viernes, 10 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 18

No le llevó mucho tiempo a Paula averiguar cómo estaba. Se había enterado en la sala de enfermeras y había decidido ir personalmente a vera la niña. Si ella estuviera en aquella situación, le gustaría que alguien prestara atención a Baltazar. Mientras caminaba por el pasillo, oyó una voz profunda detrás de ella. Era la misma voz que el día anterior la había amenazado con luchar por sus derechos de visitas.

La cortina no estaba echada y cuando llegó al cubículo número diez,reconoció a Pedro. Llevaba su uniforme de piloto y estaba sentado junto a la camilla, hablando con voz queda a Camila Castillo, que estaba consciente y temblorosa después del accidente. Se detuvo para que no la viera y regresó junto a la madre para tranquilizarla. El padre de la pequeña estaba de camino y tenía que atravesar todo el valle en hora punta de tráfico.

Decidió dirigirse a la cafetería para tomar algo mientras pudiera y no pudo dejar de pensar en la imagen de Pedro con aquella niña. Su trabajo finalizaba cuando el paciente llegaba al hospital, pero había decidido quedarse con una pequeña de la que ni siquiera era responsable. Cuando se detuvo frente al cubículo de nuevo, oyó a la niña hablar y se asomó.

—Quiero ver a mi mamá.

—Y la verás, Cami, dentro de un rato. Te lo prometo.

 —¿Cuándo, Pedro?

Parecía haberse ganado su confianza. Su encanto había funcionado, lo que no era ninguna sorpresa. Nadie lo sabía mejor que Paula.

—Ahora mismo, los médicos están curando a tu madre.

—¿Por qué no he podido ir en helicóptero como ella?

Paula sabía por qué. Lucía Castillo tenía heridas abdominales y había perdido mucha sangre. El equipo médico tenía que aprovechar aquellos preciosos minutos que suponían la diferencia entre la vida y la muerte.Sólo un paciente podía viajar en el helicóptero y para la madre de Camila aquel vuelo suponía seguir viviendo.

Pedro tomó la mano de la pequeña.

—La traje aquí a toda prisa para que los médicos pudieran curarla cuanto antes.

—Pero yo no me he hecho mucho daño, ¿Verdad?

—Cierto. Por eso te trajeron en una ambulancia.

Camila se quedó mirándolo con el ceño fruncido.

—Había muchas cosas en la ambulancia. Había una enfermera muy simpática.

—Es fácil ser simpático contigo.

—¿Cuándo viene mi papá? —preguntó.

—No lo sé. ¿Quieres que vaya a enterarme?

—Todavía no —dijo agarrándolo por la manga—. En un rato.

—Está bien, no voy a irme a ninguna parte.

Al oír aquello, Paula se quedó pensativa. Uno creía que era necesaria una sólida preparación para atender a una niña asustada y, de repente, un exitoso hombre de negocios y piloto de  helicópteros  era  capaz de dedicarle su tiempo para tranquilizarla.

—Tengo miedo, Pedro. Si has tenido que traer a mamá con tanta prisa,es que está muy mal. ¿Y si ella…?

—No te preocupes —dijo haciéndola callar.

—Hoy tuvimos problemas —dijo la pequeña sollozando—. Tuve mucho miedo. Mamá empezó a llorar justo antes de… —y con el revés de su mano se limpió las lágrimas de los ojos—. ¿Quiere esto decir que soy un bebé?

—No —dijo tomándola de la mano—. No pasa nada porque llores, Cami. Sé lo que se siente al tener miedo.

—Pero tú eres un hombre.

—Los hombres también pasan miedo a veces.

—¿Cuándo has pasado miedo? —preguntó asombrada.

—Un día en que algo le pasó a mi helicóptero mientras volaba y no pude elevarlo de nuevo.

—¿Te refieres a un accidente? ¿Como el que hemos tenido mi mamá y yo?

—No exactamente, pero pasé mucho miedo. Logré sobreponerme pensando en alguien a quién quiero.

—¿Quién? —preguntó la niña.

Antes de que pudiera contestar, un hombre entró veloz pasando junto a Paula. Era alto, moreno y se le veía preocupado. Fue entonces cuando Pedro se giró y la vió junto a la puerta. Se puso de pie y se apartó de la camilla.

—¡Papá!

—Hola, hija.

El padre se inclinó y besó a su hija en el frente.

—¿Dónde está mamá?

—Acabo de verla —dijo—. Todavía está con el médico, pero va a ponerse bien. —Eso porque Pedro la trajo aquí muy deprisa.

—¿Quién?

Camila lo señaló.

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