domingo, 26 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 60

Paula estaba cortando un tomate y lo miró.

—Muy bien, todo está listo —dijo ella sin mostrar ningún entusiasmo.

Llevó un plato con el tomate a la mesa y le dió un trozo de plátano al pequeño para que se entretuviera y los dejara comer tranquilos. Sin decir palabra, se sentó y comenzó a comerse la hamburguesa. Pedro se sentó a su derecha, al otro lado del bebé.

—¿Qué tal te ha ido el día?

 —Bien. ¿Y el tuyo?

—Movido. Traje un paciente desde Pahrump. Una mujer se puso de parto antes de tiempo. Era un embarazo de riesgo.

—¡Oh!

—Había habido un accidente en una carretera que había cerrado el tráfico.  Había otro camino para llegar al hospital, pero eran más de cuarenta  y cinco minutos de viaje.  Así  que nos llamaron para que hiciéramos el traslado.
—Bien.

Él se quedó callado, a la espera de que le preguntara si madre e hijo estaban bien o las típicas preguntas en esos casos. Pero no dijo ni media palabra mientras apartaba la hamburguesa. Tenía la sensación de que algo malo estaba a punto de pasar.

—¿Qué has hecho tú hoy?

Ella lo miró.

—No creo que te interese.

—No habría preguntado si fuera así.

 —Fui a ver a tu hermano.

 Pedro sintió que la ira se adueñaba de su interior. Le había dejado bien claro cuáles eran sus sentimientos. ¿Qué estaba pasando?

—¿Tenías algún motivo en particular para hacer esa visita?

—Sí —respondió con mirada desafiante.

—¿Vas a contarme cuál era ese motivo?

 —No tengo nada que ocultar.

 —No se me había ocurrido que fueras capaz…

—Oh, Pedro, por favor. La expresión de tu cara me dice exactamente lo que piensas.

 —Dime que me equivoco.

—Llevé  a  Balta a  que conociera a su  tío.  Y antes de que  me interrumpas, escúchame. Federico es tu hermano y en mi opinión, tiene derecho a ver a su sobrino. Son familia.

—¿A pesar de lo que me hizo?

—Deja de ser tan testarudo y escucha su versión de la historia. Te negaste a escucharlo y deberías darle la oportunidad de que se explique.Así es como funciona la comunicación, escuchando y hablando.

Pedro  lamentaba haber abierto la boca y haberle preguntado por su día.La ira que sentía le estaba avisando de que había llegado el momento deponer fin a aquella conversación.

—Entendido.

—Ésa fue la única razón por la que fui a verlo —dijo, decidida a no desistir—Le pedí que hablara contigo.

—No tenemos nada que decirnos.

—Es evidente que tienes mucho de qué hablar, pero no conmigo.Pensé que él podría… Me da la impresión de que necesitas confiarte a alguien. Federico es tu familia —dijo encogiéndose de hombros—Así que se lo pedí.

Pedro odiaba sentir curiosidad acerca de la respuesta de su hermano,pero no pudo evitar hacer la pregunta.

—¿Qué dijo él?

—Que era la última persona a la que querrías ver. Pero al menos me dijo que se lo pensaría.

Pedro se puso de pie.

—No puedo creer que hicieras eso después de que te conté lo que había pasado y te dije que no quería que estuvieses cerca de él.

Paula apartó su plato. El bebé comenzó a protestar y se inclinó y lo tomó en brazos.

—Entiendo que quieras protegerme a mí y a tu hijo. Pero entiende una cosa: no tienes que decirme a quién puedo ver ni con quién puedo hablar.  No puedes entrar en mi vida y  pedirme que me mantenga apartada de la tuya. Puede que no se me dé bien dejar que la gente se me acerque, pero a tí te pasa lo mismo. De hecho, lo has convertido en una disciplina olímpica y has traído a casa la medalla de oro.

Él se pasó la mano por el pelo.

—Paula, yo…

—Olvídalo —dijo colocando al bebé en su cadera— Voy a bañar a Balta.

 Era cierto que había llevado algo a casa, pero no una medalla. Todo lo malo se estaba infiltrando y pronto explotaría en su propia cara, haciendo añicos su cuento de hadas. Paula lo miró con la misma expresión del día en que apareció en su casa, como si no confiara en él. El hecho de que tuviera motivos para sentirse así, le hacía sentirse aún peor.

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