lunes, 27 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 66

—Disculpa, quizá no haya estado a tu lado tanto como debiera, pero soy tu madre y te conozco mejor que nadie. Tienes miedo de cometer mis mismos errores y al final, estás cometiendo otros peores.

—Mamá, yo…

—No, Paula. No quiero oírlo. Pedro no es perfecto, tiene sus problemas, pero es un  buen  hombre.  Me sorprendería  mucho si no estuviera enamorado de tí. Creo que Pedro y tú tienen la posibilidad de ser felices amenos que te niegues a luchar por él.

—Él es el guerrero. Yo sólo…

Un quejido al otro lado de la línea la hizo detenerse.

 —¿Mamá? ¿Qué ocurre?

Al no obtener respuesta, Paula se puso nerviosa.

 —¿Mamá? Dí algo. ¿Estás ahí?

—Paula… —susurró Alejandra.

—Mamá, ¿Qué pasa? Dime qué está pasando.

—Me duele… Mi brazo…

—¿El izquierdo?

—Sí, el pecho… No puedo respirar.

—Oh, Dios mío…

Paula había visto a muchos pacientes con ataques de corazón y sabía lo que estaba pasando.

—Mamá, tranquilízate —dijo, tratando de mantener la calma—.Estoy llamando a emergencias.

—Pau…

—Aguanta, mamá. Voy a conseguir ayuda, no te preocupes.

Con el teléfono móvil, llamó al número de emergencias y explicó la situación. La operadora le prometió enviar una ambulancia enseguida. Si su madre estaba teniendo un ataque al corazón, prefería que la llevaran al hospital Mercy en vez de al pequeño hospital local. El problema era que Pahrump estaba a una hora en ambulancia, sin tráfico. El tiempo jugaba en su contra. Los primeros sesenta segundos era un tiempo de oro y podían suponer la diferencia entre la vida y la muerte.Si su madre pasaba aquel tiempo en la carretera, podía… Contuvo un sollozo mientras llamaba a Pedro a su teléfono móvil sin pensárselo. Si estaba en el helicóptero, no daría con él.

—Venga, contesta.

—¿Paula?

—Gracias a Dios, Pedro…

—¿Estás bien? ¿Le ocurre algo a Baltazar? Enseguida voy para allá…

—No, estamos bien. Pero te necesito.

Después de que Alejandra fuera sacada del helicóptero, Pedro apagó los motores,  abrió  la puerta del piloto  y saltó fuera. Luego corrió  hacia urgencias, deseando llegar junto a Paula. Se había puesto muy contento al ver su llamada, hasta que había percibido la tensión y el miedo de su voz. Conociéndola como la conocía,sabía que no debía de haber sido fácil para ella haberle pedido ayuda. Y prueba de su desesperación era que lo hubiera llamado. Le había gustado oírle decir que lo necesitaba. No esperaba que recurriera a él para nada, pero  estaba  dispuesto a estar siempre disponible para ella. Atravesó las puertas y enseguida la vió dando vueltas por la sala de espera.

—Pau. ¿Como estás?

Pedro se acercó y se detuvo junto a ella.

—Bien. Gracias por traer a mi madre tan rápido.

—Me alegro de poder ayudar. ¿Quieres algo?

—No. Balta está con Mariana.

—Lo imaginaba —dijo y se imaginó que todavía no la había visto—. De camino, tu madre ha estado consciente. Es una buena señal.

—El doctor Tenney no me deja estar con ella —dijo enfadada, mirando hacia las puertas—Dice que es una situación muy emocional y que a ninguna de las dos nos hará bien.

Pedro deseaba abrazarla, pero sabía que no tenía ningún derecho a hacerlo.

—El médico tiene razón. En esta situación, eres una hija no una enfermera.

—¿Desde cuándo te muestras razonable? —preguntó ella.

Sorprendida por su propio arrebato, Paula se dió  la vuelta y empezó a llorar. Se giró y ocultó su rostro con las manos.

No soportaba verla sufrir y se avergonzaba de haberle causado un daño que podía haber sido evitado simplemente hablando con ella. Parecía muy sencillo, pero no para él. Lentamente, le hizo darse la vuelta y la rodeó con sus brazos.

—Todo irá bien. No llores, Pau.

Ella hundió el rostro en el pecho de Pedro.

—Te estoy mojando —dijo ella al cabo de unos segundos mirando su uniforme de piloto—. Lo siento.

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