domingo, 12 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 26

—Sí, de alguna manera, así fue.

Ella se inclinó y besó a  Baltazar en la mejilla.

—Eso quiere decir que este niño inocente tiene una disposición genética  para  convertirse  en un alborotador,  teniendo en cuenta la historia de su abuelo y de su padre.

—Sí, puedes decir eso —dijo Pedro encogiéndose de hombros—. Pero hemos tenido una charla y le he advertido de que no te oculte nada.

—Gracias —dijo quitando el papel que cubría su pajita—. ¿Alguna vez arrestaron a tu hermano?

—¿Hablas en serio? ¿Te refieres a Federico el perfecto?

Ni siquiera el sarcasmo con que lo dijo pudo aflojar el nudo que sentía en el estómago. Quizá nada pudiera hacerlo. Lo cierto es que nada podría hacer que volviera a confiar en aquel bastardo.

—Ahora es abogado. Aunque eso ya lo sabes si fuiste a su oficina.

Ella lo estudió intensamente.

—¿Qué es lo que no me estás contando?

—Mucho, pero nos llevaría demasiado tiempo.

—No me refiero a eso y lo sabes. Hay algo que no me estás diciendo.

¿Cómo demonios lo sabía? Ella tenía razón, pero había cosas del pasado de las que no quería hablar y ésa era una de ellas. No tenía nadaque ver con su hijo ni con su vida actual y, por ello, no había necesidad deque Paula lo supiera.

—Paula, déjalo. Somos socios de la empresa porque mi padre nos la dejó a los dos y ninguno hemos querido vender nuestra parte. Federico  lleva los asuntos legales y yo me ocupo del día a día —dijo pasándose la mano por el pelo—. Ah, y una cosa más.

—¿Qué? —preguntó.

—Tengo  una  buena razón para sentirme como me siento.  Te agradecería que lo respetaras. Tan sólo créeme.

Pedro asintió mientras se sentía más aliviado. Aunque no había nada entre ellos más  que  un bebé,  la idea de imaginar a su hermano seduciendo a Paula lo enojaba. No era por celos, sino por hacer su tarea y proteger a la madre de su hijo. Federico  ya le había estropeado una relación y  no quería dejar que se acercara a Paula.


—Gracias por recibirme sin cita, señor Alfonso.

—Si no recuerdo mal, la última vez que viniste a verme te dije que me tutearas y que me llamaras Federico.

—De acuerdo, Federico —dijo Paula colocándose la tira del bolso sobre el hombro—. Te lo agradezco mucho.

—Por favor, siéntate —dijo señalando una de las sillas que había frente a su mesa.

—Gracias.

Paula se sentó en el borde, un sitio muy apropiado teniendo en cuenta que estaba al borde y caminaba sobre una línea muy fina. Si Pedro supieraque estaba allí… Bueno, no se pondría muy contento y ése era el origen del problema.

La última y única vez que había estado allí, había sido embarazada.La oficina de Federico estaba en un edificio de oficinas en la avenida Eastern, no muy lejos del Centro Médico Mercy. Estaba elegantemente decorado con muebles de caoba, sillones de cuero y un sofá en la sala deespera. Los recipientes de cristal colocados en un extremo de la estantería de Federico no parecían ser para guardar las sobras de la comida.

Observó al hermano de Pedro, que tenía el mismo aspecto que la última vez. Iba bien vestido, aunque llevaba las mangas de su camisa blanca enrolladas y la corbata roja suelta. Tenía el pelo negro y los ojos, de un intenso color azul, al parecer un rasgo de identidad en la familia. Era un hombre muy guapo, como su hermano. Pero el inquieto carism aque había visto en Pedro desde el primer momento, la excitación que le había atraído hacia él, estaban ausentes. Al menos, para ella.

Federico estaba sentado en su escritorio, mirándola, esperando a que dijera algo.

—Lo siento. Estaba recordando la última vez que estuve aquí — explicó ella.

Entonces, también  había necesitado información sobre Pedro, como ahora.

—Ya no estás embarazada —señaló Federico.

—La otra vez no podía verme ni los pies.

—Pero era por una causa tierna —dijo él sonriendo.

—Parecía una ballena.

 —Te veías bien.

—Eres muy educado.

 —¿Qué te trae por aquí esta vez? —preguntó él—. ¿Sigues buscando a Pedro?

Ella sacudió la cabeza.

 —Vino a verme al volver a los Estados Unidos. Ahora estamos… Tenemos…

Paula no sabía qué palabras emplear para explicar lo que había entre ellos. Habían compartido un pasado apasionado, un ardor que estaba lejosde enfriarse, una atracción que cada vez era más difícil de ignorar cuando lo tenía cerca  y un respeto mutuo.  Tenían un  hijo  en  común  y seguramente formaban la familia más extraña del mundo

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