miércoles, 19 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 60

—Papá y tú eran unos triunfadores. Supongo que siempre quise hacerlo igual que ustedes o incluso mejor. Pero es muy difícil seguir sus pasos. Solo la perfección podría considerarse como un éxito.

—Oh, hijo —los ojos marrones de Ana se llenaron de lágrimas—. Si esa fue la lección que aprendiste, entonces te hemos fallado. El instinto de un padre es proteger a sus hijos. Evitarles el mal. Intentar establecer un entorno seguro y estable. Pero la gente imperfecta se enamora y hay baches en el camino.

Pedro no recordaba más que aguas tranquilas.

—¿Papá y tú?

—Por supuesto —Ana pasó un dedo por el borde del plato de queso—. ¿Nunca te has preguntado por qué los gemelos y tú se llevan tantos años?

—No. Tú siempre lo tienes todo planeado, así que supuse que lo planeaste así.

—El hombre planea y Dios se ríe —había dolor en su tono de voz—. Me costó volver a quedarme embarazada, pero finalmente lo conseguí. Estábamos encantados hasta que perdí al niño. Aunque te teníamos a tí y te queríamos mucho, perder a ese niño fue devastador. Yo me deprimí y tu padre se retiró. Estuvimos un tiempo separados.

Pedro recordaba vagamente que su padre se había ido y venía de visita. Y luego regresó.

—Yo no sabía qué estaba pasando.

—Porque lo hicimos mal —Ana suspiró—. Teníamos problemas y no lo manejamos bien ni contigo ni entre nosotros. Por cierto, todos los matrimonios tienen sus altibajos. Sé por lo que está pasando Becky ahora mismo.

—¿Te lo ha contado?

—Sí. Nos dijo que tú le aseguraste que la entenderíamos y tenías razón. Lo hicimos lo mejor que pudimos. Le dije, y te lo digo a tí ahora, que el matrimonio necesita mucho trabajo. Pero si hay amor, hay mucho material con el que trabajar.

—No sé qué decir.

—Bien, porque no he terminado todavía —Ana sonrió—. El amor y el matrimonio son un lío, son reales, no son algo perfecto. Y eso hace la vida más emocionante y maravillosa. Tienes que vivir, Pepe. Arriésgate. Déjate llevar. No siempre va a ser perfecto, solo de vez en cuando. Pero en los intermedios también está bien. Me preocupaba mucho que estuvieras solo.

—No he estado solo —en cierto modo. Había salido con chicas, pero hasta que llegó Paula sí estuvo solo. Muy solo.

—Estás mintiéndote a tí mismo y estás escogiendo la cantidad por encima de la calidad. Hazme caso, si estás esperando una señal de Dios para saber que vas a tomar la decisión perfecta, te quedarás esperando mucho tiempo. Y me daría mucha pena que te perdieras algo maravilloso porque creas que tu padre y yo esperamos la perfección.

—Lo que esperaban era un criterio perfecto. Está claro que no estaban complacidos con mi elección en la universidad.

—¿De qué estás hablando?

—Quedó clarísimo para todo el mundo que no os caía bien, que a nadie en la familia le gustaba y que nunca encajaría.

—Cariño —a Ana le temblaron los labios—. Esa chica te rompió el corazón y yo la odié por ello. Creí que te ayudaría a superarlo si te decíamos que no era para tí. Pero lo que conseguimos fue que decidieras no volver a intentarlo.

—Ese fue el mensaje que recibí.

—Bueno, pues es un mensaje equivocado —afirmó su madre—. No podía soportar verte herido y fue lo único que se me ocurrió. Lo siento, Pepe. Tu criterio no estuvo nunca en tela de juicio. Esa chica fue una idiota al rechazarte.

—Eso pienso yo también.

—Pero Paula no es una idiota —Ana le tocó el brazo—. Y es buena para tí.

—Es una mujer especial —Pedro  la besó en la mejilla y sintió como si le hubieran quitado un peso de encima.

—No te comprometas con ella si no la amas, pero, si la amas, no la dejes escapar por temor a cometer un error.

—¿Quién se va a escapar? —Horacio entró en la cocina y dejó su cóctel sobre la encimera.

—Paula y Pepe van a tener un hijo —dijo Ana mirando a su hijo—. Lo siento. Estoy demasiado emocionada para callarme. ¿Verdad que es una noticia maravillosa?

—Felicidades, hijo —su padre sonrió de oreja a oreja—. Me gusta esa chica.

—A mí también —reconoció Pedro.

—¿Y qué van a hacer? —preguntó Ana.

—Buena pregunta —Pedro no estaba seguro. Había dejado a Paula de lado por temor a cometer un error, y ese había sido el mayor error de todos. Ahora tenía que pensar un modo de arreglar el lío que había montado.

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