miércoles, 19 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 63

—Tiene que hacer ambas cosas. Su recuperación va a ser un trayecto largo y va a necesitarla.

Los ojos de la mujer volvieron a llenarse de lágrimas, pero dijo:

—Haré todo lo que haga falta para que se ponga bien.

—Bien —Pedro asintió—. Habrá días buenos y días malos —exactamente lo que su madre había dicho sobre el matrimonio. No era perfecto, pero valía la pena—. Ahora mismo no veo ninguna razón médica por la que no vaya a recuperarse —le ofreció su tarjeta—. Llámeme cuando quiera si tiene alguna pregunta.

—Gracias, doctor.

La mujer se marchó y Pedro terminó el informe. Luego se sentó unos minutos a pensar. Siempre se había concentrado en la perfección quirúrgica. Hasta ahora, el paciente y el punto de vista de su familia habían quedado fuera de su radar, pero estaba viendo la vida con nuevos ojos gracias al amor que sentía por Paula. Se había esforzado tanto en no cometer ningún error que se había perdido la mejor parte de la vida. Tal vez estuviera esperando la llegada de una Campanilla descarada y sexy para aprender que no arriesgarse era el mayor error de todos. Verla era siempre lo mejor del día. Era la mujer más tierna, dura, dulce y bella por fuera y por dentro que había conocido en su vida, y no podía imaginar la vida sin ella. Sin ella y sin el bebé. Les quería a los dos, nunca había estado tan seguro de algo en su vida. De pronto le resultaba vital decírselo. Miró el reloj de la pared. Eran las tres y media y ella estaría todavía trabajando. Ni siquiera el cuarto de baño de señora conseguiría que se escondiera de él. Había liado mucho las cosas, pero gracias a su hermano Federico sabía cómo arreglarlo.


Paula  miró desde su escritorio a Diego Carson, su jefe. Era muy alto, de pelo oscuro y ojos marrones. Guapo, supuestamente, y soltero. Sofía  le decía siempre que debería ligar con él, pero nunca se había mostrado interesada. Ahora Pedro la había imposibilitado para fijarse en cualquier otro hombre. Maldito fuera.

Esta reunión en su despacho era para hablar del robot de Pedro y aprobar el traspaso de fondos de diferentes programas para tratar de minimizar el impacto en todos ellos. El objetivo era adquirir tecnología puntera sin perder calidad en los cuidados de ninguna área del hospital.

—Buen trabajo —Diego le devolvió el informe—. Has cubierto todas las áreas. Ahora tenemos que hablar de…

La puerta del despacho se abrió sin previo aviso y Pedro entró.

—Tengo que hablar contigo. No cabía duda de que se refería a ella.

—Estoy reunida.

—Paula—Sofía entró al instante—, he tratado de decirle que estabas ocupada, pero ha pasado por delante de mí.

Pedro no apartó la vista de Paula.

—No hay nada más importante que lo que tengo que decirte.

—No pasa nada, Sofi—dijo Paula.

 Su asistente asintió y salió del despacho. Paula hizo un esfuerzo por mirarlo. Verle hacía que le doliera el corazón, pero no podía apartar la vista de él. Sabía también lo intratable que se ponía cuando quería algo. Luego lo conseguía y perdía el interés. Al menos así había sido con ella. No había respondido a sus llamadas porque no quería oír que iba a dejarla.

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