viernes, 24 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 53

—¿Te importa que paremos en la tienda antes de recoger a Balta en casa de Mariana? Necesito un par de cosas. Me daré prisa.

Habían decidido que sería más cómodo acudir a la cita con el médico sin el bebé.

—No  hay  problema.  Llamé  para  ver  qué  tal  estaba  mientras  te estaban examinando y acababa de dormirse.

—Estupendo.

Giró  a  la  izquierda  y  luego  entró  en  el  estacionamiento del supermercado. Él tomó un carro y entraron. Mientras él lo empujaba, ella iba echando pañales, toallitas húmedas, comida para bebés, leche, pan,café, detergente… Era una situación normal y terriblemente doméstica, a la vez que triste puesto que ellos no eran pareja, tan sólo un hombre y una mujer que compartían un hijo.

—No se me ocurre nada más.

—De acuerdo.

Paula lo miró de reojo. Estaba muy guapo con su camiseta y sus vaqueros. Pasaron por la caja y al llegar el momento de pagar, Pedro sacó su cartera.

—Ya me ocupo yo —dijo ella.

Él sonrió y guardó la tarjeta. Cuando llegaron al edificio de Paula, Pedro no le dejó cargar peso. Siempre había sido un caballero. Era una de las cosas que le había atraído de él desde el primer momento. Ella se quedó junto a la puerta de la cocina y apoyó un hombro contra la pared, mientras él guardaba las compras. Una mezcla de emociones se apoderó de ella y de pronto, se sintió muy triste.

—¿Pedro?

—¿Sí? ¿Por qué estaba tan sexy, tan increíblemente atractivo con las gafas colgando del cuello de su camiseta y su cabello revuelto? ¿Qué era lo que tenía aquel hombre que tanto la atraía?

—Sólo quería darte las gracias por todo.

 Él se enderezó lentamente y frunció el ceño.

 —¿De qué estás hablando?

Ella se encogió de hombros.

—Te agradezco que te hayas ocupado de todo mientras yo me estaba recuperando. Has estado pendiente de mí y te estoy muy agradecida.

—¿Estás intentando librarte de mí?

—¡No! —dijo ella sacudiendo la cabeza—. No sé cómo me las habría arreglado si no hubieras estado aquí. Es sólo que…

 —¿Qué?

—No sé… Hemos estado…

Quería preguntarle qué pasaría entre ellos a partir de ese momento. Había una parte de ella que se negaba a compartir sus asuntos con ella y no podía hacer nada para cambiarlo. También le preocupaba que no la hubiera tocado ni que le hubiera dado pista alguna de que la deseara desde la noche en que hicieran el amor a escasos metros de donde ahora estaban.

—No has…

—¿No he hecho qué?

 No sabía cómo decir aquello y se arrepentía de haber sacado el tema. Su cuerpo podía estar listo para volver a su vida diaria, pero era evidente que su mente necesitaba más tiempo.

—No importa —dijo ella.

Él se acercó y la miró entrecerrando los ojos.

—No, no te lo calles.

 —¿Cómo? ¿Quieres que hable?

 —Sí.

—Así que te parece bien que tú no digas nada y yo tenga que abrir mi corazón, ¿No?

—No puedes empezar una frase de esa manera y no decirme qué es lo que no he hecho.

Paula buscó su mirada y toda la pasión que sentía se acumuló en su corazón.

—Llevas semanas aquí, pero no me has tocado desde la noche que salimos a cenar.

—Paula—dijo pronunciando su nombre como un gemido atormentado.

—Lo siento. No quería ponerte en el aprieto. Está bien, te agradezco que hayas estado aquí.

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