viernes, 10 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 16

—Siento habérmelo perdido.

—Hubiera preferido no haber tenido aquel aspecto de ballena ni los tobillos tan hinchados. Tampoco el parto fue divertido. Pero cuando la enfermera lo puso en mis brazos por primera vez… —dijo y suspiró antes de continuar—, todo había merecido la pena.

Habría dado lo que fuera por haberla visto embarazada de su hijo. Y no  porque  ello  habría  supuesto  librarse de lo que había sufrido  en Afganistán, sino por todas las cosas bonitas que se había perdido y que nunca podría disfrutarlas.

—Siento habérmelas perdido. Yo habría…

—Lo sé —dijo—. Está bien.

—No, no lo está.

Se quedó observando cómo Baltazar rodaba sobre su estómago y luego se estiraba para alcanzar un pato amarillo de goma. Cuando Pedro lo estrujó para hacerlo sonar, el bebé se quedó quieto estudiándolo y luego lo tomó con las manos y se lo llevó a la boca para morderlo.

—Pero vine aquí tan pronto como pude —añadió Pedro.

—Sé que lo hiciste —dijo mirándolo con compasión—. No hubiera estado mal haber estado acompañada —añadió y al ver su expresión de sorpresa, continuó—. Mi madre estuvo conmigo cuando nació. Pero a lo que me refiero es que cuando me lo pusieron en los brazos, me dí cuenta de la magnitud de lo que estaba pasando. Era responsable de su vida,dependía de mí para sobrevivir y yo no sabía qué estaba haciendo.

—No sé si hubiera resultado de ayuda.

Ella se encogió de hombros.

—Supe salir adelante. Fue un bautizo de fuego, no había otra opción. Y de alguna manera, acabé arreglándomelas un día tras otro.

—Sí.

Él había hecho lo mismo. Pero en vez de sacar adelante una nueva e inocente vida, había encontrado violencia y muerte. Y más marcas en su alma.

—Hablaba en serio cuando dije que se aprendía sobre la marcha. Yresulta extenuante.
—No te lo discuto.

Pedro  colocó la mano sobre la espalda de su hijo y sintió cómo su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración, lo que lo ayudaba a olvidarse delos momentos difíciles por los que había pasado.

—Pero todo esfuerzo tiene su lado positivo.

—¿La satisfacción por el trabajo bien hecho? —preguntó él.

—Sí. Además, me ayuda a mantenerme en forma.


No había nada malo en su figura. Su mirada bajó hasta sus curvilíneasy largas piernas. Tragó saliva al recordar aquellas piernas alrededor de su cintura.

—Ahora no estás sola, Paula.

Sus miradas se encontraron y un brillo diferente asomó a los ojos de Paula, una expresión que él recordaba demasiado bien. De hecho era lo que le había llamado la atención la primera vez que la había visto. Ella también se había sentido atraída hacia él y no había sido capaz de disimularlo. En aquel momento, Paula sintió en el cuello sus fuertes latidos y cuando dobló la última prenda y la dejó sobre las demás, sus manos temblaron.

—Tengo que guardar estas cosas —dijo poniéndose de pie y, tomándola ropa, desapareció por el pasillo.

A su lado, Baltazar  comenzó a balbucear. Paula le había contado que aquellos sonidos eran el principio de su manera de comunicarse. Un fuerte sonido irrumpió y supo que era el busca personas de Paula que estaba en la encimera de la cocina. Ella volvió a toda prisa y miró la pantalla.

—Es el hospital.

Mientras ella llamaba por teléfono, él se quedó jugando con el bebé.Lo  levantó  por  encima de su cabeza y el pequeño empezó a reír, haciéndole a él sonreír, algo que no creía posible teniendo en cuenta lo tenso que estaba. Al bajarlo, Baltazar  lo agarró de la naríz. Escuchó cómo Paula hacía una segunda llamada a Mariana, la niñera, para que cuidara de Balta puesto que la habían llamado del trabajo.

—Andan escasos de enfermeras en urgencias —dijo Paula después de colgar—. Así que tengo que irme.

—Entiendo.

—Voy a llevar a Balta  con la niñera.

—No es necesario, Paula. Ya estoy yo aquí. Estoy listo y soy capaz de quedarme a solas con él.

Una expresión de pánico asomó a los ojos de ella.

—No puedo pedirte que lo hagas.

—¿Así que prefieres dejarlo con esa mujer?

Se le hizo un nudo de ira en el estómago.

—Mariana ha cuidado de él desde que dejé mi baja por maternidad y tuve que volver al trabajo. Lo quiere como si fuera su nieto.

—Pero no lo es. Es mi carne y mi sangre y no un empleo por el que me pagan.

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