domingo, 9 de abril de 2017

Enamorada: Capítulo 39

A la mañana siguiente del regreso de Dallas, Paula fue al hospital y se dirigió a su despacho. Sentía algo nuevo y extraño. Si tuviera que escoger una palabra, elegiría «felicidad». Estaba felíz porque tenía una ilusión. Tal vez el camino de Pedro y el suyo se cruzaran en el trabajo, y la idea le aceleraba el corazón. Y, si no se encontraban, tampoco importaba, porque le había dicho que la llamaría. Esa era la mejor parte de todas. Al llegar a su despacho vio a su asistente en su escritorio.

—Hola, Sofía. Qué mañana tan bonita, ¿Verdad?

La joven alzó la vista de la pantalla del monitor con expresión humillada.

—Siento muchísimo el lío que se montó con las reservas.

Aquel día en Dallas parecía muy lejano porque habían ocurrido muchas cosas. Había llegado a conocer mejor a Spencer, mucho mejor si contaba con que se había acostado con él.

—No pasa nada, no te preocupes —le dijo a su asistente—. Todos cometemos errores.

Menos Pedro, se corrigió a sí misma. Él era Doctor Perfecto.

—Me alegro de que te lo hayas tomado así —murmuró Sofía.

—No pasa nada —repitió con una sonrisa—. Creo que lo primero que haré será quitarme de encima los correos electrónicos. He revisado algunos en Dallas, pero debe de haber millones.

Sofía parecía sorprendida.

—¿Seguro que estás bien? Es la primera vez que hablas de tus correos sin anteponer una palabrota. Y has sonreído al decirlo.

—Solo estoy de bueno humor —Paula se encogió de hombros.

—Espero que la próxima vez que meta la pata el Doctor Tío Bueno te devuelva de otro viaje con la misma actitud comprensiva —Sofía había recuperado su habitual descaro.

Varias horas más tarde, Paula seguía de buen humor, pero estaba empezando a ponerse bizca de tanto mirar a la pantalla. Fue un gran alivio ver a Zaira en el umbral, y una buena excusa para tomarse un descanso.

—Hola —Paula se levantó y fue a darle un abrazo a su amiga.

—Hola. Solo tengo unos minutos, pero quería pasar a saludarte y ver qué tal te había ido el viaje.

Paula pasó la mano por el abultado vientre de su amiga.

—Vaya, esto ha crecido mucho.

—Así es. Y gracias por no decir algo tipo: «Qué gorda estás».

—Eres mi mejor amiga. Nunca te diría algo parecido a: «Si te rompen una botella de champán en la proa y te ponen una bandera en el pelo, podrías formar parte de la flota del Pacífico». En serio, Zai, estás preciosa —tomó asiento otra vez en su escritorio y su amiga se sentó en una de las sillas que había delante—. Brillas.

—Me siento muy bien. Y el bebé también está bien. Ya sabemos el sexo.

—Creí que Nicolás  y tú querían que fuera una sorpresa.

—Nico cambió de opinión, y yo no me iba a quedar sin saberlo. Es una niña — sonrió.

Paula  pensó que nada podría pinchar su globo de felicidad, pero la puñalada de envidia que sintió lo hizo. Fue algo involuntario. Estaba preparada para no sentir más que alegría por su amiga, que estaba con el hombre al que amaba y ahora iba a tener una hija con él. Era todo lo que  pensó una vez que sería suyo hasta que el hombre se largó y ella lo perdió todo.

—Felicidades —consiguió recomponerse y sonreír—. ¿Han escogido ya nombre?

Zaira asintió.

—Nicole Paula.

Ahora se sentía una egoísta por haber sentido celos.

—Es precioso. Gracias.

—Son los nombres de mis dos personas favoritas del mundo. Por supuesto, queremos que tú seas la madrina.

—Será un honor para mí —Paula dijo las palabras automáticamente, pero sintió una punzada de culpa.

Si Zaira supiera lo que había hecho, ¿Le otorgaría aquella confianza?

 —Bueno, ¿Qué tal el viaje? —preguntó su amiga—. ¿Te ha gustado Dallas?

—Sí. Conseguimos todos los objetivos que teníamos —y también algunos más—. Y tengo que decir que estabas en lo cierto respecto a Pedro. Es un hombre amable.

La otra mujer parecía preocupada.

—Entonces, ¿Te has acostado con él?

Paula parpadeó. ¿Acaso lo llevaba tatuado en la frente?

—¿Cómo lo has sabido?

—Porque te conozco. Y por eso voy a decirte algo. Es amable. Es divertido. Pero no cometas el error de enamorarte de él.

—¿Quién ha hablado de amor?

—Nadie. Pero te sientes atraída por él desde hace tiempo.

—¿Cómo diablos sabes tú eso? —quiso saber Paula.

—Por el modo en que te quejabas de él. ¿No habías oído nunca que el amor y el odio están muy cercanos? Te resistías, pero te gustaba.


—De acuerdo. Tienes razón.
—Me preocupas, Pau. Tengo claro que te tomas las cosas muy a pecho. Que no olvidas.

—Pero ¿Cómo…? —Paula guardó silencio cuando su amiga levantó una mano.

—Sencillamente, lo sé. Hay algo triste en tu pasado. Nunca me has hablado de ello y no te lo estoy pidiendo ahora. Pero a veces lo veo en tus ojos. Si quieres contármelo, estaré encantada de escucharte cuando quieras. Lo sabes. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados y permitir que Pedro sea otro suceso triste en tu vida. Me alegro que hayas descubierto que estabas equivocada respecto a él, pero ojalá no os hubierais acostado.

Zaira se puso de pie.

—Hagas lo que hagas, no cometas el error de enamorarte de él. Quiere divertirse. Haz tú lo mismo.

—No te preocupes —prometió Paula.

—No puedo evitarlo. Te quiero. Y por cierto, tengo que irme.

 Paula volvió a abrazar a su amiga y luego se dejó caer en la silla tras el escritorio. La advertencia de Zaira le había impactado. Sabía que tener una relación con Pedro no era una buena idea. ¿Acaso no le había tomado ella misma el pelo sobre sus múltiples mujeres? Pero entonces él había dicho que quería volver a verla. Sabía mejor que nadie que los hombres prometían constantemente cosas que luego no cumplían. Y Zaira se lo había recordado. No debía contar con ninguna llamada ni con nada por parte de Pedro Alfonso.

2 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Zaira le pinchó el globo a Pau... ojalá se equivoque y Pedro no la vea así!

    ResponderEliminar
  2. Que Zaira mejor se calle la boca!! Me encanta esta novela!

    ResponderEliminar