miércoles, 22 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 49

—Que te falló, que le diste un ultimátum y que prefirió al hombre que luego la abandonó. Por cierto, está muy avergonzada por ello.

Paula lo sabía, pero a una parte de ella todavía le molestaba.

—No puedo creer que te haya contado todo eso.

 —Es porque quería que supiera por qué habías llegado a ser tan fuerte y por qué no dejas que nadie te ayude cuando te hace falta.

Paula había aprendido a esperar lo peor de  todo el mundo  y  a protegerse contra ello. Se abrazó a un cojín, aunque eso no le hizo sentirse mejor. Tenía buenas razones para no dejar a Pedro entrar en su vida otra vez.

—Mis problemas no son ninguna novedad —dijo ella.

—No —dijo él cruzándose de brazos—. Pero tenía un punto. Ambos queremos a Balta y queremos lo mejor para él, a pesar de que cometeremos errores al igual que hicieron nuestros padres. Me ha hecho pensar en lo mucho que quiero que no estropeemos las cosas por el bien de nuestro hijo.

—Esto puede ser una sorpresa para tí —dijo—, pero no me despierto cada mañana pensando en cómo puedo estropear la vida de Balta ese día.

—Eso no es lo que estoy diciendo.

Al mirarlo,  vió esa ansiosa mirada que tenía muchas veces,especialmente cuando creía que no lo estaba viendo. Parecía como si estuviera tratando de memorizar ese instante, o la expresión de ella o del bebé,  una  sonrisa,  una  sensación…  Era  como  si  quisiera  agarrarse desesperadamente a lo que tenía. Sabía lo que se sentía al perder a alguien a quien se quería mucho y Pedro era quien se lo había enseñado. No importaba que hubiera tenido razones poderosas para hacer lo que había hecho. Tenía que evitar que volviera a hacerle daño otra vez. Cada día luchaba por mantenerlo fuera de su corazón. Cuando no estaba preparada, lo miraba y deseaba besarlo y abrazarlo hasta que el nudo que sentía en su estómago se convertía en un dolor físico mucho más intenso que el que había sufrido después de la operación.

—Sé que quieres lo mejor para Balta —dijo ella—. Mi comentario ha sido un intento patético por animarte y hacerte sentir mejor. Hay mucho de cierto en lo que ha dicho mi madre. Soy el resultado del entorno en el que crecí, al igual que tú.

—Vaya manera de animarme. Mi padre era un dictador totalitario.

Ella se encogió de hombros.

—Tal y como yo lo veo, nuestra obligación es querer a nuestro hijo, mantenerlo a salvo, enseñarle a distinguir lo bueno de lo malo. Y tenemos que hacerlo lo mejor que podamos.

—Y comprar todos los manuales sobre padres en cada librería de LasVegas —dijo y la melancolía dió paso a una sonrisa.

Aquella sonrisa la reconfortó. Se sentía más segura cuando lo veía melancólico,  aunque  su  aspecto de chico malo nunca llegaba  a desaparecer.  La había  destrozado una  vez  y  no quería que le diera esperanzas en algo que no iba a pasar.

Un llanto procedente de la otra habitación rompió el silencio. Sin decir palabra, Pedro se puso de pie al instante. Paula se quedó con la mirada fija en su espalda y entonces reparó en que no se había movido.No había corrido por su hijo porque sabía que él lo haría.

Había pasado de dejarlo entrar en su casa bajo amenaza de una acción judicial, a bajar la guardia y contar con él. Tenía que volver a suposición, tenía que defenderse antes de que fuera demasiado tarde. Lo único que impedía que hiciera el  ridículo era que no se  mostrara interesado en ella. Si lo hacía, si la miraba con deseo, no habría manera de que fuera lo suficientemente fuerte como para resistirse y evitar que volviera a entrar en su corazón.

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