viernes, 21 de abril de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 2

—Lindquist es especialista en pecho. Lo conozco muy bien. Le llamaré y…

—No, no es eso de lo que quería hablar contigo. No estoy preocupada por mí, sino por mi hija.

—¿Tu hija? No sabía que…

—Nuestra hija. Tiene once meses. Se llama Olivia. Oli.

Pedro se pasó la mano por el pelo.

—¿Qué diablos estás diciendo? ¿Por qué debería creerte, Paula? Tú fuiste la que se marchó. Y antes de eso, no mencionaste nunca que estuvieras embarazada.

—No me diste oportunidad.

—¿Esto es culpa mía? —Pedro alzó los dedos—. Dos palabras: «Estoy embarazada». Eso es lo único que tenías que decir.

—No era tan fácil —no después de la horrible experiencia que sufrió cuando no era más que una niña.

—Y perdona que te lo pregunte, pero ¿Por qué me lo cuentas ahora?

—Por el bulto —aseguró ella sin vacilar—. Si algo me ocurriera, Oli  no tendría a nadie.

Pedro entornó los ojos con desconfianza.

—¿Por qué debería creerte después de todo este tiempo? ¿Qué buscas, Paula? ¿Qué quieres de mí?

Paula pensaba que no podría sufrir más que la noche en que trató de contarle a Pedro Alfonso lo del bebé, pero se equivocaba. Su segundo rechazo resultaba igual de doloroso, porque incluía a Olivia. ¿Cómo podía rechazar a una niña tan dulce?

—Fue un error no contártelo en su momento —admitió—. Pero espero que no castigues a tu hija por mi error.

—No tengo motivos para pensar que sea mi hija. Siempre usé protección cuando estuvimos juntos. Yo no me arriesgo.

—Yo tampoco —aseguró ella. El error que había cometido hacía tanto tiempo la había vuelto muy cautelosa—. No sé qué decirte, excepto que supongo que el preservativo se rompió.

En aquel momento entró Mariana Levin. Paula había visto de vez en cuando a la jefa de enfermeras de urgencias cuando trabajaba allí. La robusta mujer la miró con los ojos entornados y luego clavó la vista en Pedro.

—Tienes trabajo, doctor. Están trayendo a las víctimas de un accidente de coche. Uno de ellos es un niño de once meses con un golpe en la cabeza. Tienes tres minutos —dijo Mariana mirándolos con dureza antes de salir.

—¿Dices que el preservativo se rompió? Vamos, puedes inventarte algo mejor —al parecer, Pedro tenía pensado utilizar sus tres minutos para interrogarla—. Una vez más te pregunto por qué debería creerte.

Ella lo miró fijamente.

—Si me preguntas eso, está claro que no me conoces. Yo nunca te mentiría, Pedro, y menos sobre algo así.

Paula sintió que ya había vivido aquella situación cuando se giró para marcharse, pero esta vez también tenía el corazón roto por Olivia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario