viernes, 3 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 5

—De  ninguna  manera  —dijo  sacudiendo  la  cabeza—.  Creo  que cualquiera que no quiera volar, es porque está loco.

Paula prefería tener los dos pies en suelo firme. Ésa era una de las diferencias irreconciliables entre ellos y sospechaba que habría muchas más. El problema era que no sabía cuántas más habría. Había pasado varias semanas con aquel hombre y conversar no había sido algo que hubieran hecho demasiado. Pero las cosas habían cambiado. Era el padre de Baltazar,  y sabía muy poco sobre él, excepto que la había hecho romper sus propias reglas y luego había desaparecido rompiendo su corazón. Eso era lo que pasaba cuando uno no seguía sus propias reglas. No volvería acometer ese error otra vez.

—Entiendo —dijo ella.

Él tomó su hamburguesa y le dió un bocado.

—¿Quién cuida de Baltazar mientras estás trabajando?

Seguramente le  habría preguntado lo mismo aunque no hubiera mencionado a su hijo.

 —Tengo ayuda.

—Imagino que esa persona será de tu confianza.

—Por supuesto. Es una mujer madura, una abuela —dijo y al ver su expresión de extrañeza, añadió—. Una abuela joven. Tiene referencias.

Pedro terminó su hamburguesa mientras ella jugueteaba con el pan de la suya. Paula sabía que la aparición de él complicaría su vida y aquella conversación la estaba incomodando. En algún sitio había oído que una buena defensa era un buen ataque.

—Mira, Pedro. No sé qué quieres, pero yo también tengo preguntas. Por ejemplo, ¿Por qué no llamaste anoche antes de venir?

Él se encogió de hombros.

—Soy un tipo inquieto.

—Pues a mí me gusta tener los pies en el suelo y planearlo todo.

—No cuando estuvimos juntos —dijo con mirada ardiente.

Tenía razón. Desde que se diera cuenta de que su madre había elegido un perdedor tras otro, Kate se había prometido no cometer los mismos errores y hacer las cosas de manera práctica y ordenada. Se enamoraría, se casaría y después de un tiempo razonable, unos dos años,tendrían un bebé. Pero entonces había conocido a Pedro. Había aparecido en la sala de urgencias del hospital Mercy para que le dieran unos puntos en la mano y la había conquistado con su sonrisa irresistible. Se había dado cuenta deque aquel flirteo era peligroso, pero la excitación se le hizo irresistible.Cayó rendida a sus pies durante un mes mágico, hasta que él le dijo que todo había acabado y que se marchaba al extranjero por un año. Después de eso, había enterrado su dolor en una actitud servil y había creído haber aprendido la lección. Al menos, eso había creído hasta que descubrió que estaba embarazada. Pero eso no significaba que fuera como su madre. Ella podía cuidarse sola y era así como quería que fuera.

—Estuvimos juntos hace mucho tiempo —dijo Paula—. Y las cosas han cambiado desde entonces.

—Sí —dijo él mientras asentía con la cabeza—. Has tenido un hijo mío.

—Y no lo cambiaría por nada. Quiero a ese niño mucho más de lo que pensé  que  pudiera  quererse  a alguien.  Todo lo que hago,  todas las decisiones que tomo, son por él.

—De acuerdo. Pero ahora he vuelto. Si hubiera estado aquí…

¿Qué habría sido diferente? La había dejado. ¿Y si hubiera tardado en decirle que iba a ser padre? La decisión era difícil. Su propio padre la había dejado antes de que tuviera uso de razón y siempre se había preguntado por qué se había casado con su madre si no pensaba quedarse. Al menos, Pedro se había ido antes de que fuera demasiado tarde.

—Está bien, Pedro—dijo ella por fin—. No es culpa tuya no haber estado para Balta.

—Pero ahora estoy aquí.

—Sí.

 Necesitaban hablar, pero todavía no estaba lista.

 —Quiero hacer lo correcto, Paula.

 —¿Qué quiere decir eso?

¿De veras quería oír aquello? Una  sensación  incómoda  creció  en  su  interior,  haciéndole  difícil respirar.  Baltazar  era suyo. Podía cuidarlo y criarlo ella sola. No necesitaba la ayuda de nadie para que creciera sano y feliz. Si impedía que alguien se  entrometiera,  las  posibilidades  de  que  el  niño  fuera  feliz  serían mayores. Si lo hacía ella sola, sería lo mejor porque siempre estaría ahí para él.

—¿A qué te refieres con hacer lo correcto? —preguntó ella mirándolo.

—Tenemos que casarnos.

Paula estaba dando un sorbo a su té helado y a punto estuvo de atragantarse.

—¿Sabías que no está bien bromear cuando alguien está bebiendo?

Pedro no estaba de broma. Estaba muy serio, aunque no había sido su intención hacerle  aquella  proposición.  Si lo hubiera planeado,  habría habido flores y velas, no frías luces fluorescentes. Y la comida sería mejor que aquellas hamburguesas de cartón repletas de colesterol. Pero ahora que lo había dicho, se sentía mejor.

—No estoy bromeando. Tenemos que casarnos.

—No —dijo ella jugueteando con el hielo de su bebida.

 —¿Por qué no?

—¿De veras quieres que te lo cuente? El caso es que sólo tengo media hora para comer.

La irritación se apoderó de él. No la recordaba tan sarcástica, claro que todos sus recuerdos eran de antes de que le dijera que todo había acabado. Tenía razones para mostrarse dura. De hecho, era una buena idea que se quitara aquel resquemor.

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