lo que tuvieron de lo que quieran admitir

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