lunes, 27 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 65

Por fin Paula pudo disfrutar de un día libre. Había pasado más de una semana desde que Pedro le contara lo que le había pasado, lo que había tenido que hacer para sobrevivir. Luego se había ido y no había vuelto a saber de él. Sabía que aquel departamento que siempre había sido cálido  y acogedor, se había convertido en un lugar lleno de dolorosos recuerdos de él. Se sentó en el sofá y deslizó su mano por donde él había dormido. Era un hombre grande y debía haberle resultado difícil estar cómodo allí. Al otro lado de la mesa estaba la mecedora que había comprado para Baltazar y al fondo la mesa del comedor donde habían cenado cada noche como una familia.

—¿Por qué es tan doloroso? —susurró.

Por un lado, porque había visto lo increíble que podía resultar ser una familia y por otro, porque se sentía estúpida por haber caído bajo su hechizo de nuevo. No debería haberle sorprendido que se fuera y que no quisiera verla. Lo que sí la sorprendía es que no hubiera vuelto para ver al bebé. Había muchas maneras en que podía ejercer de padre sin tener contacto con ella. Pero no había sabido nada de él y eso la preocupaba. Mientras viviera, no podría olvidar el dolor que había visto en sus ojos al contarle lo que había tenido que hacer para sobrevivir y volver a casa. Decidió llamar a Laura. Se acercó al teléfono, pero cerró su mano en un puño. ¿Cómo podía ser tan patética? Aunque lo cierto es que tampoco le quedaba otra forma de decirle que todavía lo quería y que siempre lo haría. Sentía dolor cada vez que recordaba la última vez que lo había visto y la manera en que había apartado su brazo de él. Iba a descolgar el teléfono otra vez, cuando sonó. Con la esperanza de que fuera él, miró la pantalla y reconoció el número de teléfono de su madre. Si el bebé no hubiera estado durmiendo, lo habría dejado sonar.

—Hola, mamá.

—Hola, Pau. ¿Cómo estás?

—Bien.

—¿Está el bebé durmiendo? ¿Puedes hablar?

—Sí y sí —dijo percibiendo un extraño tono en la voz de su madre—. ¿Estás bien? —Un poco cansada.

—¿Guillermo no te deja dormir?

 Alejandra rió.


—No de la manera que estás pensando. Nos lo estamos tomando con calma.

—¿Así que seguís juntos?

—Extraño, ¿Verdad? No, creo que estoy cansada porque me estoy haciendo vieja. Servir mesas me cuesta cada día más trabajo. Me duele un brazo. Seguramente me ha dado un tirón muscular.

—Ponte  calor  y  tómate un ibuprofeno  para  el  dolor  —dijo Paula,aliviada por el cambio de conversación.

—¿Cómo está Pedro?

Paula prefirió haber seguido hablando de la vida de su madre, puesto que no quería dar detalles de la suya.

—Ya sabes, Pedro es Pedro.

—¿Qué ocurre, Pau?

—Pedro se fue hace una semana y no le he visto desde entonces —dijo rompiendo a llorar.

 —Oh, cariño. ¿Qué ha pasado?

—Le pasó algo mientras estuvo en Afganistán, mamá. Fue horrible y cree que eso le hizo cambiar y que no puede estar cerca de Balta o de mí.

—Eso es una tontería. Es un padre fabuloso y ese niño lo es todo para él. Y tú también. Dios sabe que no se me da bien juzgar a los hombres, pero si Pedro no está enamorado de tí, yo soy la mejor madre del mundo.

—Mamá, nos seas tan dura contigo misma.

—Es difícil no serlo. He cometido muchos errores en mi vida —dijo y después de hacer una pausa, añadió—. Dices que no has visto a Pedro, pero ¿Has hablado con él?

—No.

—¿No ha llamado?

—No.

—¿Lo has llamado tú?

—No mamá, no lo he llamado.

—¿Por qué?

—No sé, no puedo… —dijo sentándose en el suelo—. Creo que es lo mejor. Él no me quiere como yo lo quiero y no quiero ir tras él y…

—¿Humillarte?

—No  quiero  ponernos a ambos en una situación incómoda. Probablemente lo mejor sea dejar que haya espacio entre nosotros. Al menos por ahora.

—Estás equivocada. Llámalo.

—No entiendes que…

No hay comentarios:

Publicar un comentario