lunes, 6 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 7

Él se pasó la mano por el pelo. Lo tenía más largo que cuando estaba en el ejército y eso le hacía sentirse extraño. Como aquella conversación.Se había metido en su propio agujero y ahora tenía que salir de él.

—Lo más importante es Baltazar.

Ella asintió.

 —Estoy de acuerdo.

—Necesita un padre y una madre.

—Y los tiene. No hay motivo para cometer una estupidez.

—Quiero estar ahí para él —dijo Pedro.

Había estado a punto de volverse loco, atado y con los ojos vendados en algún lugar del interior de Afganistán, sintiéndose apartado no sólo del ejército, sino también del embarazo de Paula y del nacimiento de su hijo,sin saber si ambos estaban bien. No pudo interesarse entonces por su estado porque el destino se interpuso en su camino. Pero ahora había logrado que el destino le diera la oportunidad de conocer a su hijo.

Paula frunció el ceño mientras lo observaba.

—¿De veras crees que un trozo de papel va a convencerme de que eres un hombre de palabra?

Claro que no. Tenía experiencia de que un certificado de matrimonio no era garantía de fidelidad, lealtad y honestidad. Su ex esposa no había esperado a que volviera de su primera misión para liarse con su hermano.La traición había sido doble y le había dolido tanto que no deseaba verse nunca más en la misma situación. Había decidido no volver a dejarse llevar por sus sentimientos. Y cuando había empezado a sentir algo por Paula, había decidido marcharse. Lo único que había hecho bien el destino había sido permitirle recibir aquella carta antes de su última misión. El sueño de conocer a su hijo lo había ayudado a recuperarse de la peor época de su vida. Allí estaba y Paula iba a tener que vérselas con él.

—En lo que se refiere a Baltazar  soy un hombre de palabra —dijo él.

—Has sido tú el que ha sacado a relucir lo del matrimonio y no puedo dejar de pensar que no te conozco —dijo quitando el papel que cubría su pajita y dejándolo a un lado de la hamburguesa que apenas había tocado —. Además, no eres el mismo hombre al que conocí.

Era un hombre duro. Las guerras tenían ese efecto. Las imágenes no dejaban de aparecer una y otra vez en su cabeza: el sonido de las metralletas, de los morteros, las explosiones, los gritos de los heridos, el nudo en el estómago al llegar a una zona peligrosa, la sangre… Si un hombre no se volvía duro en esas condiciones, no podía sobrevivir. Había que olvidar los sentimientos para poder superar aquello.

—Tú tampoco eres la misma mujer que dejé. No puedes traer un hijo al mundo sin que la experiencia te haga cambiar.

—Por fin estamos de acuerdo en algo. Ahora soy madre. Quiero a Balta más que a nada en el mundo. Y haría cualquier cosa —dijo mirándolo con intensidad—, para protegerlo. Es mi obligación.

—¿También es tu obligación protegerlo de su padre?

—Lo es si vas a hacer que te quiera y luego desaparecer.

Antes de que pudiera responder, su buscapersonas comenzó a sonar. Sacó el aparato del bolsillo y leyó la pantalla.

—El código de emergencia. Tengo que irme. Otro paciente para el hospital Mercy.

—Yo también tengo que volver al trabajo.

Ambos se pusieron de pie. Él la miró.

—Esta conversación no ha acabado, Paula.

Ella suspiró.

—Lo sé.

Y sin decir más, Paula se fue. Después  de recoger  a Baltazar se fue a casa  y se  puso unos pantalones cortos y una camiseta. El bebé protestó un poco en su silla mientras ella se aplicaba colorete y rímel. Pedro le había dicho que no habían terminado de hablar y, por la manera en que lo había dicho, aquella conversación continuaría en breve. La noche anterior la había sorprendido,pero esta vez quería estar preparada para la batalla. Era una luchadora y pretendía luchar como una mujer. En el salón, tomó a su hijo de la silla y lo besó.

—Hora de bañarte, Balta.

Con el niño en brazos se fue al baño. Después de llenar la bañera del pequeño, lo desnudó y lo sumergió en el agua, sujetándolo con una mano.Gritando de placer, el bebé comenzó a chapotear. Ambos disfrutaban delritual de cada noche, cansados después de un largo día. Las noches no solían  ser  tranquilas,  así  que ella  disfrutaba  de  aquel  momento  de felicidad.

—He visto a tu papá —dijo Paula.

Papá  era  la  última  palabra  que  empleaba  para  referirse  a  él,especialmente después de que no contestara su carta. Imbécil y unas cuantas más, eran las que solía emplear. Después, había hecho lo posible por olvidarlo. Ahora que sabía por qué no había contestado y conociendo lo que le había pasado, su corazón sentía lástima por él. Había vuelto y tenían un hijo en común. Estaba claro que hablaba muy en serio sobre compartir la responsabilidad del niño.

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