viernes, 17 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 41

—Hola, mamá.

Paula contuvo el aliento después de sentir dolor en su abdomen al  alargar la mano para descolgar el teléfono. En su cama, se acomodó entre las almohadas y se despidió de su deseada siesta. La luz del sol de la tarde se filtraba entre las cortinas de sus ventanas y se expandía por su habitación.

—¿Cómo te encuentras, Pau?

—No te preocupes, estoy bien.

—Acabo de recibir tu mensaje. Siento mucho no haber estado allí. Guillermo y yo salimos y apagué el móvil.

—¿Guillermo?

—Sí. Seguro que ya te he hablado de él. Es uno de mis clientes en el restaurante y…

Paula observó a Pedro entrar en la habitación y señalando el teléfono, le dijo que estaba hablando con su madre.

—¿Estás bien? —preguntó él.

Ella asintió y él  le dejó un vaso de zumo en la mesilla, junto a la lámpara de cristal y se fue. Al ver su ancha espalda deseó suspirar.

—¿Pau? ¿Sigues ahí?

 Al instante, regresó de su fantasía.

 —Sí, mamá. Me alegro de que Guillermo y tú congenien.

—Es maravilloso, cariño —dijo Alejandra en tono eufórico—. ¡Me siento tan mal de no haber estado a tu lado cuando me necesitabas! Ni siquiera fui al hospital a visitarte.

—Está bien. Pedro me llevó a urgencias. Entré y salí tan rápido que apenas me enteré.

Sentía una mezcla de dolor, medicación y cansancio. La operación había sido sencilla y sin complicaciones. En menos de treinta y seis horas estaba de vuelta en casa sin apéndice y recuperándose. Todo gracias a Pedro.

—Bueno,  ahora  estoy  disponible  —dijo  Alejandra—.  Pídeme  lo  que quieras y en una hora estaré allí.

—No hace falta, estoy bien.

—¿Y Baltazar? Aunque haya sido una operación sencilla, no creo que debas tomarlo en brazos.

—Tienes razón. El médico me ha dicho que evite levantar pesos.

—Puedo ir a buscarlo y cuidarlo.

—Está bien, mamá. Pepe me está ayudando. Está aquí ahora.

—Oh —dijo y después de una pausa, añadió—. Son las cuatro de la tarde. Puedo llegar antes de la cena y quedarme esta noche, cuando él se vaya a su casa. Así podrás relajarte y descansar.

Pedro la había llevado a casa desde el hospital y le había dicho que iba aquedarse a pasar la noche en el sofá. Desde entonces, no había podido relajarse.

—No va a irse. Se quedará a dormir en el sofá esta noche.

Alejandra se quedó unos minutos en silencio.

—Bien, me alegro de que tengas ayuda.

—Yo también.

—¿Hay algo más que quieras decirme?

A Paula se le ocurrieron un montón de cosas, pero sabía que su madre se refería a cuestiones personales en relación con Pedro. Su primer impulso fue decirle que no había nada, pero sabía que eso provocaría un intenso interrogatorio.

—Ha insistido en quedarse.

Había intentado convencerlo de que no lo hiciera, pero estaba en desventaja, teniendo en cuenta la debilidad que sentía después de la operación. La había llevado hasta la cama y la había dejado allí con mucho cuidado. Luego le había recordado que era un marine y que podía manejar cualquier situación, incluyendo la tozudez de una mujer. Hasta que el médico no le diera el alta, él se aseguraría de que estuviera bien.

—A Balta le gusta tenerlo aquí.

 —¿Y a tí? —preguntó Alejandra.

—No me importa.

Aquello estaba lejos de lo que en verdad pensaba, pero no estaba dispuesta a contárselo a su madre y menos aún, con Pedro en la habitación de al lado.

—Mira, mamá, yo…

 —Espera, cariño. Tengo otra llamada.

Paula abrió la boca para decir que iba a colgar, pero oyó el clic de que su llamada había quedado en espera. Con cuidado, cambió de postura mientras esperaba. Sonó otro clic y Alejandra  volvió a aparecer en línea.

—Hola, cariño. Tengo que irme. Mi chico está en la otra línea.

—Bien, gracias por llamar, mamá. Buena suerte con Guillermo.

—No necesito suerte. Todo va muy bien. Adiós, cuídate. Te quiero.

Paula suspiró y volvió a dejar el teléfono en su sitio, sobre la mesilla. Tomó el vaso y dió un sorbo al zumo de naranja con la pajita. Luego, oyó un gemido al otro lado del pasillo. Era una hora delicada para Baltazar, después de su siesta y antes de la cena. Podía ser tan sólo mal humor, cansancio,hambre o los dientes. La noche anterior, Pedro había estado meciéndolo en brazos cuando se despertó. ¿Qué habría hecho si no hubiera estado allí? No sabía muy bien cuándo podría volver a tomarlo en brazos.

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