miércoles, 29 de marzo de 2017

Enamorada: Capítulo 1

Paula Chaves tenía muchos secretos de los que sentirse culpable, pero su actitud hacia cierto cirujano cardiotorácico no era uno de ellos. Dejó de moverse el tiempo suficiente para mirar a Zaira Nara, su mejor amiga.

—Ya es bastante malo tener que aguantar a Pedro Alfonso en tu boda. No seré yo quien cuestione la elección de padrino que ha hecho tu futuro esposo, pero acabo de enterarme de que tengo que ir a Dallas con él.

Se encontraban en el despacho de Zaira, que estaba sentada tras su escritorio viendo a Paula  caminar sin parar presa de la frustración. Tenía el brillo de las embarazadas, ya que su bebé nacería en cuatro meses. Era una morena muy guapa, y la felicidad le hacía ser más guapa todavía.

—¿Por qué tienes que ir con él? —le preguntó.

—Llevo meses diciéndole a Alfonso  que el robot quirúrgico que va persiguiendo igual que persigue a todas las mujeres atractivas del hospital no está en el presupuesto. Me saltó y fue a hablar con mi jefe, quien me dijo que el doctor Alfonso atrae pacientes, publicidad e ingresos al Centro Médico Mercy. En resumen, es la gallina de los huevos de oro y tenemos que tenerle contento.

—¿Y cómo piensas hacerlo? —le preguntó su amiga con doble intención.

—No vayas por ahí.

Paula desde luego no pensaba hacerlo. Pedro Alfonso solo estaba interesado en el sexo sin compromiso, y a ella eso no le interesaba. Conocía a los de su clase, el tipo al que las mujeres no podían decirle que no. Ella aprendió en el instituto de la peor manera que no saber decir que no y acostarse con esa clase de chicos traía consecuencias. En su caso se trató de un embarazo no deseado y del nacimiento de una niña que tuvo que entregar en adopción. Deslizó la mirada hacia el vientre de su amiga y se fijó distraídamente en cómo se pasaba la mano en gesto protector. La envidia y la tristeza se apoderaron de ella. Lo disimulaba como siempre hacía, mostrándose picajosa. Nunca le había confesado a nadie aquel secreto, ni siquiera a su mejor amiga.

—Tengo que ir con Alfonso para hablar con el departamento comercial y averiguar si esa tecnología de la Guerra de las Galaxias es realmente viable.

—¿Y a qué se dedicará él mientras tú haces números?

—Jugar con la carísima tecnología de la Guerra de las Galaxias.

Zaira  asintió.

—Entiendo la postura de la administración del hospital. No quieren que termine trabajando en otro lado. Es muy bueno arreglando corazones.

—Me alegro, porque rompe demasiados.

Zaira le dirigió una mirada cargada de paciencia.

—Le conocerás mejor en la boda. Prometo que no te diré que ya lo sabía cuando descubras que estabas equivocada con Spencer. Si fuera tan malo como crees, no sería tan amigo de Nico.

Su mejor amiba iba a casarse de nuevo dentro de dos días con el doctor Nicolás Morales, el amor de su vida y el padre del hijo que esperaba. Paula era la dama de honor, lo que significaba que tenía que mostrarse encantadora. Pero para eso faltaba todavía dos días, y en aquel momento estaba enfadada.

—Alfonso es un imbécil.

—No es verdad. Es un buen tipo.

—Ya —Paula se cruzó de brazos dándole la espalda a la puerta abierta del despacho—. Todavía no he conocido a ningún cirujano que no se crea lo máximo y que no sea un obseso del control.

Se ponía furiosa cada vez que pensaba en la presión a la que la sometía Pedro Alfonso. Le llenaba el correo de mensajes urgentes de código rojo, y cuando eso no funcionaba la buscaba por todo el hospital hasta que daba con ella.

—¿Qué parte de la palabra «no» se le escapa?

 —Ahora no es el momento de…

—Sí, lo es —Paula tenía ganas de seguir con el tema, y no hizo caso de los ojos en blanco que puso su amiga ni de la forma en que señalaba hacia la puerta—. Te juro que, si alguna vez conozco a un médico amable, tendría relaciones sexuales con él al instante…

—Pau—Zaira se llevó la mano a la garganta para indicarle que se callara.

Ella sintió que se le caía el alma a los pies y una oleada de calor le atravesó el cuerpo.

—Está detrás de mí, ¿Verdad?

 —Tengo entendido que vamos a viajar juntos. Hola, Paula.

 El doctor Corazón de Piedra estaba justo a su lado. Tenía una sonrisa pícara.

—Y como soy un cirujano realmente amable, al parecer también vamos a tener relaciones sexuales.

—No seas malo, Pedro —le regañó Zaira—. Te he defendido, y te agradecería que no me hicieras quedar como una mentirosa.

Paula no sabía qué decir. Acababa de insultar al brillante médico al que la administración del hospital le bailaba el agua para tenerle contento. Iban a viajar juntos porque él quería un robot y ella tenía que estrujar los números para conseguirlo. Si Alfonso decía que saltaran, su jefe le preguntaría cuántas veces. Si él decía que despidieran a Paula Chaves, estaría en la calle en menos que canta un gallo.

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