domingo, 26 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 62

—No hay ninguna guerra en esta habitación. Tan sólo estamos tú y yo, y estoy de tu lado.

—No funcionará —dijo dándose la vuelta para mirarla—No hay nada que puedas hacer para…

—No puedo ayudarte si no me dices qué te pasa.

—¿Que qué me pasa?

—Cuéntame qué ocurrió.

Distraído, Pedro se pasó la mano por la cicatriz de su barbilla. Al cabo de unos segundos, asintió.

—Estaba sobrevolando una zona peligrosa para recoger a un grupo de las fuerzas especiales en un lugar apartado de Afganistán. Justo cuando levantábamos el vuelo con todo el  mundo sano y salvo,  hubo una explosión. Nos había alcanzado un misil y el helicóptero empezó a dar vueltas. No pude controlarlo, aunque conseguí tomar tierra.

—Oh, Pepe.

—Traté de buscar ayuda por radio, pero el equipo estaba seriamente dañado —continuó—. Tratamos de resistir, pero aquellos bastardos no dejaban de multiplicarse.

—¿Qué hicieron? —preguntó al ver que se detenía.

—Uno de los hombres estaba herido y no podía correr. Nuestra única esperanza era mantenerlos ocupados mientras otros iban en busca de ayuda. Yo me quedé allí, a la espera de que el equipo de rescate llegara.Pero nos quedamos sin munición.

Si hubiera llegado un equipo de rescate, habría vuelto a casa mucho antes.

—Te capturaron.

—Sí —dijo él esbozando una triste sonrisa.

—¿No mandaron ayuda?

—Enviaron un escuadrón, pero cuando llegaron, ya no estábamos allí. Buscaron  y buscaron,  pero era como buscar una aguja en un  pajar. Demasiado desierto y demasiadas montañas.

—Pero estás aquí. Había oído que cuando te capturan, tu deber es escapar. Evidentemente, tuviste éxito.

—No mereció la pena el precio.

Al ver la expresión de tortura de su rostro, se arrepintió de haber preguntado, pero había empezado aquello y no era justo parar en aquel momento.

—¿Pepe? ¿Cuál fue el precio?

—Adrián Robertson.

—¿El soldado herido?

—Nos tuvieron prisioneros un par de días y se me ocurrió un plan para escaparnos. Él insistió en que estaba bien. Después de despistar a uno de los guardianes, salimos del poblado, pero aquel hombre hizo sonar su silbato y nos alcanzaron. Entonces —dijo tragando saliva—. Les dije que había sido idea mía.

—¿Qué les hicieron? —preguntó temiendo la respuesta.

—Nada.

—¿Cómo?

—A mí no me hicieron nada, salvo obligarme a ver cómo le pegaban un tiro a Adrián en la cabeza.

—¡Dios mío!

—La única razón por la que no me mataron a mí fue que tenía valor como rehén. Así, podrían pedir un rescate. Como si el gobierno fuera a financiar más terrorismo —dijo con rabia en los ojos—. Dicen que el éxito es la mejor venganza. Así que esperé.

—¿A qué?

—A tener una oportunidad para escapar. Cuando esa oportunidad apareció, maté para conseguirla.

Temblorosa, Paulase acercó a él y lo rodeó por la cintura, apoyando la mejilla en su hombro.

—No es culpa tuya.

 —Nadie más estaba allí, Pau. ¿De quién fue la culpa?

—De los terroristas, de la gente que nos odia. No tenías otra elección.

—No —dijo Pedro apartándola de él— Pero ahora sí la tengo.

 —No entiendo.

 Tomó los vaqueros de la silla y se los puso. Después, se puso la camiseta y las botas.

—Lo siento —dijo tomando las llaves de la mesa y mirándola—. Nunca quise que supieras nada de esto.

—Está bien. No hay ningún motivo para protegerme.

—Quizá me estaba protegiendo de mí mismo. Me gustaría que…

—Pepe, escúchame —dijo ella uniendo sus manos como para rezar— Claro que has cambiado. No es posible pasar por lo que has pasado sin cambiar. Pero te he visto con tu hijo, conmigo. Sigues siendo el mismo hombre decente, honrado y…

—No lo digas —la  interrumpió mirando  a  su  alrededor  como  si quisiera acabar de memorizar todo aquello—. Lo siento, Paula. Has elegido al hombre equivocado para enamorarte.

Y se fue.

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