lunes, 24 de abril de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 13

—Ya sabes que lo que tiene Franco seguramente sea contagioso —dijo—. Oli debe mantenerse lejos.

—Por supuesto. Pero es muy difícil —dijo estirando el brazo para colocarla en posición sentada—. Le encantan esos niños. Los tres son como hermanos.

Un instante más tarde, de la boca de Pedro surgieron las palabras antes de que se parara a pensar en ellas.

—Oli y tú deberían venir a vivir conmigo.

Paula se quedó mirando fijamente a Pedro durante un largo instante.

—Debo estar más cansada de lo que pensaba. Nunca adivinarías lo que me ha parecido escuchar.

—Has oído bien. Es una buena idea que Oli y tú se muden a mi casa.

En el pasado, Paula hubiera dado cualquier cosa con tal de escuchar aquellas palabras, pero ahora le hicieron sentirse mal.

—Es una casa muy grande.

Paula agarró a Olivia y se la colocó en la cadera. Luego se dirigió a la cocina para darle agua a la niña. Tras dejarla en el suelo con sus juguetes, se acercó más a Pedro y alzó la vista.

—Recuerdo perfectamente lo grande que es tu casa. He estado allí. Tal vez lo hayas olvidado.

—Difícilmente —los ojos de Pedro brillaron durante un instante, señal de que no había olvidado cómo habían hecho arder las sábanas—. Pero tú me dijiste una vez que era un sitio muy grande para una sola persona.

Paula lo recordaba. Fue durante aquella fase absurda en la que pensó que podía haber una posibilidad de felicidad para ellos.

—Lo mantengo.

—Y yo estoy de acuerdo contigo —Pedro esbozó aquella sonrisa que hacía caer rendidas a las mujeres—. Además, el barrio es estupendo.

A Paula le temblaron las rodillas, pero se negó a ceder y se cruzó de brazos.

—No creo que sea una paranoia pensar que has llegado a la conclusión de que el actual barrio de Oli está por debajo de tus estándares.

—No quise decir eso.

—Entonces deja que afine más. No quieres que Oli se relacione con nadie que no llegue al listón que tú tienes.

Mucho tiempo atrás, cuando ella era tan joven y estaba embarazada, había sido la chica con la que ningún padre quería que saliera su hija. Parte de aquella niña solitaria y humillada todavía vivía dentro de ella.

—Lo que quise decir es que sería más fácil tenerla controlada. Cuando vayas a trabajar, no tendría que quedarse en un ambiente lleno de gérmenes.

—Oh, por favor. El mundo está lleno de gérmenes. No hay forma de protegerla de eso, Pedro. Tú eres médico. Lo sabes de sobra.

Él se frotó la nuca con la mano.

—Pero ahora mismo está innecesariamente expuesta. Es mi opinión profesional.

Paula deseaba enfadarse con él, pero había dos cosas que se lo impedían. En primer lugar, estaba muy guapo con aquella camiseta negra metida dentro de los gastados pantalones. Y en segundo lugar, le enternecía ver cómo trataba de proteger a su hija. Tenía un gran instinto paternal. Con un poco de práctica se convertiría en un buen padre.

—Soy la tutora de las adolescentes del programa que dirijo, y parte de mi responsabilidad es ser accesible para ellas. Y tú vives al otro lado de la ciudad. Si Camila o Laura me necesitan, estaré muy lejos.

—¿Y no es más importante Olivia? —preguntó Pedro poniéndose en jarras.

—Oli es lo más importante del mundo. Y nunca haría nada que pusiera en peligro su bienestar —Paula suspiró—. Pero esas adolescentes y los hijos que han traído al mundo también son importantes. Necesitan guía, porque sus familias las rechazaron cuando se quedaron embarazadas. No contaban con ninguna ayuda ni sabían dónde ir.

Paula no había tenido la opción de quedarse con su bebé. Había querido a su hijo con cada fibra de su ser y no pudo soportar la idea de que pasara hambre o se pusiera enfermo. No pudo soportar que necesitara algo que ella no pudiera darle por haber sido demasiado egoísta para hacer lo correcto. Su bebé necesitaba un techo bajo el que vivir.

—Estás verdaderamente entregada a esas jóvenes, ¿Verdad? —preguntó Pedro soltando un suspiro.

—Totalmente —respondió ella sin dudar.

—¿Por qué?

Sus motivos eran profundamente personales. Aunque haberlo dado en adopción era lo correcto, todavía le dolía de modo insoportable preguntarse si le estaría yendo bien. ¿Pensaría que ella no le quería? ¿Estaría furioso y resentido por no haber conocido a su madre biológica? La motivación de Paula  era salvar al mayor número posible de jóvenes de tener que pasar por la misma traumática experiencia. Pero lo único que dijo fue:

—Es lo que tengo que hacer.

—¿Aunque eso suponga que Oli renuncie a estar en un lugar mejor?

 —Escucha, Pedro, ¿De verdad crees que soy una mala madre? Porque una mala madre no pondría a su hija en primer lugar…

—No estoy diciendo eso.

—Sí, claro que sí —Paula se puso en jarras y se lo quedó mirando fijamente—. Todo lo que hago, cada decisión que tomo, es por el bien de Oli. Incluido el hecho de contarte a tí que tienes una hija por si algo llegara a ocurrirme. Y ahora mismo tengo que decir que me estoy arrepintiendo.

—¿Y eso por qué?

—Te estás entrometiendo en mi vida —respondió ella.

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