miércoles, 5 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 25

—Mi enhorabuena a tu madre. Contra todo pronóstico, has salido muy bien — le dió una palmadita en la mano—. Cuando Caro tenía doce años sentí que mi papel en su vida era todavía más importante. Empezaba a surgir en ella ese molesto interés por el sexo contrario. Su madre y yo queríamos meterla en un convento hasta que cumpliera los treinta y cinco, pero no se dejó. Lo único que podíamos era confiar en que los chicos que se le acercaran fueran gays. No era algo preciosamente realista.

—¿Y Pedro? ¿Y Horacio? —añadió.

 —Personalidades diferentes, retos únicos.

—¿Qué clase de retos?

—Los padres caminamos por una línea muy fina. A diferencia de las matemáticas, no existe una fórmula para determinar la capacidad de tus hijos o cuánta presión puedes ejercer para que desarrollen todo su potencial —la sonrisa se le borró completamente del rostro—. Todavía no tengo claro que lo hiciéramos lo mejor posible.

—Yo creo que han hecho un trabajo magnífico con sus hijos, Horacio.

—Es muy amable por tu parte decir eso. Pero… no puedo evitar preguntármelo.

Aquellas palabras eran un misterio para Paula. Horacio y su mujer habían criado a una ingeniera aeroespacial y a dos médicos. En cambio ella había entregado a su bebé en adopción y seguía pensando en el fondo de su corazón que había hecho lo correcto. Y sin embargo, también se hacían preguntas. ¿Estaría pagando su hija un precio emocional demasiado alto por haber sido adoptada? ¿La estarían presionando sus padres adoptivos demasiado? ¿O no lo suficiente? Y luego estaba el problema de la tentación de acostarte con Pedro la noche anterior. Gracias a Dios que no lo había hecho. Todo es muy divertido hasta que se tienen relaciones sexuales y una se da cuenta de que hay sentimientos en juego. Y ella nunca sería lo suficientemente buena como para encajar con aquellas personas porque la brillante y excepcional familia Alfonso nunca entendería por qué alguien había renunciado a la carne de su carne.

Pedro miró por la ventana de la cocina a sus padres jugando en la piscina con sus nietos. El partido de fútbol de antes había sido muy divertido, pero sin duda iba a tener agujetas.

—¿Pepe?

Se dió la vuelta al escuchar la voz de su hermana. Llevaba bañador, pareo y toallas en las manos. Parecía claro que iba camino de la piscina.

—Hola, Caro.

Ella se acercó un poco más y dejó las toallas sobre la encimera de granito de la isla de la cocina.

—No hemos tenido oportunidad de hablar.

 —Siempre hay mucho lío.

—Has traído a una amiga a la reunión familiar.

—¿Y qué tiene eso de raro?

—No sabía que tuvieras amigas.

¿Eso era Paula para él? El beso de la noche anterior había sido algo más que amistoso. Eso le asustaba y al mismo tiempo le hacía desear más. Mucho más.

—Paula es una colega del hospital. Está aquí porque hubo un problema con las reservas de nuestro viaje de trabajo.

—Si tú lo dices… —Carolina le observó durante un instante—. Espero que no se trate de otra aventura.

Pedro no tenía relaciones duraderas, así que Carolina estaba condenada a llevarse una desilusión.

—¿Por qué lo dices? —le llevó a preguntar la curiosidad.

—Parece realmente simpática. Encantadora.

Aquello le hizo sonreír. No era la palabra que él utilizaría para describir a Paula Chaves. Sexy. Atrevida. Inteligente. Aunque lo cierto era que también resultaba encantadora.

—Paula es todo un personaje.

—Me encanta. Y me gusta su nombre, por cierto.

Pedro no le había preguntado por qué se llamaba así, si se trataba de un nombre familiar. Lo cierto era que no sabía mucho sobre ella excepto que se había criado en una caravana. Lo único que tenía claro era que la atracción que sentía no se le quitaba. Eso no le había sucedido desde la universidad y debería bastar para echarle atrás. Pero no era así.

—Por cierto, ¿Dónde está? —preguntó Carolina.

—Arriba, recogiendo sus cosas. Dentro de un rato vamos a ir al hotel a dejar las cosas. Está más cerca del lugar de nuestras reuniones y tenemos que estar en el hospital temprano.

—¿Habitaciones separadas? —Carolina era de naturaleza inquisitiva y no se cortaba ni con las preguntas personales.

—Sí.

—¿Y hace mucho que la conoces?

—Unos cuantos meses —desde que Pedro empezó su campaña a favor del  robot quirúrgico y ella le dijo que no—. Es fascinante.

—Así que llevan ya un tiempo saliendo juntos.

—Lo cierto es que nunca hemos salido.

Cuando le pidió que fueran a tomar una copa, la respuesta de Paula fue no. Parte de lo que le llamó la atención al principio fue su actitud negativa, su irracional obstinación. Y el hecho de que le colocara en la misma categoría que a aquel estúpido de su pasado.

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