miércoles, 1 de marzo de 2017

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 55

—Vamos a mi habitación —le indicó tomándolo de la mano.

—¿Por qué no querías que tu hermana te lanzara a ti el ramo de novia? —le preguntó Pedro.
—Porque quiere decir que te quieres casar —contestó Paula desabrochándole la camisa.

—¿Y tu no te quieres casar? —preguntó Pedro besándole el cuello.

—Si quisiera casarme...

—¿Cómo que «si»? Será «cuando».

—¿Nos vamos a poner en plan psicoanalista?

—A mí me encanta psicoanalizar a la gente. ¿Sabes que desnudarte, quitarte la ropa delante de los demás, no es lo que en realidad te convierte en vulnerable sino decir realmente lo que sientes?

—¿Desde cuándo es usted médico, señor Alfonso?

—Te voy a decir más. Estoy convencido de que te gusta trabajar en urgencias porque te impide involucrarte demasiado en la vida de tus pacientes ya que es gente que está poco tiempo contigo.

Paula nunca se lo había planteado.



—Buen planteamiento —le dijo sinceramente. —Pues no he hecho más que empezar.

—Veo que tienes futuro en esto del psicoanálisis, pero, ahora, si no te importa, preferiría que te concentraras en besarme —lo reprendió Paula.

—Encantado —sonrió Pedro.

Paula sintió sus dedos en la espalda, bajándole la cremallera lentamente. A continuación,  los sintió en los hombros, bajándole los tirantes del vestido, que cayó al suelo. Pedro  la despojó del sujetador y del resto de ropa interior, la tomó en brazos y la depositó suavemente en el centro de la cama. Comenzó a besarla y ella sintió tanto placer que le pareció que estaba sufriendo una descarga eléctrica, pero nada comparado con lo que sintió cuando Pedro llegó a sus pechos y comenzó a acariciarle los pezones. Deseosa de hacerlo disfrutar a él también,  le devolvió los besos y las caricias hasta que su propio deseo fue tan intenso que un gran calor se apoderó de su cuerpo.

—Pedro, por favor —imploró.

—Voy.

—No, ahora.

Aquello lo hizo reír.

—Tus deseos son órdenes para mí.

A continuación, abrió un preservativo que había dejado sobre la mesilla y se lo colocó con manos temblorosas. Tras tumbarse entre las piernas de Paula, la besó con pasión y se adentró en su cuerpo con seguridad. Ella suspiró, saboreando la intensa sensación de unidad. Cuando Pedro comenzó a moverse dentro de ella y Paula siguió su ritmo, entre los dos entablaron una danza maravillosa que los condujo a cotas insospechadas de placer. Sintió que todos los músculos de su cuerpo se tensaban e inmediatamente se le destensaban dando paso a oleadas de placer sin límites. Unos segundos después, fue Pedro el que experimentó las maravillas del orgasmo.

—Quién me iba a decir a mí que subir cuestas iba a ser tan maravilloso — bromeó Pedro recordándole el episodio con su hija.

—Vete a la porra —rió Paula.  Y mientras se quedaban dormidos, se dijo que al día siguiente se lo contaría todo.

Pedro se levantó con cuidado para no despertarla, se puso los pantalones y se dirigió a la cocina a preparar café. Una vez allí, inspeccionó el contenido de la nevera, sacó huevos y panecillos y se dió cuenta de que no había beicon y salchichas en aquella casa. Obviamente, Paula se cuidaba. Mientras cocinaba, cruzó los dedos para que las cosas entre ellos fueran bien porque se encontraba completamente recuperado y quería estar al lado de ella. Terminó de preparar el desayuno silbando, encantado por la nueva vida que se abría ante él. Cuando hubo terminado, se dijo que ya no le quedaba nada más que esperar a que la bella durmiente se despertara. Decidió ir a recoger el periódico a la puerta. Al acercarse, vió el bolso de Paula tirado en el suelo y sonrió al recordar las prisas que habían tenido los dos la noche anterior.

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