viernes, 3 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 4

—Señor Bennett, está teniendo un I.M. —dijo sin mirar al paciente.

—¿Qué es eso? —preguntó el hombre con mirada aterrorizada.

—Un infarto de miocardio —dijo Martín.

—Un ataque al corazón —aclaró Paula.

—Vamos a darle algunos anticoagulantes y morfina para el dolor — dijo Martín  y miró a Paula—. Siga mis instrucciones.

—De acuerdo —asintió ella.

 —Vamos a llevarlo a la unidad de cuidados cardíacos para tenerlo en observación —añadió Martín dirigiéndose hacia la puerta.

—¿Voy a morir? —preguntó el señor Bennett.

—Hoy no —dijo Martín mirándolo por fin.

Paula sacudió la cabeza ante el comentario frío del doctor. Martín Tenney era el mejor especialista que había visto en una sala de urgencias,pero lo que le sobraba de conocimientos le faltaba en humanidad.  El hospital había recibido más de una queja debido a su comportamiento.

Paula se quedó con el paciente hasta que fue llevado a una habitación y luego pasó por la sala de enfermeras.

—Si no hay nada ahora, voy por algo de comer.

 La supervisora apartó la vista del ordenador.

—Ve, Paula. Es tarde y debes estar muerta de hambre.

—Sí, ha sido una de esas intensas mañanas.

Y  aún  se  volvió  más  intensa  al atravesar la sala de espera  en dirección a la cafetería y ver allí a Pedro. Llevaba su uniforme caqui y unas gafas de sol de aviador colgaban del cuello de su camiseta blanca.

—Hola.

—¿Qué estás haciendo aquí?

De pronto cayó en la cuenta. No estaba vestido para una fiesta de disfraces. Aquélla era la ropa de trabajo de un piloto de helicóptero. Había tardado en darse cuenta de que era él el piloto del helicóptero que había llegado.

—Olvida la pregunta —dijo ella sacudiendo la cabeza.

No estaba preparada para enfrentarse a él tan pronto. Una de las razones por las que había dado por finalizada la visita del día anterior había sido para tranquilizarse, pero después de pasar la noche en vela pensando en él, no había podido calmar sus nervios.

—A lo que me refiero es si no tienes algún otro sitio al que ir.

—Ahora mismo no.

Tenía buen aspecto, pensó. Aquel uniforme le sentaba bien. Su pelo corto y moreno  estaba  ligeramente revuelto.  Sus ojos azules se encontraron con los suyos. Se le veía más serio que de costumbre, más fascinante y peligroso.

Seguía estando muy guapo y al observarlo, el ritmo de su corazón se aceleró. Pero había algo en él que era diferente. Su aire de seguridad,aquel  porte  que  había  llamado  su  atención al conocerlo, no estaba. Parecía estar vigilante, precavido, en alerta.

Sus facciones eran duras, con la mandíbula cuadrada y una nariz algo torcida. Al fijarse mejor, vió  una cicatríz en su barbilla que no recordaba.Había besado cada centímetro de su rostro durante aquellas intensas semanas en que habían estado juntos antes de que le dijera bruscamente que lo que había entre ellos se había acabado.

Paula metió las manos en los bolsillos y lo miró.

—Voy a comer.

—¿Te importa si te acompaño?

Ella se encogió de hombros.

—Como quieras. Pero es comida de hospital, luego no digas que no te lo advertí.

—Entendido.

La cafetería estaba en la primera planta y recorrieron varios pasillos hasta que percibieron el olor a comida. Era tarde para comer y el comedor estaba prácticamente vacío. Tomaron unas bandejas rojas y las deslizaron por la balda metálica mientras decidían entre los diferentes menús del día:carne stroganoff y pollo teriyaki. Miró a Pedro con la intención de romper la tensión y decir algo sobre aquella terrible comida, pero su lengua se negó a moverse. Estaba inmovilizada por la expresión de intensidad que veía en sus ojos. De repente, ya no tenía hambre, al menos de comida.

—Te recomiendo una hamburguesa.

Él asintió y Paula pidió dos. Tomaron un par de refrescos y luego pasaron por caja. Ella insistió en pagar puesto que le hacían descuento como empleada. Una vez sentados frente  a frente en una mesa,  Paula partió su hamburguesa en dos. Cualquier cosa con tal de mantener las manos ocupadas. Por desgracia, aquel movimiento evidenció que le temblaban.

—No esperaba verte tan pronto.

—Tenía que pasar.

 —Por Baltazar —dijo ella.

—Porque Servicios de Helicópteros Southwestern es mi compañía y prestamos los servicios de evacuación médica para el Centro MédicoMercy.

—Lo sabía. Es sólo que como dueño de la compañía te imaginaba sentado detrás de una mesa.

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