viernes, 10 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 17

Pedro se olvidó de su enfado del mismo modo en que dejaba el miedo aun  lado  cuando  tenía que volar con su helicóptero sobre una zona peligrosa. El pensar en su hijo y en Paula lo había ayudado a sobreponerse de situaciones infernales. No sabía qué esperar, pero desde luego nunca había pensado que ella no fuera a confiar en él. ¿Qué otra cosa podía pensar?

—¿Por qué no me dejas a solas con mi hijo? —preguntó sin más rodeos.

Ella se acercó, tomó al bebé y lo abrazó. Al agacharse para recoger un juguete,  tuvo que contener la respiración al ver que los pantalones cortos que llevaba Paula dejaban ver mucho más que su pierna. El hecho de reparar en ello le hizo sentirse mal y ello no ayudó a que su humor cambiara. Luego, ella se paró frente a él tan cerca que pudo percibir el calor de su cuerpo  y  el olor  de su piel.  Era una mujer con una fuerza muy femenina.

—Ya  hemos  hablado  de  esto,  Pedro.  No  te  conozco  bien  —dijo mirándolo.

—Quiero a este niño.

—Hace poco más de una semana que lo conoces y no me parece tiempo suficiente.

—Estamos en un círculo vicioso. Necesito tiempo para demostrar que estoy aquí para quedarme, pero no me das la oportunidad de dedicar las horas necesarias.

Aquello era frustrante. ¿Cómo podía convencerla de que era sincero?

—No puedo arriesgarme —dijo con voz temblorosa por la emoción—.Es mi bebé y no dejaré que le hagan daño.

—Es mi bebé y no le haré daño —dijo Pedro dando un paso al frente.

Ella se apartó.

—No permitiré que aparezcas en su vida y rompas su corazón cuando te vayas. Es un riesgo que no estoy dispuesta a correr.

—No supongo ningún riesgo, te lo prometo. No soy tu padre, Paula. No soy de la clase de hombres que abandonan a sus hijos.

Ella levantó la barbilla.

—No es de eso de lo que va todo esto.

Le contó que ningún hombre se había quedado en su vida, incluyéndolo a él. Aquello tenía que ver con que no le pidiera que lo esperara mientras cumplía su misión fuera, con que no quisiera asumir un compromiso y arriesgarse a que su mundo cambiara bruscamente. El hecho era que todo aquello era consecuencia de que se hubiera marchado y, en opinión de ella, sin ni siquiera mirar atrás. Ambos sabían que no había sido elección de él.

—No soy como esos perdedores a los que se aferra tu madre —dijo.

—Nunca debí contarte eso. No tiene que ver con lo nuestro.

—Sí, sí que tiene que ver.

—Da igual, eso no es importante. Lo que me preocupa es que soy la madre de Balta y tan sólo intento hacer lo que creo que es lo mejor para él.

—Lo entiendo. Y desde tu perspectiva por haber crecido sin padre,¿no crees que lo mejor sea que pueda contar con ambos padres? ¿Tienes miedo por Balta o por tí?

Ella dió otro paso atrás con los ojos abiertos como platos.

—En el futuro, tengo que tener cuidado de no darte argumentos que puedas usar contra mí.

Aquello era un golpe bajo, pero quería ver a su hijo.

—Ten  en  cuenta  una  cosa  —dijo  cruzándose  de  brazos—,  si no podemos hacer esto por las buenas, lo haremos por las malas.

—¿De qué estás hablando?

Sus labios temblaban y se mordió el superior, mientras se abrazaba con fuerza al bebé.

—Me refiero a contratar un abogado y luchar por mis derechos. No es un paso que quiera dar.

—¿Por qué debería creerte capaz de hacerlo?

—Porque es difícil ser padre cuando el otro progenitor te odia. No quiero crear rencores, Paula, ésa es la verdad. Pero si sigues levantando barreras, tendré que luchar.

Había lanzado el guante y sabía que Paula necesitaba tiempo para pensar, así que besó a Baltazar y se marchó. Al final de las escaleras, se detuvo bajo el fuerte sol de Las Vegas, dejó escapar un largo suspiro y sacudió la cabeza. Quizá no había dado el paso más inteligente. Quizá había conseguido que lo odiara aún más y ésa no era la manera de conseguir pasar tiempo con su hijo, además de pasar tiempo en la cama de ella. No tenía sentido seguir huyendo de la verdad: todavía la deseaba.


Paula salió del cubículo número tres. Su paciente era una joven madre, Lucía  Castillo, que había sido embestida por otro coche que se había saltado una señal de stop.  Ella había sido  evacuada al hospital en helicóptero, pero su hija, que también estaba en el accidente, había sido llevada en una ambulancia. La pequeña tenía seis años. Lucía le había pedido  que fuera a ver a su hija. Necesitaba saber que estaba bien antes de que la operaran.

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