miércoles, 15 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 37

—¿Pedro?

Paula se quedó mirando al hombre que la excitaba y la fascinaba apartes iguales. Pero aquél era un aspecto que no había visto nunca, una ferocidad que mantenía bajo control. Él apretó las mandíbulas con fuerza.

—¿Dónde está Balta? —preguntó.

—Está en la cuna, jugando con sus juguetes. He oído la puerta y he venido a ver quién era. ¿Quieres contarme de qué ha ido todo eso?

—No.

—No era una pregunta —dijo ella.

—Bien, porque no estoy de humor para hablar de ello.

Ella se cruzó de brazos y se quedó plantada donde estaba. Él estaba acostumbrado a luchar, pero esta vez, no iba a dejarse intimidar. Así que levantó la barbilla y lo miró.

—Pues ponte de humor. Acabas de echar a un invitado de mi casa y quisiera saber por qué.

—¿Le dijiste que viniera?

En vez de tranquilizarse, su crispación fue en aumento.

—Sí, es el tío de Balta.

 —¿Desde cuándo?

—Desde siempre. Es un Alfonso.

—No es eso a lo que me refiero y lo sabes.

Lo sabía y no tenía sentido andar con rodeos.

—Fui a verlo a su oficina.

 El azul de los ojos de Pedro se volvió de hielo.

—¿Por qué?

—Es evidente que estás enfadado con tu hermano. Incluso así, se las arreglan para llevar un negocio juntos sin tener ninguna clase de relación personal. Quería saber qué está pasando entre ustedes.

—¿Por qué? —preguntó de nuevo.

Esta vez, su voz era más profunda, más calmada y controlada.

—Podría decir que todo es por Balta,  pero eso sólo sería verdad en parte. Lo cierto es que siento mucha curiosidad y me preocupas. Esto que ocurre entre Federico y tú te está consumiendo y la única manera de solucionarlo es que lo sueltes.

—Eres  enfermera  en  urgencias, ¿Verdad?  ¿Desde  cuándo  has empezado a trabajar en el departamento de psiquiatría?

—Así que te pones sarcástico.

Paula reparó en que su tono era cortante. Cuando un guerrero se sentía acorralado, trataba de escaparse de cualquier manera.

—Puedes hacerlo mejor, Pedro. No voy a dejarte hasta que me digas qué es lo que te pasa.

—¿De veras quieres saberlo? —dijo dando un paso al frente hasta quesus cuerpos se rozaron y sus ojos volvieron a llenarse de fuego—. Me molesta que fueras a verlo. Odio que estés cerca de ese bastardo.

—Deja que te recuerde que gracias a él supiste de Balta —dijo alzandola barbilla y mirándolo directamente a los ojos—. Si no hubiera sido por tu hermano, no habría sabido a donde enviar la carta en la que te contaba que ibas a ser padre. En vez de agradecérselo, lo echas de aquí. Voy a darte el beneficio de la duda y a asumir que tienes un buen motivo. Pero quiero saber de qué se trata.

La ira y el resentimiento fueron en aumento mientras Pedro se pasaba la mano por el pelo.

—De acuerdo. Te lo voy a contar, pero recuerda que eres tú la que ha preguntado. Mi hermano —dijo dando énfasis a la palabra—, se acostó con mi esposa cuando yo estaba en una misión.

—Oh, Pepe, ¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes?

—Ella me lo dijo. Apenas había bajado del avión cuando me lo confesó y me dijo que iba a pedir el divorcio —dijo girándose como si no pudiera soportar la compasión que veía en los ojos de Paula—. Le pregunté a mi hermano y él no lo negó.

—No sé qué decir, excepto que es tu familia y que tienes que hablar de ello, Pepe. La gente comete errores…

Él dio media vuelta y la miró con sus ardientes ojos.

—Ni que lo digas. Y muchos los cometí yo. Mi padre me advirtió que sólo iba detrás de mi dinero, peor no lo escuché. Antes de que me fuera a Oriente Medio, me dijo que me esperaría y la creí. Apenas me había ido cuando se metió en la cama con mi hermano. Creo que iba detrás del dinero de los Alfonso y a mi hermano no le importó complacerla.

—Siento que tuvieras que pasar por eso.

Paula sabía que aquellas palabras eran incapaces de expresar sus sentimientos, pero no sabía qué otra cosa decir. Tampoco sabía qué pensar del comportamiento de Federico. Las dos veces que lo  había visto, le había parecido un hombre muy honrado, pero ¿De veras lo era?

—No sientas lástima de mí —dijo—. Es historia y ya lo he superado.

—Creo que si así fuera, no te habría molestado tanto que fuera a verlo. Y de veras que no entiendo tu reacción.

—¿De veras no lo entiendes? No puedo soportar imaginarlo cerca de tí. La sola idea de que ponga sus manos sobre tí…

¿Estaba preocupado por su hermano o por ella? ¿Pensaba que podía estarse viendo con su hermano a sus espaldas? ¿Creía que podía ser traicionado de nuevo? Había fallado ante los ojos de su padre y ante los suyos propios. No quería confiar en otra mujer y cometer un nuevo error.Tenía que ser eso, porque los celos requerían una relación más personal y profunda.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos!!! Era hora de que Pedro le cuente su historia!

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