miércoles, 5 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 26

—Lo más cerca que hemos estado de una cita fue al hacer de padrinos en la segunda boda de unos amigos.

—¿Segunda boda? —Carolina alzó una ceja.

—Es una larga historia. Resumiendo, la llama de su amor se reavivó y van a tener un hijo.

—Y fueron felices para siempre —su hermana suspiró—. Me gustaría escuchar ese final alguna vez.

—Sé que no hemos tenido oportunidad de hablar, pero te noto un poco tensa. Hay algo que te preocupa —Pedro apoyó los antebrazos en la encimera y la miró a los ojos—. ¿Qué ocurre, Caro?

—Eres muy perceptivo —su hermana sonrió con tristeza—. Mi vida se va al garete.

—¿Es una cuestión de hormonas? ¿El momento del mes?

—Ojalá.

Al ver que no seguía hablando, Pedro dijo:

—Tampoco hablo tanto como debería con papá y mamá, pero nunca pierden ocasión de hacerme sentir un fracaso a tu lado.

—Vamos, por favor —Carolina puso los ojos en blanco—. Y eso lo dice el cirujano cardiotorácico.

—Hablo en serio. Están muy orgullosos de tí. Tienes una carrera de éxito en un mundo tradicionalmente masculino. Eres esposa y madre de gemelos. Lo has hecho bien, no como yo.

—No —ella sacudió la cabeza con vehemencia—. Tú eres el inteligente.

—¿Porque estoy solo? Dios, eso suena patético.

—Si no te comprometes, no puedes cometer un error —arguyó Carolina.

Aquel era su lema, pero ahora se quedó con la palabra «error».

—¿Estás diciendo que has cometido un error con Daniel? —le preguntó.

—Técnicamente el error es suyo por serme infiel.

La testosterona de hermano mayor alimentó una furia que le atravesó como un huracán.

 —¿Cómo lo has sabido? —preguntó.

 —Le he pillado —Carolina se cruzó de brazos—. Encontré correos electrónicos y mensajes de texto.

—¿Dónde está ahora?

—¿Por qué? —le preguntó ella preocupada—. ¿Vas a ir a pegarle?

—¿Crees que no puedo hacerlo?

—Preferiría que no lo hicieras. Creo que Daniel quería que yo me enterara de lo de su aventura. Es un genio de la informática. Creo que podría haber evitado que yo viera esos mensajes —suspiró—. Y parte de la culpa es mía.

—Lo dudo —afirmó Pedro enfadado.

—Gracias por tratar de protegerme, pero mi trabajo es demasiado exigente. Y el de Daniel también. Luego están los gemelos, el colegio y las actividades extra escolares. Aunque pudiéramos sacar tiempo para nosotros, estamos agotados.

—Al parecer él no tanto. Está viendo a otra persona.

—Creo que es una llamada de atención.

—Entonces eres mejor persona que yo —Pedro se la quedó mirando—. ¿Lo saben papá y mamá?

—Me da miedo decírselo. No quiero destrozar la imagen que tienen de mí. No quiero ver la decepción en sus ojos —la voz se le quebró y se llevó una mano a la boca.

Pedro se acercó a abrazarla.

—Tendrás que contárselo.

—No, puedo arreglar esto —Carolina aspiró el aire por la nariz—. Tengo que idear algún plan.

—¿Le amas?

—Sí. Es de lo único que estoy segura —sonrió y se apartó de él.

—¿Y él a tí? —una vez planeó pasar el resto de su vida con una mujer y pensó que sus sentimientos eran recíprocos. Cuánto se había equivocado. Le dolió mucho y no quería que su hermana pasara por lo mismo.

—Mi intención es averiguar cuáles son sus sentimientos.

Pedro se preguntó cómo pensaba hacerlo, pero no lo preguntó.

—Si hay algo que puedo hacer, no dudes en…

—Es un gran alivio haber podido contárselo a alguien. Será mejor que salga o papá y mamá sospecharán que pasa algo —recogió las toallas—. Gracias por escucharme.

—Papá y mamá te escucharán y te entenderán.

—¿De verdad lo crees? Nunca se cansarían de enumerar los errores que he cometido.

—Como quieras —Pedro le dió un beso en la frente—. Cuéntame cómo va todo y, si hay algo que yo pueda hacer, dímelo.

—Lo haré —Carolina salió.

Pedro se sintió impotente porque no le parecía suficiente con escuchar. Pero Carolina tenía razón en una cosa. Él nunca olvidaría la desilusión de sus padres cuando les confesó su fiasco amoroso. Y luego su madre soltó aquello de «esa mujer» con un tono desdeñoso que lo decía todo. Era una experiencia por la que no quería volver a pasar nunca. Pedro Alfonso no volvería a permitirse fallos que pudieran ser criticados públicamente. El rostro de hada de Paula apareció en su cabeza y el deseo se apoderó de él como le pasaba siempre. Era misteriosa y quería desvelar sus secretos. Pero eso era todo. Nada de compromisos.

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