lunes, 20 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 47

—No me refiero a eso —dijo Alejandra acariciando la frente del pequeño —. Quiero decir cuando era pequeña. Tenía que haberme ocupado de cuidarla . Ella se comportaba como una adulta, mientras que yo como una chiquilla cada vez que un hombre me prometía la luna.

—Estoy seguro de que quiere que sea felíz.

Se sentía fuera de lugar con aquella conversación.

—Lo intenté. Dios sabe que lo intenté. Uno de los hombres no se portó bien y Pau me dió un ultimátum: si no me deshacía de él, se iría.

Paula nunca le había contado nada.

—¿Qué ocurrió? —preguntó interesado.

—Me avergüenza reconocer que prefería a aquel hombre antes que a mi hija. Sobre todo, teniendo en cuenta que un mes después me dejó.Pero el daño ya estaba hecho. Pau ya se había ido.

Aquello confirmaba mucho de lo que paula le había contado, que había madurado muy de prisa, sin nadie que cuidara de ella. Pero lo que Alejandra acababa de contarle, le había dejado muy asombrado. ¿Cómo podía haber hecho aquello a su hija? Ahora entendía por qué  había tardado en decirle que estaba embarazada.

Todavía dormido, Baltazar movió su pequeña boca, como si estuviera succionando y Pedro sintió ternura, además de agradecimiento, por el coraje de Paula. Si no le hubiera escrito aquella carta, nunca habría conocido a su hijo y nunca habría podido cuidar de él.

—Los niños tienen que ser lo primero.

Alejandra lo miró y se puso a la defensiva.

—Nadie es perfecto.

—Nadie dice que uno deba serlo.

—Las palabras son políticamente correctas, pero me estás juzgando. Trata de ser una madre soltera. Tuve que criar a mi hija sola, después de que su padre nos abandonara. Tú estás aquí ahora y me alegro de que hayas asumido la responsabilidad de tu hijo. Me alegro de que tenga un padre y una madre. Admito que cometí errores que afectaron a mi hija. Tú también cometerás errores que afectarán a tu hijo.

Ella no tenía ni idea de lo difícil que era tratar de no hacer daño a su hijo. Teniendo en cuenta lo que había hecho, aunque hubiera sido en tiempo de guerra, él era la última persona para juzgar a nadie. Pero no podía soportar la idea de que Paula sufriera, especialmente de niña.

—Lo único que tenía que hacer era anteponer el bienestar de Paula al suyo.

—¿Crees que soy un desastre como madre? —preguntó sonriendo con tristeza al pequeño que tenía entre los brazos.

Se inclinó y lo besó en la frente.

—Eso no es lo que he dicho.

—Siempre pensé que querer a mi bebé era lo más importante. Quizá era tan sólo una ilusión porque siendo madre soltera, no siempre podía estar a su lado —dijo mirándolo—. Tú eres padre desde hace poco tiempo. Evidentemente, he estado muy equivocada.

Se levantó y le entregó al bebé. Luego, recogió su bolso.

—Evidentemente, tu infancia fue perfecta y te has leído el manual del padre perfecto. Pero tienes que saber una cosa, aunque no la creas: quiero a mi hija más que a cualquier otra cosa en el mundo. Lamento todo lo que ha tenido que sufrir más de lo que puedas imaginar. Siempre pensé que todos los hombres de mi vida serían los definitivos, pero siempre me equivoqué. Y mi hija me vió hundirme cada vez que esas relaciones no funcionaron. Eso la hizo fuerte, pero daría todo para poder borrar el pasado, porque ser fuerte no fue bueno para ella. Ahora no deja que nadie se le acerque.

Pedro  le había dicho más de una vez a Paula que no tenía que mostrarse fuerte todo el tiempo. Él se puso de pie.

—Mire, Alejandra, yo…

—Está claro que no tienes muy buena opinión de mí,  pero te agradecería que le dijeras a Paula que vine —dijo y metiendo la mano en el bolso, sacó una chocolatina que dejó sobre la mesa—. Me alegro de que esté mejor.

Salió del departamento y Pedro se quedó pensando en lo que le había dicho.

Todo lo que había leído sobre la paternidad decía que era el trabajo más duro que podía existir. Con Baltazar no se había parado a pensar en cuando fuera algo más que un bebé. ¿Cómo se comportaría cuando su hijo se volviera un adolescente rebelde? Una parte de él se resistía a pensar que su hijo se convirtiera en uno, pero era más que posible. El pequeño tenía su ADN y, aunque esperaba que se pareciera más a Paula, había un cincuenta por ciento de posibilidades de que así fuera. Y, al igual que Alejandra le había dicho que quería a su hija más que a nada en el mundo, él también sentía lo mismo por su hijo. Lo que le hizo preguntarse si su padre lo había querido a él de la misma manera. Quizá no se había mostrado orgulloso de él para motivarlo a ser siempre mejor. Deseaba poder hablar con su padre sobre sus sentimientos, pero por desgracia no podía. Lo que ahora sabía era que la paternidad era para siempre, aunque aquella temporada que estaba pasando bajo el techo de Paula no lo sería. Ella se merecía un hombre sin marcas negras en el alma. Marcas negras que estaban saliendo fuera a través de su subconsciente. Ella había sido testigo de una de sus pesadillas y estaba haciendo lo imposible para que no se repitiera. Si volvía a ocurrir…

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