miércoles, 15 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 35

Él comenzó a moverse y la fricción fue incrementando el placer con cada embestida. Rodeándolo con los brazos, Paula hundió sus uñas en la espalda de Pedro, mientras él continuaba hundiéndose en ella, haciendo que la tensión creciera en su interior hasta que no pudo soportarlo más. Una explosión de sensaciones surgió de su interior y se esparció por todo su cuerpo.

Unos minutos más tarde, él se puso tenso e inclinó la cabeza. Se hundió un par de veces más y gimió a la vez que alcanzaba el orgasmo.Luego, apoyó la mejilla junto a la de ella y dejó escapar un largo y profundo suspiro de satisfacción.  Después de un beso fugaz,  Pedro  se incorporó y se fue al baño. Volvió en cuestión de segundos y con un brazo la atrajo hacia él. Eso fue lo último que recordó antes de que un grito profundo y desgarrador la despertara. Estaba tan dormida que tardó unos segundos en recordar lo que había pasado entre Pedro  y ella en su cama. Él masculló algo y se movió, luego dijo algo que Paula no entendió. Evidentemente estaba soñando y, al parecer, estaba teniendo una pesadilla. Ella tocó su hombro desnudo y ligeramente sudoroso.

—¿Pedro?

 Él  se  incorporó  al  instante,  sorprendiéndola.  Respirando entrecortadamente, miró a su alrededor y luego a ella, con ojos ansiosos.

—¿Paula?

—Sí, está bien —dijo ella tomándolo del brazo, pero él se soltó—. Todo está bien.

 Pedro se pasó la mano por el pelo y luego se frotó el rostro.

 —Lo siento —dijo echando hacia atrás la sábana.

Tomó sus pantalones y se los puso. Luego se marchó. Alarmada por su comportamiento, Paula se puso una bata y lo siguió hasta el salón, donde estaba poniéndose la camisa.

—¿Te vas? —preguntó.

—Tengo que irme —dijo con voz enojada.

—Puedes quedarte. Es tarde. Por la mañana podrás…

—No —dijo dirigiéndose a la puerta y abriéndola—. Confía en mí, es lo mejor.

Eso era lo mismo que había dicho la última vez que la había dejado. Ahora sabía lo que aquellas palabras significaban y lo mucho que le dolían. Se odiaba a sí misma por volver a sufrir de nuevo. Era ella la que había dicho que sólo sería sexo, lo que sinceramente había creído en aquel momento. Pero estar con él había sido tan estremecedor como recordaba,incluso más. La había llevado hasta un lugar donde no había estado antes. Había sido patéticamente sencillo para él seducirla para llevársela a la cama otra vez. Lo que hacía que estuviera más desesperada por mantener sus encantos lejos de su corazón.

Pedro se dirigió desde el estacionamiento hasta el edificio de Paula, de camino a su departamento. Lo había invitado a cenar aquella noche antes de… Bueno, antes de que lo echara todo a perder. ¿Por qué cuando uno estaba a punto de perder algo, se daba cuenta de lo importante que ese algo era? Su vida había cambiado desde que volviera de una forma que nunca había imaginado. Había conocido a su hijo y hasta entonces, nunca había sido consciente de que se pudiese querer a alguien tanto.

¿Y Paula?

Aquello era complicado y él lo había puesto aún más difícil. Había tenido dudas sobre él desde el principio y no podía culparla por ello. Pero se las había arreglado para ganarse su confianza, hasta la noche anterior. Dormir con ella había sido como disfrutar del cielo en la tierra, aunque también  se había convertido en su peor pesadilla.  Había decidido mantener su lado oscuro al margen, pero lo había estropeado todo. No volvería a pasar puesto que no tenía intención de tocarla otra vez. Si fuera mejor persona, mantendría las distancias. Aunque teniendo en cuenta que estaba de camino a su departamento, era evidente que no era una buena persona. Temía volver a verla, a la vez que lo estaba deseando. Había sido un día  infernal  después de una noche en vela.  Problemas  con  las herramientas y el personal lo habían mantenido ocupado en el trabajo. No había estado tan agotado desde que su huida de los talibanes le hiciera correr  y  esconderse  hasta  cruzarse  con  una  patrulla  del  cuerpo  de marines. Los recuerdos de la guerra y de las terribles cosas que había visto y hecho,  estaban siempre a flor de piel.  La pesadilla que  Paula  había interrumpido era una prueba de ello. Había manejado todo aquel asunto como un idiota, pero lo único que deseaba era que nada de aquello afectara a Baltazar y a Paula. Ya le había hecho suficiente daño y lo único que quería era verla sonreír.

Justo antes de que se marchara la noche anterior, no la había visto sonreír. Dolor y confusión llenaban sus ojos y era él el causante. Lo único que le había dicho era que eso era lo mejor. ¿Todavía creía que era un buen hombre? Sacudió la cabeza. Si así lo creía, tenía que cortar por lo sano y mantenerse apartado de su vida. De esa manera, no volvería a hacerle daño de nuevo. Pero ahora era padre y tenía una responsabilidad hacia su hijo. Era egoísta y estúpido, pero sabía por experiencia que un mal padre era preferible a no tener ninguno. Por muy enfadada que Paula estuviera con él, seguro que estaba de acuerdo.

Llamó a la puerta con los nudillos y se movió nervioso mientras esperaba. Estaba más nervioso que la primera vez, después de su vuelta del extranjero. Una sombra pasó junto a la ventana unos segundos antes de que se abriera la puerta.

—Hola —dijo él.

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