miércoles, 5 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 24

Paula salió al exterior a la mañana siguiente con un café en la mano para sentarse en la sombra del porche y presenciar el apasionado partido de fútbol que ya se estaba jugando en el jardín. Pedro y su sobrino iban contra Horacio y su sobrina. Si aquello era lo que ellos definían como «no hacer nada», no creía que pudiera sobrevivir a alguna actividad organizada de la familia Alfonso. Seguramente besar anoche a Pedro no podía calificarse de actividad, pero había sobrevivido. Por los pelos. Si no hubieran estado en casa de sus padres, no estaba muy segura de qué habría pasado.

Cuando Federico tiró la pelota fuera de los límites del campo, Pedro hizo un gesto para pedir tiempo muerto. Los niños agarraron sus botellas de agua y se fueron a discutir tácticas de juego con Federico mientras Pedro tomaba asiento al lado de Paula.

—Buenos días.

—Lo mismo digo.

Pedro le dió un largo trago a su botella de agua y la visión de su fuerte cuello tragando le resultó extrañamente sexy y fascinante.

—Ya hace calor. ¿Has dormido bien? —le preguntó mirándola.

—Muy bien —y era cierto, había dormido bien entre las horas que no había podido dormir porque estaba pesando en besarle—. ¿Y tú? ¿Has dormido bien?

—De maravilla.

Lo bueno de ser una mentirosa era que podía reconocer a otro con facilidad.

—Tío Pepe—Micaela se acercó a ellos. Era una niña preciosa de cabello largo y castaño recogido en una coleta—. Joaquín dice que no sé driblar.

 —Tu hermano está tratando de hacerte perder la confianza en tí misma.

—¿Qué quiere decir eso? —preguntó la niña abriendo sus ojos verdes de par en par.

—Que quiere que pienses mucho para que vayas más lenta.

—Porque soy más rápida que él. Lo sabía —entonces sonrió, se dió la vuelta y corrió hacia su hermano—. El tío Pepe ha dicho que yo soy la más rápida. El tío Pepe adquirió una expresión preocupada.

—Eso no es exactamente lo que yo he dicho. Eres testigo.

Paula miró hacia los niños, que ahora discutían sobre velocidad y habilidad. La niña que ella había entregado en adopción tendría ahora diez años, sería mayor que los gemelos. ¿Era una niña feliz? ¿Se sentiría querida? Siempre pensaba en su hija, pero últimamente todavía más porque cada vez era más importante que Spencer no lo supiera para que no la despreciara por ello.

—No te pongas tan seria —su voz grave encerraba una cierta confusión—. Solo estaba bromeando. Siempre están compitiendo el uno con el otro. Querer ser el mejor es un rasgo de la familia Alfonso.

—Ella tiene que mantener su posición frente a los chicos —Paula no estaba pensando solo en Micaela.

—No te preocupes. Yo cuidaré de ella.

Paula deseó que su hija tuviera un tío como él. Micaela empezó a llamar a Pedro.

—Estoy lista para volver a jugar. Tenemos que meter un gol, tío Pepe.

Él fue a reunirse con los otros tres, que ya estaban jugando en aquel campo que era tan grande como algunos parques. Paula escuchaba sus gritos y las risas, pero no podía oír lo que decían.

—Buenos días —Horacio tomó asiento en la silla que había al lado de la suya.

—Hola —Paula le dió un sorbo a su café.

—¿Has dormido bien?

 —Sí —seguía mintiendo. Sintió que se le sonrojaba el cuello aunque Horacio no supiera lo que había sucedido entre su hijo y ella en el pasillo—. ¿Y tú?

—Estupendamente —Horacio miró hacia el cuarteto que jugaba—. ¿Por qué no estás con ellos?

—Porque no sé nada de fútbol y además hace demasiado calor para mí. En los meses de verano me alegro de tener un trabajo de oficina.

—Una chica inteligente.

—Lo intento, aunque no puedo ni acercarme a su liga, señor Premio Nobel de Economía.

Horacio se rió.

—Estoy orgulloso de ese premio —admitió—. Pero palidece al compararlo con el reto de ser padre. Es algo más que una distinción biológica, ¿Sabes?

—No sabría decirte —por alguna razón que no lograba entender quería confiarse a aquel hombre—. Mi padre no tenía mucha relación conmigo antes incluso del divorcio. Y después desapareció completamente.

Horacio tenía una expresión de profunda desaprobación.

—¿Cuántos años tenías?

—Doce.

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