lunes, 6 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 6

—Dame una buena razón por la que no deberíamos hacerlo —dijo él.

—¿Sólo una? —dijo mirándolo.

—Al menos para empezar.

 —Está bien —dijo ella asintiendo pensativa—. Aquí va una: apenas nos conocemos.

 —Así el matrimonio nos dará una oportunidad de conocernos.

—¡Por favor! ¡Eso es estúpido!

—La gente lo hace todo el tiempo.

—Pero yo no —dijo jugueteando con un mechón de pelo—. Mi vida va bien. ¿Por qué iba a querer complicármela?

Hablando de complicarse la vida, él había pasado mucho tiempo en sótanos oscuros, cuevas y sabe Dios qué otros sitios pensando en el bebé.En su carta le había anunciado que iba a tener un niño, justo después de admitir que había considerado no decirle nada, que no le importaba criar a su hijo sola y que no se sintiera obligado a nada. «Cuídate y sé feliz,Paula», habían sido sus palabras de despedida. Estaba bien, pero hacía mucho tiempo que no era feliz. Bueno, eso no era del todo cierto. Había sido feliz junto a ella. Pero por encima de ellos estaba su hijo.

—¿Y el bebé? —preguntó él.

—¿Qué pasa con él? —preguntó con mirada brillante—. Balta está bien.No tengo ningún problema ocupándome de él.

—En tu carta decías que no te importaba criarlo sola, pero…

—Y así es —lo interrumpió—. Aunque no recuerdo exactamente lo que dije.

Él sí lo recordaba. Solía llevar la carta con él y la había leído tantas veces que había memorizada cada una de sus palabras.

—Se te ve muy concentrado —dijo ella con cautela.

—Estoy  pensando  —replicó  él  y  apoyó  los  codos  en  la  mesa—.¿Necesitas ayuda con el bebé?

—No y menos de tí.

—Soy el padre de Baltazar.

 —Eso es cierto. Y también lo es que me dejaste.

—No sabía que estabas embarazada.

—Está bien. Pero tu intención era dejarme. ¿Se supone que ahora tengo que creer que soy la mujer de tus sueños sólo porque he tenido a tu bebé? —preguntó riendo, aunque sin una pizca de humor—. Creo que no.

—Tenía que partir a mi destino y no me parecía justo pedirte que me esperaras.

—No me lo pediste. Ni siquiera me diste la oportunidad de decidir si quería esperarte. Diste algunas cosas por sentadas sin importarte lo que yo sentía. Eso fue muy egoísta.

¿Era dolor lo que veía en sus ojos? La había dejado porque era lo mejor para él y asumía esa parte. Pero no había pretendido hacerle daño.Había hecho lo que había creído era mejor para los dos. Si lo mejor era no poder olvidarla, entonces su estrategia había sido todo un éxito. Si desear sentirla entre sus brazos y ver su amplia sonrisa era lo óptimo, entonces su acción había sido una clara victoria. Si lo mejor era controlar el deseo de tocarla, entonces, había actuado bien. Lo peor era no poder decirle que quería a aquel hijo. Quería sentirse obligado y comprometido, retomar las cosas donde las habían dejado y empezar de nuevo. Quizá estarían ahora casados. Pero a juzgar por el resentimiento de sus ojos y por el tono de su voz, iba a ser una dura batalla.

—Aquello, me refiero a lo nuestro, se acabó —dijo él.

—Y así se va a quedar. Porque ahora conozco tu lado egoísta. No hay vuelta atrás. Además, no creo que fueras un buen marido.

—¿Quién está ahora presuponiendo las cosas?

 —No es una suposición si tienes detrás una historia que lo avale.

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