viernes, 17 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 40

—¿Cómo te sientes?

—Como si me hubiera pasado un camión por encima.

—¿Es gripe?

 Ella sacudió la cabeza arrugando la frente con preocupación.

—Por eso le he pedido a Romina que fuera a buscarte. Esperaba estar equivocada, pero es mi apéndice. Van a quitármelo.

—¿Tienen que operarte?

—En cuanto me puedan meter en el quirófano —le confirmó.

Su pecho sintió una presión cercana al pánico. Él había estado en combates  y  había  sido  hecho prisionero por terroristas.  Se  había enfrentado a lo desconocido, había planeado su escapada y había logrado fugarse de unas bestias que lo único que querían era meterle una bala en la cabeza.

Ella debió darse cuenta porque tomó su mano. Sus dedos estaban fríos como el hielo.

—No es nada serio…

—¿Acaso una operación no es algo serio?

—Claro que sí. Siempre que hay anestesia general hay riesgo. Pero soy joven y tengo buena salud. No hay por qué preocuparse. Es una operación sencilla —dijo con voz ronca—. He dejado un mensaje en el teléfono de mi madre. Quizá pueda venir desde Pahrump y ayudar con Balta. Está sólo a una hora de camino. He intentado hablar con ella, pero…

—No hace falta.

—Sí. Mariana no pensaba que…

—Ya está todo arreglado. Se va a quedar con Balta hasta que pueda ir a buscarlo. Dice que te relajes y que te mejores pronto

. —¿La has llamado?

—Sí. Tú estabas un poco ocupada.

 Paula se mordió el labio.

—Siento que te veas involucrado en esto.

—No digas tonterías, Paula. Él también es hijo mío. No es que te haga falta un riñón. Tranquilízate, sabré arreglármelas. No tienes que mostrarte fuerte todo el tiempo.

Ella asintió, a pesar de que se le estaban cerrando los ojos. Debían de haberle dado algo para el dolor.

Deseaba abrazarla con todas sus fuerzas, pero eso estaba fuera de toda cuestión, así que inclinó la cabeza y besó su mano.

—Estate tranquila.

—Estoy en mi terreno. Cuidarán bien de mí.

—Si no lo hacen, tendrán que vérselas conmigo.

La cortina fue apartada y Romina apareció.

—Van a llevarte al quirófano ahora.

Paula sonrió a Pedro. Cuando dos celadores aparecieron y se la llevaron, él sintió que su mundo se venía abajo.

 —¿De veras irá todo bien?

Romina miró por encima de su hombro, con sus fríos ojos verdes.

—Está sana. La has traído en el momento justo. Por suerte, Martín Tenney  estaba  de  guardia.  Cuanto antes se lo extirpen,  mejor.  La operación no es complicada, a menos que se le rompa el apéndice. Y no debería durar demasiado. Hay una sala de espera arriba, por si quieres quedarte.

—Claro que voy a quedarme.

Ella se encogió de hombros.

—De acuerdo.

—¿Tienes algún problema?

 —Lo tengo justo frente a mí —dijo cruzándose de brazos y mirándolo.

—No nos conocemos tanto como para tener problemas.

—Paula es mi amiga.

—Muy bien —dijo manteniendo su mirada—. ¿Qué te preocupa?

—Van a operarla y tendrá que pasar un tiempo hasta que se reponga. No va a ser fácil con un bebé.

—Yo me ocuparé de hacérselo fácil.

—¿Así que todavía estarás por aquí cuando esté lista para volver a casa?

—Esa es mi idea. Voy a ocuparme de mi hijo y de su madre. Y no es asunto tuyo.

—Escucha. Me preocupa porque después de que te fueras, fui yo la que estuvo a su lado para animarla y recoger los pedazos de su corazón.

Le lanzó una última mirada,  antes de darse media vuelta y marcharse.

Pedro se sentía como si le hubiera dado un puñetazo en el estómago.Sabía que tenía razón, pero no podía pedirle que lo esperara. No podía pasar por lo mismo de nuevo. Ahora había vuelto para quedarse. No muy lejos de donde estaba, ella  le había dicho que era un buen hombre. Al igual que hiciera en aquel momento, no acababa de creérselo.No había sido lo suficientemente bueno para su esposa. No había sido capaz de salvar a su compañero en Afganistán. Además, todavía tenía dudas de que pudiera mantener enterradas las cosas malas y ser lo suficientemente bueno para Paula y su hijo, pero era demasiado egoísta como para marcharse. Necesitaría ayuda para cuando saliera del hospital. Seguiría visitándola. No, no sólo visitándola. Tenía que hacer algo más. Necesitaba estar cerca de ella y el bebé. Sería difícil mantener la distancia emocional, pero había sobrevivido aun cautiverio brutal compartimentando sus sentimientos. No sólo iba a ir a visitarla, sino que iba a mudarse a vivir con ella.

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