viernes, 3 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 2

—No importa —dijo y apretó por unos segundos los labios—. Dejaste bien claro que no fui más que una aventura para ti. Lo pasamos bien, pero fue tan sólo eso.

Una aventura muy erótica, pensó él. Una atracción instantánea que había ardido en llamas. Pero ella tenía razón. Le había dejado bien claro que habían acabado, aunque por desgracia, sus recuerdos aún seguían vivos, especialmente aquél en que tan sólo la cubría una sábana. Después,la había dejado y los hoyuelos de sus mejillas desaparecieron.

—Recuerdo lo que dije.

—Entonces  recordarás  que  me  dijiste  que  no  me  molestara  en esperar, que no debía imaginar que…

—Acerca de esperar…

 Ella bajó la mirada unos segundos y luego se encontró con la suya.

—Sólo te escribí porque pensaba que tenías derecho a saber…

—¿Cuándo te enteraste?

—¿Qué  es  lo  que  quieres  saber?  —preguntó  ella  y  un  brillo  de culpabilidad asomó a sus ojos.

—Si pensabas decírmelo.

—Tuve mis dudas —admitió—. Yo…

—¿Podemos seguir hablando dentro? —dijo mirando las puertas de los otros departamentos—. Seguro que no quieres que los vecinos oigan esta conversación.

Ella se mordió el labio y, por su expresión, era evidente que estaba considerando rechazar su propuesta. Pero de pronto se hizo a un lado y abrió la puerta de par en par.

—Está bien, pasa.

Antes de que cambiara de opinión, entró. Desde donde estaba, podía ver la cocina y el comedor, con unas puertas correderas que daban a un patio. Las paredes estaban pintadas de dorado claro y la alfombra era beige. El entorno era bonito y acogedor. Se giró y la miró. Con aquellos ajustados vaqueros y su camiseta ceñida marcando cada curva de su cuerpo, estuvo a punto de olvidar que lo que quería saber era el motivo de que hubiera esperado tanto para decirle que estaba embarazada. Si se hubiera enterado antes, ¿Habrían cambiado las cosas? Eso era algo que nunca sabría.

—Sobre la carta… —dijo él.

—Apenas nos conocíamos, Pedro. Dejaste bien claro que no querías compromisos. ¿Acaso no tenía derecho a saber que lo único que quería sera sexo? Por alguna razón, no me di cuenta de las señales —dijo ella ysus ojos brillaron con intensidad—. Para que lo sepas, no te culpo de nada.Nadie me puso una pistola en la cabeza.

Eso estaba claro. Había sido cariñosa y tierna entre sus brazos. La había deseado más y más cada vez que la había visto. Incluso después de tanto tiempo, aún la deseaba. Pero ya había hecho el tonto una vez y había sido suficiente.

—También es mi hijo.

En una décima de segundo, la expresión de la cara de ella pasó de mujer rechazada a madre coraje.

—¿Desde cuándo? Es evidente que no querías saber nada cuando no contestaste la carta.

Él sacudió la cabeza.

—No contesté porque no pude.

—Ah, ¿Te rompiste los brazos? —ironizó—. Mira, Pedro, lo cierto es que no necesito ni quiero nada de tí. Me sentí obligada a contarte lo del bebé y tú no me contestaste. Fin de la historia.

—No tan deprisa, ahora estoy aquí.

Habría ido antes de no haber sido por la tramitación médica y los formularios para el retiro militar que había tenido que cumplimentar. Además,  aquélla  era  una  conversación  que  no  quería  mantener  por teléfono.

—Hay una explicación —dijo y se encontró con su mirada acusadora —. Y quiero que la escuches de mis labios.

—Está bien —dijo ella cruzándose de brazos.

—La carta llegó cuando estaba a punto de irme a una misión y pensaba contestarla a la vuelta.

—Ya veo.

—Lo cierto es que… me llevó un tiempo regresar.

—¿Por qué? —preguntó mirándolo con desconfianza.

—El helicóptero  en  el que viajaba fue  alcanzado y los talibanes decidieron mostrarnos su hospitalidad.

Eso era todo lo que tenía que saber, lo único que pensaba contarle. Su mirada se volvió cálida al tomarlo del brazo.

—Pedro…

El roce de sus dedos era demasiado agradable y se apartó.

—Llegué hace un rato y he venido directamente desde el aeropuerto. Era importante que lo supiera.

 —No sé qué decir.

—Háblame de mi hijo.

Una sonrisa apareció en sus labios.

—Es perfecto, lo mejor que he hecho nunca.

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